• Por Antonio Carmona

La sorpresa fue grande, hasta enorme, diría; y, con el correr de los segundos de silencio, más que sorpresa fue una conmoción; era un programa más de televisión de aquellos tiempos de la dictadura, si mal no recuerdo, Feliz Domingo,

En principio, todo parecía en su lugar; de un lado del set, el entonces presidente de APA, de cuyo nombre no quiero acordarme; del otro, Eladio Martínez, El Grande. Una atenta platea en la gradería completaba "el teatro de operaciones".

De pronto, el presentador, cuyo nombre omito por no poder acordarme con precisión, prendió la mecha preguntando por qué los grandes músicos que, pese a estar prohibidos, sonaban hasta en Radio Nacional, apenas cobraban, como se había propalado por los escasos medios "Contreras".

El director de APA ninguneó la "desinformación" que pretendía dividir a la familia paraguaya, insinuando la malversación de los derechos autorales de los creadores paraguayos.

Eladio no había insinuado nada; lo había denunciado.

Pero ya no había marcha atrás. Fue un combate memorable, que duró apenas un round para terminar en un KO contundente e inapelable con aclamación del público

Don Eladio Martínez, el Lobo, lanzando una dentellada inesperada, le preguntó cuánto cobraba él, quien empezó a balbucear al haber perdido el hilo del libreto teatral que llevaba aprendido, y no contar con apuntador.

Embalado, el músico le preguntó al público si conocían alguna obra del presidente de los "autores"; respondió el más contundente de los veredictos, un profundo silencio. Agrandado más de lo que ya era, Don Eladio, acariciando su guitarra, preguntó si alguien conocía un tema de él, que cobraba migajas por sus derechos; como si fuera dirigido por una batuta invisible, los espectadores, todos a una, empezaropn a cantar cada vez más fuerte Lucerito Alba, algunas estrofas de Che Valle mi, o Es linda nuestra tierra.

Alguien bajó el telón de la pantalla. Era "demasiado mucho".

Vinieron los vientos desenfrenados por la Candelaria y San Blas, pero APA siguió inmune e impune, exactamente igual, pese a que, me consta, como a otros cronistas de la época, muchos fueron los que intentaron destapar esa olla podrida. El entusiasmo del los albores del San Blas y la Candelaria no llegaron a Apa. Los creadores no pudieron con la burocracia heredada de la dictadura, con su burrocracia y su avariciocracia.

Han pasado tres décadas de la transición para que haya habido una intervención seria, no como las que se vienen planteando en la UNA, y se haya certificado el robo de más de dos mil millones de parte de la última directiva, encabezada por Alcides Roa.

Me viene a la mente la respuesta espontánea de Don Félix Fernández cuando fue presentado a Stroessner, preguntándole el presentador, "Presidente, este señor es Félix Fernández, lo conoce?

"Cómo no lo voy a conocer, si es un monumento nacional" respondió El Rubio.

Con la modesta ironía que lo caracterizaba, sin poder contener su lengua, Don Félix le preguntó: Presidente, los monumentos no comen?

Así es, le respondió.

Entonces, soy un monumento" sentenció el poeta.

El resultado esperado por el organizador de la entrevista, la "pensión graciable", fue un fracaso; Don Félix, sin embargo, se fue contento, decía, "porque dijo lo que tenía que decir".Y hemos seguido igual durante estas casi tres décadas de transición hacia la democracia, y han tenido que pasar todos estos años para que haya una intervención seria y justa para sacar a la burocracia que desde aquellos tiempos vivió a costa de los músicos que hicieron conocido al Paraguay en el mundo.

Esperemos que el cambio sea serio y que los creadores puedan elegir a sus representantes y defender sus derechos y cobrar sus derechos autorales. Que terminen aquellos tiempos, que han llegado inexplicablemente hasta estos días, en que hemos seguido contemplando el vergonzoso "espectáculo" de que músicos de talento y éxito tengan que mendigar remedios o vender sus instrumentos, para sobrevivir

Hay que felicitarnos de haber dado un paso adelante: tenemos que preocuparnos para saber cómo han pasado tres décadas desde el día que Eladio noqueó a Apa, pero Apa siguió explotando a los creadores; treinta años para sanear una institución. Preocuparnos por esta transición a trancas y barrancas.

Dejanos tu comentario