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A pocos pasos de una pequeña tienda con pintura amarilla descascarada, en el centro de La Coruña, norte de España, se yergue una deslumbrante tienda de cinco pisos inaugurada en septiembre pasado por Zara, de lejos, la proveedora de mayor éxito a nivel mundial de "moda rápida". En este paseo a través de tres cuadras de la ciudad, tuvo lugar la carrera de Amancio Ortega: de aprendiz adolescente en la tienda de la esquina, Gala, una empresa de ropa masculina, al empresario más rico de Europa y dueño mayoritario de una de sus empresas con mejor desempeño.
De acuerdo a un empleado de Zara que trabaja con él, "la verdadera historia de Amancio Ortega no ha sido contada".
Hijo de un trabajador ferroviario itinerante, Ortega comenzó en la tienda de la esquina a los 13 años y tuvo una educación básica: Un ex colega dijo que él hablaba de haberse alimentado "solo con papas". Vivió principalmente en Galicia, una región relativamente pobre, sin antecedentes en la industria textil. No obstante, fue allí donde, en 1975, fundó Zara, un fabricante que se convirtió en un vendedor minorista y que, junto con sus marcas hermanas, hoy tiene más de 7.000 tiendas en todo el mundo.
Ortega tiene ahora 80 años, pero sigue siendo enérgico y participa en el negocio, aunque se muestra desinteresado en usar ropa de moda. Él es dueño de casi el 60% de Inditex, el holding de Zara y las otras cadenas, lo cual representa un valor aproximado de US$ 106 mil millones. De acuerdo con un artículo publicado en septiembre en la revista Forbes, sus activos totales de casi US$ 80 mil millones, incluyendo sus propiedades y otras explotaciones, brevemente superaron incluso los de Bill Gates.
La manera en que se convirtió en lo que es no se ajusta a lo que cualquiera consideraría la historia habitual. Su falta de educación formal afectó profundamente a su estilo de gestión. Las personas cercanas a él confirman que él leía novelas y periódicos, pero supuestamente es incapaz de escribir de manera extensa. Nunca tuvo su propia oficina, escritorio o computadora, prefiriendo dirigir su compañía de pie con sus colegas en una sala de diseño de Zara Mujer, la línea insignia.
Un veterano director general de Inditex y socio de Ortega durante 31 años, José María Castellano, dijo que el método de trabajo de su ex jefe es discutir las cosas intensamente con grupos pequeños, delegar el papeleo, escuchar con atención a los demás y preferir la comunicación oral a la escrita.
Esta preferencia por una estrecha interacción personal puede incluso haber ayudado a inventar la fórmula del éxito de Zara. En un momento en que la industria de la moda en su mayoría subcontrata la producción en China y otros países con bajos salarios, Ortega decidió –y todavía lo hace– mantener la mayor parte de fabricación cerca de casa. Alrededor de un 55% de Zara se produce en España, Portugal y Marruecos, cerca de los principales mercados de la compañía. Esto, a su vez, permite las entregas dos veces por semana de pequeñas colecciones de moda –pero con actualizaciones de último momento– para cada tienda. El precio de las acciones de Inditex aumentó diez veces desde su salida a la bolsa en el año 2001, superando a rivales como Gap y H&M.
Su estilo de liderazgo parece favorecer la introversión extrema. Un video de una fiesta sorpresa en el cumpleaños número 80 de Ortega, en marzo, lo muestra emocionado y alejándose de la gente. Casi nunca habla en público, ni acepta honores nacionales, aparte de una "medalla de los trabajadores" en el 2002. Los colegas dicen que no le gustó una rara biografía suya, del 2008, hecha por la periodista de moda Covadonga O'Shea. Tan pocas fotos existían de él antes de la emisión de acciones de su compañía, que los inversores que visitan la empresa torpemente lo suelen confundir con otros miembros del personal.
Sin embargo, ese bajo perfil deja espacio para otros ejecutivos de alto nivel de brillo. El presidente y consejero delegado de Inditex, Pablo Isla, ha administrado el negocio desde el 2011, aunque Ortega se presenta a trabajar todos los días. En muchas empresas, un gerente profesional pudiera sentirse incómodo con la presencia de un venerado fundador, pero no existen reportes de eso en Inditex.
En un aspecto, al menos, Ortega es del tipo de los multimillonarios europeos. Al igual que otros ermitaños ricos –como Ingvar Kamprad, el fundador sueco de la cadena de muebles IKEA– hace filantropía de manera limitada. Paga por 500 becas anuales para estudiantes españoles en Estados Unidos y Canadá y da a organizaciones benéficas católicas y de emergencia. La filantropía a gran escala traería publicidad no deseada.
Como otros en el sur de Europa, también tiene recelos de concitar ataques políticos, como cuando Pablo Iglesias, del partido de izquierda Podemos, insinuó durante una queja contra la desigualdad que Ortega era un "terrorista".
Los administradores de su riqueza, que crece en unos US$ 1 mil millones al año, dicen que ahora están luchando para tener un poco menos dependencia de Inditex, en consonancia con los principios de inversión normales, una tarea difícil, ya que Ortega solo quiere inmobiliario, una inversión "que él pueda tocar", pero una que demanda tiempo para comprar y administrar. En diciembre gastó US$ 517 millones de dólares en las mayores torres de oficinas de Florida, el centro financiero del sureste de Miami.
La mayor parte de sus ingresos sigue siendo de los dividendos de Inditex. El 14 de diciembre, la compañía reportó resultados que, una vez más, cumplieron con altas expectativas en los mercados financieros. Los números, sin dudas, satisfacen al tímido o sociofóbico Ortega, de quien se dice que, en privado, exhorta a otros a admirar su empresa y no a él.