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Con orgullo, se llaman a sí mismos cazadores de elefantes. Son los geólogos que exploran las profundidades traicioneras del Ártico, o los campos presalinos del Atlántico de Brasil, o frente a las costas del África Occidental, o las aguas profundas del Golfo de México, con la esperanza de hacer gigantescos descubrimientos petroleros que puedan generar miles de millones de dólares para sus empresas en el transcurso de décadas. En algunos casos, consiguen el derecho de ponerles nombre: el Golfo de México está salpicado de campos bautizados con el nombre de las esposas de los geólogos –arriesgado, si son un fiasco– o sus álbumes, grupos musicales, estrellas y cánticos de fútbol favoritos.

Son parte del folclor de la industria. La pregunta es: ¿son una especie en extinción?

Varios potenciales acuerdos anunciados este mes, desde las aguas profundas del Golfo de México hasta las costas de Irán, sugieren que la industria pudiera estarse alejando de las incursiones costosas en territorio inexplorado, y adoptando un enfoque más consciente en costos para la exploración y la producción. Falta por ver si pueden mantener su disciplina si los precios petroleros se recuperan.

Por ahora, sin embargo, "todos han regresado a las mesas de dibujo", dijo Andy Brogan, un especialista en petróleo y gas de Ernst Young, una firma consultora.

El 1 de diciembre, BP, un gigante petrolero británico, aprobó una inversión de 9000 millones de dólares para instalar una segunda plataforma de perforación en su campo Mad Dog en las aguas estadounidenses del Golfo de México, tras la construcción de la primera en el 2005. El campo fue descubierto en 1998 y contiene hasta 4.000 millones de barriles de petróleo y gas natural. Cuando BP propuso por primera vez el nuevo proyecto, a principios de esta década, el costo planeado era de 20.000 millones de dólares.

Días después, algunas de las compañías petroleras más grandes del mundo, incluida BP, hicieron ofertas generosas por bloques de exploración y producción en las aguas mexicanas del golfo, los cuales México espera pudieran hacer realidad hasta 40.000 millones de dólares en inversión en aguas profundas por parte de las compañías. La inversión privada en el petróleo mexicano había estado prohibida desde los años 30 hasta que una ley del 2014 reabrió el mercado, así que está presente el entusiasmo de los pioneros al explorar en busca de petróleo ahí. Sin embargo, también es territorio conocido, ya que algunos bloques se ubican justo al otro lado del límite marítimo de las aguas estadounidenses.

Sumándose a la sensación de acción, Royal Dutch Shell, una compañía angloholandesa, firmó el 7 de diciembre un memorando de entendimiento preliminar para desarrollar petróleo en Irán, pese a la hostilidad del presidente electo Donald Trump hacia el acuerdo nuclear del presidente Barack Obama y la posibilidad de renovadas sanciones. Siguió a un acuerdo similar entre Irán y Total de Francia el mes pasado.

Esas incursiones demuestran que, por primera vez desde que los precios petroleros se desplomaron en el 2014, las grandes empresas petroleras se están asomando sobre el parapeto para buscar sustanciales nuevas fuentes de crudo que las sostengan durante la década del 2020. Ocurre días después de que la OPEP, el cartel de productores mundiales, alcanzara un acuerdo para rescatar los precios del petróleo, el cual, según ejecutivos, ha reforzado la confianza de que el mercado se está estabilizando.

Sin embargo, estas señales optimistas no han animado a los cazadores de elefantes. Durante años, la industria ha pasado apuros para cubrir sus necesidades de inversión y pagos de dividendos. Apenas quedó tablas en el 2012-2014, aun cuando los precios del petróleo aveces excedieron los 100 dólares por barril. Ahora, a mitad de ese precio, está teniendo que echar mano de lo que hay para satisfacer a los accionistas que dependen de sus dividendos.

El resultado ha sido un desplome histórico en la inversión en petróleo y gas. Alcanzó un récord de 780.000 millones de dólares en el 2014, pero desde entonces ha caído en alrededor de 340.000 millones de dólares.

Los ejecutivos petroleros dicen que están tratando de embarcarse en un nuevo ciclo de inversión sin derrochar dinero. Tim Callahan de BHP Billiton, una compañía petrolera y minera australiana que el 5 de diciembre ganó la licitación para un proyecto de 11.000 millones de dólares para desarrollar el campo Trion en México con Pemex, la compañía petrolera estatal, dijo que su intención es estar "en buena forma en 50"; en otras palabras, poder obtener mucho dinero con el petróleo en 50 dólares por barril o incluso menos.

La reducción de 60 por ciento en el propuesto costo del proyecto Mad Dog Two de BP sugiere que hay abundante espacio donde recortar. Inicialmente, la compañía pretendía instalar un "mástil" flotante de última generación hecho a la medida, en palabras de un funcionario, como un "traje sastre de Savile Row". Ese proyecto fue archivado en el 2013. La alternativa es una versión "lista para usar" estándar, aunque BP promete que no ha comprometido la seguridad. Será la primera plataforma nueva de la compañía desde su derrame petrolero de Deepwater Horizon, también en el golfo, en el 2010.

Consciente de que el control de la OPEP sobre los precios pudiera disminuir, y que las presiones a más largo plazo sobre el petróleo provengan del cambio climático y la "demanda pico", BP pretende asegurar que tres cuartas partes de esos ahorros de costos sean estructurales, y que solo una cuarta parte de ellos esté sujeta a las oscilaciones cíclicas.

Andrew Latham de Wood Mackenzie, una firma consultora, dijo que, además de la reducción de costos, la mejor apuesta de las grandes empresas petroleras en un futuro más sustentable económicamente es el gas natural, cuya producción puede ser más barata y que es más fácil de encontrar que el petróleo. Podría haber aún muchos más elefantes gaseros que descubrir. Sin embargo, no tendrán ni por asomo la distinción de los petroleros.

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