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De The Economist
Los puestos improvisados aparecen en todas las carreteras en el campo de Brasil, habitualmente llenos de plátanos y cocos. En los caminos secundarios de los tres estados sureños de Brasil –Paraná, Santa Catarina y Río Grande do Sul– lo que se ofrece son sartas de salchichas ahumadas. Como los gnomos de jardín que en ocasiones montan guardia, las salchichas alemanas son un legado de los inmigrantes de Alemania, Polonia y otros países de Europa Central que, junto con italianos del norte, se asentaron en la región a mediados del siglo XIX.
El sur de Brasil, un área del tamaño de Francia con una población de 29 millones de habitantes, se siente como una región aparte en otros aspectos. Las temperaturas puedes descender por debajo del grado de congelación en el terreno lleno de colinas, y las chozas en los barrios pobres de las ciudades costeras están cubiertas con techos de dos aguas, como si estuvieran construidas para soportar la nieve. Los sureños prefieren el té de yerba mate a los cafezihnos, y miran tanto hacia Uruguay y Argentina como hacia el resto de Brasil. Florianópolis, la capital de Santa Catarina, tiene vuelos a Buenos Aires pero no a Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, el segundo estado más grande de Brasil.
En estos días, la diferencia de la que los sureños más quieren hablar es económica. Aunque la región no se ha salvado de la peor recesión en la historia moderna de Brasil, sus efectos han sido más moderados. La tasa de desempleo del Sur se ha duplicado a 8 por ciento desde que empezó la recesión en el 2014, pero sigue estando muy por debajo del promedio nacional de 11,8 por ciento. Las entradas por impuestos sobre las ventas han mantenido el ritmo de la inflación, un signo del consumo resiliente. En San Pablo, el motor industrial de Brasil, han descendido en términos reales. Esta fortaleza tiene sus orígenes en la historia industrial, pero la región también tiene lecciones que enseñar al resto del país.
La suerte sureña empieza con el clima y la geología. El Sur no es propicio para la caña de azúcar y el café, los productos básicos que atrajeron a los magnates portugueses al noreste de Brasil, donde establecieron una economía basada en la extracción y explotación de la mano de obra esclava. Los depósitos minerales alentaron las concentraciones de riqueza y energía en otras regiones. Las tierras agrícolas del Sur, buenas para cultivos como trigo y maíz, atrajeron a campesinos pobres que compraron pequeñas parcelas que labraron ellos mismos. Incluso hoy, solo una de cada siete granjas en Río Grande do Sul es mayor a las 80 hectáreas.
Los primeros rigores crearon una cultura de independencia: "Uno tenía que ser emprendedor simplemente para sobrevivir", explicó el gobernador de Santa Catarina, Raimundo Colombo.
Las tradiciones de independencia y propiedad familiar dieron forma a la industria de hoy: el Sur es el centro del equivalente de Brasil del mittelstand, las medianas empresas de Alemania.
Los hábitos de cooperación han sido igualmente importantes. Las muchas cooperativas de crédito del Sur dan a las compañías un mejor acceso al financiamiento del que está disponible en otras partes de Brasil. Coamo de Paraná, con 27,000 miembros, es la cooperativa agrícola más grande de Latinoamérica. Los sureños también se unieron para educar a sus hijos, financiando "universidades comunitarias" libres de cuotas más allá de las ciudades principales. Chapecó, una localidad de 180.000 habitantes en el interior de Santa Catarina, tiene dos de esas escuelas. Esta historia ha legado a la región una clase media relativamente grande y una menor desigualdad que en el resto de Brasil. Su PIB per cápita está por encima del promedio.
La principal contribución del gobierno ha sido no desperdiciar esas ventajas. Los alumnos de la región superan el desempeño de la mayoría de los otros escolares brasileños en las pruebas internacionales. Sus gobiernos han impuesto menos de la burocracia que sofoca a las empresas por la cual Brasil es famoso.
Los estados sureños están entre los más competitivos de Brasil. En una clasificación realizada por la Unidad de Inteligencia del Economist, Paraná y Santa Catarina se ubicaron en segundo y tercer sitio después de San Pablo. Río Grande do Sul apareció en el noveno entre los 27 estados de Brasil.
Esto ha ayudado a dar al Sur el tipo de economía que a Brasil le gustaría tener, una que es diversificada y en gran medida independiente del ciclo de las materias primas. Las industrias de extracción representan menos del 1 por ciento del PIB regional, comparado con un promedio de 4 por ciento en Brasil. La manufactura genera entre 16 y 22 por ciento de la producción, comparado con 12 por ciento nacionalmente.
La inversión extranjera está impulsando la ventaja manufacturera del Sur. BMW, el fabricante de autos alemán, abrió su primera planta brasileña en Santa Catarina hace dos años, y Renault, un rival francés, está gastando 218 millones de dólares en ampliar una en Paraná.
El animado sector de la tecnología es en gran medida de origen local. Florianópolis es uno de los principales centros de empresas emergentes de Brasil. Sus compañías tecnológicas pagan más en impuestos que el bien desarrollado sector turístico de la ciudad. Las ciudades capitales de los otros dos estados le siguen de cerca.
Muchas de las compañías tecnológicas de la región surgen de su vocación por la agricultura, cumpliendo una ambición brasileña de crear industrias de alto valor con base en sus fortalezas en los recursos naturales. Una empresa emergente en Pato Branco, una ciudad ordenada de 80.000 habitantes en el interior de Paraná, habilita drones para mapear tierras agrícolas. En Florianópolis, Agriness desarrolla software para monitorear la salud de 1,6 millones de cerdas, que producen 80 por ciento de la carne de cerdo de Brasil.
Las compañías de menor tecnología también están ascendiendo en la cadena de valor. En Concordia, en el interior cubierto de colinas de Santa Catarina, BRF, el exportador de pollo más grande del mundo, ha instalado una producción halal para vender al Medio Oriente. También ha establecido un ahumador de prosciutto para una clientela diferente: los amantes de la buena comida en San Pablo.
Una unidad cercana de Embrapa, un instituto federal de investigación agrícola, desarrolló una raza de cerdo que produce carne de bajas grasas para ese mismo grupo de consumidores. Aunque la agricultura representa una décima parte del PIB del Sur, esa inventiva eleva su participación de la industria relacionada con las granjas al 50 por ciento.
A los sureños les preocupa que las debilidades de Brasil en su conjunto, algunas de las cuales también plagan a los gobiernos de la región, los frenen. Santa Catarina y Paraná han estabilizado sus finanzas, como el gobierno federal está tratando de hacer ahora, pero Río Grande do Sul tiene uno de los déficits más grandes del país. El 22 de noviembre, la entidad siguió a Río de Janeiro en declarar un estado de "calamidad financiera", un preludio para buscar ayuda federal. Va a despedir a 1.200 empleados y a recortar salarios.
Juliano Froehner, un emprendedor serial cuyo negocio más reciente es un servicio que recuerda a los padres que lleven a sus hijos a revisiones médicas, pasa 10 días al mes en la ciudad de San Pablo. Eso es porque sigue siendo el mayor centro de finanzas y talento de la nación, pero incluso los presuntuosos paulistanos ya no le preguntan por qué pasa el resto de su tiempo en el Sur.