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REIKIAVIK.
Se viven buenos tiempos de nuevo en Islandia. En junio, derrotó a Inglaterra en un partido de fútbol. En el "índice del techo de cristal" de The Economist, es el mejor país del mundo para las mujeres que trabajan.
Y la economía está funcionando bien. Después de una descomunal crisis en 2008-2009, se espera que el producto interno bruto crezca en 5 por ciento este año, más rápido que en cualquier otra economía rica. El gobernante (y conservador) Partido de la Independencia ha sido recompensado: obtuvo 30 por ciento de los votos en la elección en octubre, más que cualquier otro partido. Pero a algunos les preocupa que la estabilidad económica de Islandia de nuevo se esté basando en lava fundida.
La mayor preocupación gira en torno del trato que da a los acreedores extranjeros. Cuando golpeó la crisis, el país impuso controles de capital, protegiendo a la corona al evitar que los inversionistas sacaran capital del país. Recientemente, el gobierno ha estado relajando las restricciones. Los islandeses pronto ya no tendrán que presentar boletos de avión para comprar divisas extranjeras para sus vacaciones.
Sin embargo, un grupo de inversionistas extranjeros acusa a Islandia, de hecho, de incumplir el pago de sus deudas. Poseen activos extraterritoriales denominados en coronas con valor de alrededor del 10 por ciento del PIB islandés.
Se les ha permitido convertirlos a moneda extranjera, pero solo con una gran pérdida. Mientras tanto, el gobierno ha bloqueado sus activos en cuentas que pagan bajo interés. Las administradoras de fondos inconformes han presentado una queja ante la Autoridad de Vigilancia del Área Europea de Libre Comercio (ESA, por su sigla en inglés), un tribunal comercial. También está en marcha una guerra de información. Han aparecido misteriosos anuncios en Reikiavik, que acusan al banco central de corrupción.
Si Islandia de nuevo molesta a los inversionistas extranjeros, eso sería una mala noticia. La nación está ampliamente abierta a los flujos financieros internacionales, y está entre los países más pequeños del mundo que no tienen un tipo de cambio fijo. Una gran proporción de la deuda corporativa está denominada en divisas extranjeras; la devaluación haría más difícil el pago de la misma.
Pero la mayoría de los inversionistas parecen tranquilos. Aceptan que el gobierno necesita relajar los controles lentamente; Fridrik Mar Baldursson de la Universidad de Reikiavik advierte que la corona estaría bajo mayor presión si los fondos pudieran retirarse todos a la vez. Hasta ahora, la ESA parece estar tomando el bando de Islandia. Este año, las agencias calificadoras han mejorado la deuda pública de Islandia.
El país está disfrutando de un auge turístico. En el 2017, se esperan 2,25 millones de visitantes; casi siete veces la población local. La afluencia ha creado muchos empleos, y un frenesí de construcción: Reikiavik tiene una grúa en cada esquina. Sin embargo, el auge del turismo tiene una desventaja. El mero peso de los visitantes extranjeros ha elevado la corona.
Frente al dólar, es la segunda moneda con mejor desempeño del mundo en el último año. Eso ya parece estar perjudicando a las antiguas industrias de exportaciones. En lo que va de este año, las exportaciones de productos marinos han bajado en más del 10 por ciento comparado con el año pasado. Las empresas islandesas en riesgo ahora no están en los servicios financieros sino en sus industrias tradicionales.