Por Pablo Noé

Director periodístico La Nación TV

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La fuerza de la costumbre, sumado a su rastro imborrable e innegable hace que ciertas situaciones cotidianas pasen a formar parte del léxico colectivo, describiendo, de manera analógica una realidad que en un escenario parecido presenta resultados similares. Cada país e incluso regiones y barrios tienen sellos característicos, con los que desnudan cuestiones que llevarían más tiempo de explicar de otra manera. Una de esas definiciones es la que en el castellano se conoce como el mear fuera del tarro, pero que en nuestro dulce idioma guaraní adquiere un sabor mucho más impactante, ya que en dos palabras sellamos un hecho y lo dotamos de un significado inconfundible: el kuaru karê.

Cuando hablamos del kuaru karê no hacemos más que definir una actuación equivocada, de quien se posiciona en un lugar pero que en realidad debiera estar en otro sitio, produciéndose así un divorcio evidente entre el hecho y las intenciones. En términos más simples también se describe esto del kuaru karê como pifiar el objetivo de un acto, una definición todavía más cercana a apuntar al mingitorio o inodoro, cuando se tiene la mira desviada, con las poco higiénicas consecuencias que trae aparejado este tema.

En el Paraguay estamos muy acostumbrados al kuaru karê en el plano de la "opinología", esa pseudociencia que se multiplica en redes sociales, que da voces a todos, incluso a los que no tienen vela en el entierro, otra de las frases hechas que en esta oportunidad no es tema de este comentario.

El caso más cercano de kuaru karê son las elecciones de los Estados Unidos de América, en donde el ejército de opinantes describió con todo tipo de términos el proceso electoral y el resultado final del mismo, que como es sabido, trajo una consecuencia poco esperada, el candidato republicano Donald Trump terminó electo como Presidente de una de las potencias más grandes del planeta.

Entre las cuestiones que se deslizaron en las redes y medios de comunicación se criticaba al pueblo norteamericano que había elegido a un impresentable como su primer mandatario.

En términos simplistas, uno puede hurgar en el pasado del Trump y va a encontrar una serie de barrabasadas que son poco entendibles. Sin embargo, su comportamiento debe ser entendido en un contexto, en el que buscó de forma inteligente captar el voto masivo en un público que era su objetivo, es decir los votantes. Una fórmula, que puede no gustar, pero que terminó de manera exitosa.

A miles de kilómetros del gran país del norte, desde una isla rodeada de tierra, del tercer mundo, pensar y proyectar los intereses del ciudadano americano promedio, es como mínimo pretensioso y errado. Otro kuaru karê, creer que nuestras visiones y necesidades son idénticas a las de los involucrados directamente en estas elecciones.

Kuaru karê es esperar una mayor "calidad" del voto estadounidense. Como si fuera que el americano promedio es una luminaria, cuando real y efectivamente después de estos comicios se volvió a comprobar que la democracia produce este tipo de resultados: la gente vota por quien dice que realizará de forma más eficiente los programas que son su prioridad. Lo que para nosotros puede ser eliminar la corrupción o crear mayor infraestructura, para el norteamericano es una mayor estabilidad económica, o proteger al país de los ataques terroristas, es decir, necesidades pragmáticas totalmente diferentes.

A todo este desparramo de desechos, tenemos que agregarle otro razonamiento muy repetido, basado en un etnocentrismo ridículo, "no tenemos que preocuparnos por lo que pasa en EEUU ya que acá tenemos muchos problemas". En el mundo de la globalización, con los efectos en cadena, desde la economía hasta la ecología, no mirar lo que sucede en el mundo, ya sea el Brexit o las elecciones americanas, es ser necio o ciego, por no escribir algún adjetivo más fuerte.

A este ritmo, el kuaru karê está a pasos de ocupar un sitio de privilegio en la escala nacional como el vai vai, el peichante o el ñembotavy. Sobre todo cuando nos escandalizamos por Donald Trump, y nos olvidamos de nuestras autoridades, que no son impuestas, sino también, elegidas por el pueblo.

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