Por Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza20@hotmail.com

Su inicio tiene su antecedente intencional. Al remar uno se dispone a mirar hacia adelante. De ir. Y eso implica mucho más que moverse. Hay en lo activo una razón de ser y ella es la que motiva su proceder. Se puede preparar una formidable misión, pero para que la misma llegue a su fin deben suceder, o probablemente acontezcan, incontables circunstancias. Por lo que la firmeza de la decisión, que causó la iniciativa de la actividad, repercutirá notablemente en el devenir de los hechos.

Indudablemente el objetivo debe ser coherente con la preparación realizada. Aquí se presenta una de las raíces principales de la posible conquista. No se puede ignorar o evitar o subestimar o descalificar el proceso anterior a la hora de comenzar a remar.

Y si se aprecia ampliamente lo que se pretende, se puede comprender que todo forma parte de un engranaje y que lo que se ve tiene tantas aristas, que han sucedido y que quizás no han sido visibilizadas por quienes observan, como la que se alcanza a exponer en el presente. Hay un estado anterior al éxito de una acción. Y que también pertenece a la remada del vivir. Se rema en todo momento. Y todos tienen sus propias maneras de hacerlo. En cada uno hay un remero. Al paletear se impulsa la vida.

El remo nos pide fuerzas para que la embarcación se desplace sobre el manantial de agua que la sostiene. Y en el uso de sus componentes, pala, caña, guión y puño, se desarrolla el cumplimiento de su función. Se rema hacia lo querido, se inspira el ánimo constructivo.

Hay un ciclo que se inicia al introducir la pala del remo al agua y se cierra al sacarla de la misma. Al remar nacen los desafíos de hacerlo apropiadamente, de moverse de manera sincronizada, de sostener el camino elegido, de tomar decisiones que permitan el buen andar. Hay diferentes posiciones, entre ellas el remar en posición vertical o el hacerlo sentado mirando hacia proa con diferentes tipos de remos.

Lo importante es darle valor a lo que hacemos, desde el lugar en que nos encontramos. Apreciar que se está viviendo ayuda a generar energías que estimulan el proceso de remar. Siempre se rema. En todas las etapas hay un océano por transitar.

Hay corrientes favorables en la abundancia marina, como también suceden grandes mareas que dificultan el navegar. Si se circula contracorriente hay que saber que en algún momento la misma dejará de persistir y el viento en esto jugará un papel importante, por lo que hay que comprender la preponderancia que posee la naturaleza en cada circunstancia.

El esfuerzo tiene su recompensa, la vida sonríe cuando se siente inmersa en una causa que la dignifique. Hay que estar dispuesto a remar aunque por momentos parezca que no hay avance alguno, no hay que dejar de remar. Claro que se puede descansar para recobrar fuerzas y también se puede reflexionar cómo se está remando y hacia dónde se está yendo; para después seguir avanzando.

Se puede remar con otros. Se puede remar junto a otros. Así la fuerza es mayor, todo se multiplica de acuerdo al número de miembros que realizan el empeño de bogar. Hay que estimular el remo en equipo, así se comparten los ideales que ayudan a vivir. La humanidad necesita que cada uno utilice su remo y que sienta que es valioso para el entorno en el que habita.

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