Jonathan Berman

Para nuestra familia, es la rutina al llegar a casa. Me estaciono en la entrada y mi hijo sale volando del auto para inspeccionar las cajas en las escaleras de la puerta. Santa solo entrega una vez al año, pero Amazon deja algo en nuestra puerta cada dos días.

Amazon conoce nuestra dirección, pero más de la mitad de la población del mundo no tiene dirección formal. No todos son pobres. Cientos de millones de personas tienen dinero y acceso a internet, y están listos para comprar, pero el identificar en dónde dejarles la caja es un problema.

Por eso surgió OkHi (se pronuncia "OK. Hi!" en inglés). El usuario autoriza a una persona de entrega, que a su vez recibe, de parte de OkHi, las coordenadas y la foto de la fachada de la casa del usuario. La aplicación reduce el tiempo de entrega en un 50%, de acuerdo con sus fundadores.

El servicio de ubicación de compradores de OkHi es una pieza de un creciente ecosistema. Jumia es una plataforma africana de comercio electrónico, que entrega en las ubicaciones de OkHi. Comenzó en el 2012 y creció rápidamente, tomando ventaja del irregular servicio de Amazon, con largos tiempos de envío y mala experiencia de usuario. Hoy, Jumia está en nueve países y es valorada en $550 millones de dólares.

African Courier Express es un proveedor logístico que mueve productos desde las bodegas de comercio electrónico, como las de Jumia, hasta puntos identificados por aplicaciones como OkHi. Dicho esto, estas empresas tecnológicas emergentes africanas atrajeron 186 millones de dólares en inversiones el año pasado.

Las empresas tecnológicas están bien acondicionadas para un entorno de escasez. Requieren poco capital para comenzar y entregan valor en la ausencia de competidores establecidos y de regulaciones claras. De lo que dependen las empresas emergentes es del celo emprendedor y del talento para la solución de problemas. África tiene esos recursos en abundancia.

¿Pero acaso ese talento no requiere entrenamiento para construir software? La startup Andela vio una oportunidad ahí. Encuentra las mejores mentes de África, les brinda más de 1.000 horas de entrenamiento y después envía a sus reclutas alrededor del mundo.

¿Y ese talento no necesita capital para crecer? Ahí entra Asoko Insight, que lleva a las compañías africanas a una plataforma en línea usada por inversionistas de todo el mundo (confesión: soy un inversionista). Asoko Insight informa sobre tres o cuatro veces más compañías que cualquier fuente previa.

Muchos sectores están saturados en los mercados desarrollados, pero abiertos en las fronteras. Premise Data, por ejemplo, brinda lo que es común en California, pero extraño en Nigeria: información verificada del mercado de consumo. Premise recluta a decenas de miles de contribuidores, para reunir observaciones a nivel de mercado sobre qué productos están disponibles, quién entra a las tiendas y qué tan lejos están del banco más cercano.

Premise y Asoko crecen no solo porque están en nuevos mercados, sino porque están desarrollando un nuevo modelo para tener éxito ahí. La aversión de Silicon Valley a los negocios de interacción humana intensiva es algo sabido. Sin embargo, como lo demuestran los modelos de sus compañías, desplegar gente en el campo es lo que se requiere para África, y debería ser complementado con aprendizaje automático.

Las comunidades tecnológicas americana y africana tienen mucho que aprender entre sí, pero los lazos comerciales de largo plazo entre ambas están creciendo.

(Jonathan Berman es el CEO de J.E. Berman Associates, una firma de inversión y consultoría).

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