Por Marcelo A. Pedroza
COACH – mpedroza20@lanacion.com.py
Son pilares que la sostienen y que permiten que su utilización sea productiva. El respeto y el sentido. Ambos están a su disposición y siempre abiertos a su uso. La palabra lo agradece. Y lo hace a través de su inserción en todos los estratos donde fluye. Así es, su andar se esparce como el agua. Recorre el planeta y lo seguirá haciendo mientras exista vida humana. Es inmensa y caudalosa su misión.
Habitar en el ser que la cobija y desde ahí llegar a la existencia de quien la recibe. Está destinada a extenderse de uno en uno. Su aparecer puede suceder masivamente aunque su impacto cala individualmente.
Es propia de quien la emite y le deja al destinatario, entre tantas opciones, la posibilidad de hacerla suya. Las palabras son como las raíces de un árbol que se abrazan para ser fuertes y de esa forma poder alimentarlo y verlo crecer entre las múltiples especies que están a su alrededor. Entonces yacen adentro de quien las utiliza.
Las palabras se viven. Nacen durante el crecimiento del ser humano y podrán hacerlo durante toda su vida. Se hallan espontáneamente en la cultura que las tutela y que las difunde. El ambiente en donde se extienden ocupa un papel preponderante para quienes se inician en su práctica.
Descubrir una palabra dicha por otro produce sensaciones. Y en la temprana edad surgen las imitaciones. Hasta que se aferran a la vida de quien las comprende y las reproduce. Y lo presentan como es. Lo distinguen entre los seres que están a su lado.
En cada palabra hay una notable oportunidad de ser auténtico. Eso depende exclusivamente de quien se atreva a utilizarla. Siempre está latente el enorme abanico de efectos que acarrea su empleo. Es responsable de lo que dice el que lo comunica. Y como todas las palabras traen consecuencias, la regla general es que las mismas necesitan la presencia de las acciones que le dan el respaldo correspondiente.
Las palabras son libres. Y siempre lo serán. ¿Por qué prohibir una palabra o por qué imponer el uso de una palabra? El diccionario está lleno de palabras y todas están juntas. Conviven en orden alfabético dentro de esa gran obra de consulta popular. Forman parte de un conjunto y cada cual significa concretamente algo.
Las costumbres cambian y las palabras fluyen. Hay vocablos nuevos y otros en desuso. Aunque en cada uno existe la esperanza de ser útil para las personas que en algún momento los traigan a colación. No se puede negar el significado de su razón de ser.
Las palabras son poderosas. Hay que conocerlas, sentirlas, comprenderlas y compartirlas. Repercuten en las emociones y pueden producir notables comportamientos. Donde hay dolor pueden llevar alivio, donde hay angustias pueden levantar el ánimo, donde se necesita un consuelo pueden llevarlo, como también donde hay entusiasmo pueden esmerarse en mantenerlo.
Las palabras son sociales y se realizan donde hay un grupo. En la comunidad las mismas son vitales. En cada ciudadano se materializa la vida de las palabras. Y a través de ellos repercuten en lo colectivo. Su alcance trasciende geografías y los movimientos que ocasiona repercuten en todas partes.