Por Richard E. Ferreira-Candia

Periodista, analista y docente

@RFerreiraC

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No considerar como importantes las lecciones que dejaron los errores cometidos por uno mismo o por otros, puede ser letal, porque a la larga se caerá en las mismas equivocaciones. Y cuando llegue ese momento, solo habrá un largo lamento. Sucede en la vida misma. Si uno no aprende de sus errores (o los de otros), seguirá anclado en ellos y lamentándose siempre por no hacer bien las cosas.

En el campo político observamos repetitivos errores que cometen los que administran el poder y las agrupaciones políticas, sin tener en cuenta los que cometieron sus antecesores. Uno bastante común es moverse en medio de enfrentamientos, intentando llevar todo por delante, imponiendo temas, sin considerar factores importantes ni las eventuales consecuencias de las acciones. Plantear a la fuerza y de manera acelerada un interés político, le ha costado a muchos el destierro electoral.

-"Nuestro error contemporáneo es la persistencia de una actitud escéptica en relación a las lecciones de la antigüedad" -escribió José Saramago en "La balsa de piedra", dijo el comandante mientras empezaba a saborear su café negro, sin azúcar, mientras el mío era ubicado en la mesa del altillo del Café Literario. Había llegado diez minutos tarde, hecho que fue observado por mi interlocutor de una manera dura, pero amable: Me robaste 10 minutos de mi tiempo.

El comandante siempre fue estricto con los horarios. Considera que si uno llegaba tarde a una reunión es un robo al que cumplió con lo acordado. No hay excusas, aunque intenté explicar mi llegada tardía con el argumento de que no había encontrado estacionamiento. -Eso tendrías que haber considerado antes, y salir más temprano, insistió. Ya no intenté justificar lo injustificable; tenía razón.

-Vivimos un tiempo de tensión permanente -indicó luego de ponernos al día con cuestiones más particulares, como el dolor compartido por la pérdida de un gran amigo, el periodista Vicente Páez, conocido también como comandante. Fue una gran persona, dije. -"Qué tiempo queda aún, es algo que nadie sabe" -escribió también Saramago, añadió con un nudo en la garganta.

Ya en nuestra conversación sobre política, el comandante apuntó que los políticos deben saber diferenciar entre las preocupaciones y los temas de campaña. Explicó que la diferencia entre "preocupación" y "tema" está en que la primera palabra, en el contexto social y político, se centra en el clamor ciudadano a la solución de sus problemas, mientras que la segunda sobre el punto esencial en que el político usa para su campaña en una carrera electoral.

Los partidos políticos y los gobiernos de turno, generalmente, cometen el mismo error que les costó muy caro a anteriores dirigentes y gobernantes. Creen que todos están de acuerdo en cómo piensan, creen en el "clamor popular", y están convencidos de que pueden manejarse solos.

-Pero –dijo el comandante– deben tener cuidado, como advierte Dick Morris, en que el tema convertido en discurso "una vez que ha sido usado en excesivo, su valor como forma de discurso simbólico se reduce". Y es peor cuando se trata de un discurso populista, porque, dice Morris, "el problema con los populistas es que creen que todo el mundo está de acuerdo con ellos".

Pedimos dos botellas de agua y el mozo nos dijo que por el corte de energía del día, que duró varias horas, no estaban muy frías. Nos trajo igual. El comandante siguió luego: Los partidos políticos y los gobiernos de turno, generalmente, cometen el mismo error que les costó muy caro a anteriores dirigentes y gobernantes. Creen que todos están de acuerdo en cómo piensan, creen en el "clamor popular", y están convencidos de que pueden manejarse solos.

Sostuvo, en otro enfoque, que en todo sistema político, en especial en un proceso electoral, se registran naturalmente confrontaciones. Cada quien, en el imperante proceso de buscar el poder, desea ocupar un lugar que es incompatible con el deseo de otro. Hay incompatibilidad y ahí surgen los conflictos políticos. En medio de esa confrontación política siempre sale perdiendo el ciudadano, que es lo triste y lamentable, se quejó.

El comandante añadió que algunos teóricos sostienen que el conflicto político no es natural, sino que es producto de intereses sectoriales por encima del interés general.

-Ahí aparece lo que se puede reducir en el enfrentamiento que instala al menos dos bloques: los "amigos" y los "enemigos". A los "amigos se les protege", a los "enemigos se les ataca". No hay punto intermedio.

Coincidimos en que el fondo del conflicto siempre es el poder, y que para algunos mantenerse o alzarse con él es el objetivo principal que persiguen, sin importar los medios que utilicen. Y es ahí –enfatizó el comandante– cuando se cometen los mismos errores anteriores.

Ya había terminado su café, y poco antes de irse, analizó finalmente: Los políticos deben comprender que un político que gobierna con un solo partido o sector y quiere imponer un tema a la fuerza, además de instalar conflictos políticos, tiende al fracaso. Ese fue un error común durante nuestro proceso democrático. Y evidentemente, algunos aprendieron la lección. Eso.

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