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Al planificar para el futuro, los políticos democráticos no se atreven a mirar más allá de las próximas elecciones, a no ser que pierdan la posibilidad de llegar al poder – o de seguir en él – antes de que llegue el futuro.

Los gobernantes militares de Tailandia no tienen tales escrúpulos. Reescribieron la Constitución de ese país para asegurarse de que ellos guiarán a los futuros gobiernos, incluso después de que vuelvan a celebrarse elecciones. Eso les dio la confianza suficiente para elaborar un plan para la economía a veinte años. En un discurso en Bangkok, el pasado 28 de setiembre, el primer ministro Prayuth Chan-ocha, líder del golpe, se comprometió a convertir a Tailandia en un país desarrollado para el 2036.

La Junta ve a Tailandia ascendiendo a una cuarta etapa de desarrollo económico, "Tailandia 4.0", más allá de la agricultura y de las industrias ligera pesada. Esta siguiente etapa contará con nuevos "motores de crecimiento", tales como la biotecnología, el internet de las cosas y la "mecatrónica", una fusión de la mecánica y la electrónica.

Con esta visión tapando el panorama, algunos aceptaron las reformas estructurales que están en marcha. La junta ha aprobado un impuesto a la herencia y otro sobre la tierra y la propiedad están en la lista. También ha comenzado a reformar el gobierno corporativo de las 56 empresas de propiedad estatal del país, con la esperanza de liberarlos de la interferencia política e, incluso, con la opción de privatizarlas. Para interconectar el país, el gobierno está contemplando grandes gastos en infraestructura, incluyendo US$ 51 mil millones de inversión en vías férreas, carreteras y aeropuertos.

Queda mucho por hacer. El sector de servicios de Tailandia es el más protegido en el sureste de Asia. Ni Estados Unidos, ni la Unión Europea están dispuestas a negociar un acuerdo de libre comercio con la junta, incluso cuando hablan a sus rivales regionales como Indonesia, Filipinas y Vietnam.

No obstante, el plan económico del régimen lo dejó expuesto a una amenaza inusual: llevan a cabo demasiados seminarios con los ojos puestos en el largo plazo y dejan de lado el corto plazo, dijo Suradech Taweesaengsakulthai, un hombre de negocios en Khon Kaen, una capital de provincia del noreste. Los esfuerzos de la junta para avanzar en las reformas estructurales son más impresionantes que sus esfuerzos para reactivar el consumo. Eso no es algo que se pueda decir de la mayoría de los gobiernos del mundo.

Una reactivación de la demanda interna es necesaria. La economía de Tailandia está operando muy por debajo de su capacidad. La inflación es mucho menor que la meta del banco central, el superávit de cuenta corriente es sorprendentemente alto, en torno al 10% del PIB, el crédito privado se hundió –creciendo 5% en el primer trimestre– y la deuda soberana es modesta: 44% del PIB en el 2015. La inversión pública, gracias a los grandes planes de la Junta Militar, está creciendo a un ritmo de dos dígitos, pero los endeudados consumidores de Tailandia se mantienen cautelosos y la inversión privada se ha estancado.

El déficit global de la demanda ascenderá a cerca de 1,4% del PIB este año, según el Fondo Monetario Internacional. Si se sustrae el gasto de los turistas extranjeros, la brecha es aún mayor, como lo muestra el superávit de cuenta corriente. Esta falta de gasto se manifiesta en las cifras de la inflación: Los precios al consumidor cayeron por 15 meses consecutivos el año pasado y el presente y solo aumentaron el 0,3% en el año hasta agosto.

El estancamiento de la demanda es especialmente visible en las provincias. La economía rural se ha contraído durante siete trimestres consecutivos. Nongpetch Khunnasarn, una concesionaria de coches usados fuera de la ciudad de Caen, el corazón político del gobierno depuesto por la Junta Militar, no hizo una venta durante los dos últimos meses. Bajo el depuesto primer ministro Yingluck Shinawatra, añadió, ella vendía un vehículo por semana.

En Ban Phue, a una hora en automóvil de Khon Kaen, dos años de sequía y la caída de los precios agrícolas han dado lugar a un colapso en los ingresos de los agricultores. El año pasado Bangkok ordenó a los agricultores no sembrar un segundo cultivo, debido a la falta de lluvias. Este año, los agricultores están ejecutando una lotería para determinar quién puede usar el agua de lluvia almacenada.

Los agricultores de Tailandia confían en papeletas, no en billetes de lotería, para obtener lo que necesitan. Cuando el hermano de Thaksin Shinawatra, hermano de Yingluck, se convirtió en primer ministro, en el 2001, apuntó a aumentar el ingreso de los pobres que habían votado por él. Él introdujo la atención médica barata, crédito rural accesible, salarios mínimos más altos y precios mínimos generosos para los productos agrícolas. Cuando eso, en un momento dado, una tonelada de arroz cosechado valía US$ 625. Ahora está apenas en US$ 230, gracias a la caída de los precios mundiales y a la eliminación de los precios mínimos de los productos efectuada por este gobierno.

"Si el gobierno no paga más, ¿qué podemos hacer?", se lamentó el agricultor Anong Wannasupring.

Por todo el despilfarro y la corrupción, el estilo de política clientelista de masas de Shinawatra ayudó a extender el poder adquisitivo en las regiones más pobres, donde los peces gordos locales se repartieron los fondos desembolsados por el gobierno central. Todo eso ha cambiado bajo la Junta Militar, que mantiene un control más firme en la billetera del Estado.

El National Village Community Fund, que ha destinado US$ 14.400 a cada una de las casi 80.000 aldeas para inversión proyectos rurales, ahora es administrada por el Ministerio del Interior. Las instituciones financieras especiales del Estado, que proporcionan crédito rural, ahora están reguladas por el Banco Central, habiendo sido previamente los juguetes de los políticos provinciales.

En estos días, Suradech dijo, si está esperando dinero de Bangkok, "va a seguir esperando y por siempre".

Su queja es confirmada por un cálculo sorprendente. El Banco Mundial estima que más del 70% del gasto público de Tailandia en el 2010 benefició a la

Gran Bangkok, donde se encuentra el 17% de la población del país. En ninguna otra economía con un nivel comparable de ingresos, el gasto público es tan sesgado, según los economistas del banco.

En lugar de levantar el poder de compra de las masas rurales, la Junta Militar apuntó a impulsar el gasto de los turistas y de los residentes urbanos. Redujo notablemente los impuestos para las relativamente pocas empresas y las personas que los pagan. También ha logrado duplicar el número de visitantes de China, a 10 millones al año.

Los esfuerzos de Bangkok de recuperar la toma de decisiones fiscales pueden frenar el clientelismo, pero esta reconcentración del poder también puede dar lugar a una reconcentración de la prosperidad. La centralidad renovada de "un hombre en Bangkok", dijo Nongpetch, fue mala para los negocios.

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