Por Gabriela Teasdale,
Socia del Club de Ejecutivos.
No necesitaríamos asegurar puertas, instalar alarmas, levantar muros o colocar rejas, no habría guardias de seguridad ya que practicaríamos la ley de oro: "trata a los demás como quieres que te traten a ti". Los crímenes disminuirían porque la mayoría tiene como base la mentira, el robo o la trampa. La tasa de divorcios se reduciría porque no existiría el engaño entre las parejas.
La honestidad es la garantía de una sociedad que funciona correctamente, de un buen matrimonio, de relaciones duraderas y de un asegurado éxito profesional. Nada importante se puede edificar sobre la mentira porque tarde o temprano, aquello que construimos se viene abajo como un castillo de naipes.
La honestidad es el valor esencial del carácter, el estabilizador o el gobernador del alma. El diccionario dice que la honestidad es genuina, franca y abierta, un concepto que enlaza con el significado de TRANSPARENCIA. La gente confía en una persona cuando la percibe honesta y auténtica. Es uno de los valores más importantes para el individuo porque lo conduce a vivir de una manera armónica con sí mismo y su entorno.
La honestidad nos lleva a una vida de integridad en la que nuestro interior y exterior, son reflejo el uno del otro. Debemos ser honestos con la mente y el corazón porque de lo contrario, nos engañaremos a nosotros mismos y a los demás. William Shakespeare dijo que "la honestidad es la mejor forma de actuar: si pierdo mi honor, me pierdo a mí mismo".
Para construir una sociedad que se distinga por ser honesta debemos empezar por casa, enseñándoles a nuestros hijos a ser transparentes y respetuosos. No seamos esos padres incoherentes que piden a sus niños no mentir pero que se esconden ante una llamada telefónica o una visita no deseada. Las acciones son más importantes que las palabras, especialmente cuando se trata de nuestros propios hijos, ya que somos el espejo en el que se ven. Ser un buen ejemplo inspira a otros a hacer lo mismo.
A diario enfrentamos situaciones que ponen a prueba nuestra honradez: pagar deudas, hablar con la verdad, no aprovecharnos de los demás, cumplir una promesa, no apropiarnos de aquello que no nos pertenece, no engañar para obtener beneficios. Cuando hacemos lo correcto nos permitimos estar en paz con nuestra propia conciencia, una de las mayores conquistas en la vida.
Pero cuando hacemos algo incorrecto nuestros valores dejan de estar alineados y eso genera consecuencias, la mayoría de las veces muy dolorosas. Por eso, es importante saber reconocer nuestros errores asumiendo la responsabilidad en la búsqueda de soluciones. Evitemos ser cómplices de actos de corrupción permaneciendo alejados de los sobornos, los robos, las mentiras. Mantengámonos firmes a nuestras convicciones recordando que estamos siendo observados todo el tiempo.
Porque cuando tomamos la decisión de ser honestos y de tener una vida transparente y llena de amor, estamos asegurando la construcción de un verdadero LEGADO.