Por Alex Noguera
Editor / Periodista
Hoy hace exactamente 8 días que María Lidia González de Gavilán se levantó de su cama, se bañó y se arregló. Pese a todos los problemas cotidianos que pudiera tener, a las 6:00 ella ya estaba en la vereda de Acceso Sur esperando colectivo, pues debía cumplir su promesa de visitar a sus hermanos.
A sus 60 años era consciente de que debía aprovechar cada minuto de su vida y mientras hacía planes e imaginaba lo que haría ese día, un automóvil se le abalanzó y la atropelló. El dinero que tenía en la mano para pagar el pasaje voló por los aires, como su alma. Ni siquiera tuvo tiempo de darse cuenta.
Cuando uno ve el vídeo del hecho, lo mínimo que puede pensar es en lo absurdo de lo sucedido. Un auto blanco que aparentemente intenta colocarse detrás de un colectivo... sigue la maniobra llevándose todo por delante.
El conductor, de 19 años, robó la vida de María Lidia. Él dijo que un bus de la línea 47 realizó una maniobra y que le hizo perder el control del auto. Mintió. La fiscala tardó tres días en imputarlo. Ella ni siquiera acudió al lugar del hecho. Y el joven sigue libre, como si nada, como si cualquiera pudiera causar la muerte de un semejante sin asumir las consecuencias.
Este accidente -si se lo pudiera llamar así- es tan ridículo que solo los agoreros religiosos lo podrían explicar, tal vez como si fuera parte de la anunciada "Gran tribulación" bíblica. ¿Y quién sabe?, en los últimos días somos testigos de cada calamidad, que no tiene lógica.
Por ejemplo, el bendito triple aguinaldo otorgado por los caprichosos príncipes del Congreso a sus bufones con el dinero del pueblo. Es inconcebible. Mientras se rasgan las vestiduras por tener que trabajar 8 horas por G. 10 millones al mes, los demás no alcanzan el sueldo mínimo trabajando 12 y 14 horas al día. Con toda legalidad, estos caraduras botan dinero vital para otras áreas y además, lo festejan como si fuera un logro y no un robo descarado. Pero son "honorables", eso sí.
Los que no llegan a ese rango son los enfermeros, quienes el miércoles perdieron una batalla judicial contra 23 sanatorios privados. Dicen que el fallo los lleva a la época de la esclavitud, ya que los condena a trabajar hasta reventar sin remuneración ni descanso adecuados. Y sin embargo, para nuestra "atribulada" sociedad, los fotocopiadores son imprescindibles, no así los que cuidan de los enfermos. Estos ahora ya anunciaron huelga general y lo que eso conlleva.
Cada uno puede analizar lo que sucede a su alrededor y llegar a sus propias conclusiones. Todo está bien hasta que los dientes de la realidad muerden su carne y le duele.
Hace apenas dos días, el jueves, otro terremoto se desató y en la escala Richter marcó grado terciario, es decir, los universitarios una vez más explotaron. Hasta ahora el argumento de la película era que "los malos" -la cúpula gobernante- no cedían ante los reclamos.
Los estudiantes, forzando, habían conseguido reunir a los asambleístas para tratar de llegar a un consenso y destrabar el nudo gordiano, pero los ánimos se caldearon. Unos dicen que hubo "infiltrados" y que estos incitaron a los que estaban fuera del Rectorado de Asunción, a tomar por asalto el local. Dentro, los representantes estudiantiles se mostraban indignados con sus pares porque estaban por lograr un acuerdo que les favorecía. Ahora buscan firmas para convocar otra asamblea.
En medio de tantos desastres "importantes", a la sociedad se le escapó Nancy Pereira, una nena de 12 años a la que debían trasplantarle un corazón.
Hubo un momento en el que la durmieron con anestesia general prometiéndole que entraría al quirófano para que se obrase el milagro, pero al despertar le contaron que la familia del donante se había arrepentido y ella seguía con su averiado órgano. No aguantó. Se fue.
"Cuando muere un niño, morimos como sociedad", expresó la Dra. Nancy Garay, jefa de Cardiología del Hospital de Acosta Ñu, luego del desenlace fatal.
¿Qué le pasa a esta sociedad que atropella impunemente a la gente y la mata, que roba y festeja, que esclaviza, que juega a ser civilizada terciaria y que ni se inmuta con la muerte de un niño?
Tiene que sacar el pie del acelerador y abrir la ventanilla. Va tan de prisa que no ve la realidad que pasa a su lado.