Aún sin digerir la renuncia del confidente del presidente Enrique Peña Nieto tras la visita de Donald Trump, el gobierno mexicano sigue pagando los platos rotos que dejó el recalcitrante candidato a la presidencia estadounidense, quien ahora se adjudica como un triunfo personal el cambio de gabinete.

El repudio en México por haber abierto las puertas de la residencia presidencial de Los Pinos a Trump, cuya retórica anti-inmigrante ha llegado a adjetivos como "violadores" y a la amenaza de una muralla fronteriza infranqueable, cundió con efecto dominó hasta tumbar al ministro de Hacienda (Finanzas) Luis Videgaray, conocido como el arquitecto del gobierno.

Entre el escándalo de haber sido el promotor y contacto para el encuentro entre el mandatario y el candidato republicano, Videgaray presentó su renuncia el miércoles, un movimiento que Trump no tardó en capitalizar. "Si observan lo que pasó, las repercusiones, la gente que organizó el viaje en México ha sido expulsada del gobierno. Así de bien lo hicimos", dijo.

En aquel fatídico encuentro el 31 de agosto, que culminó en una conferencia de prensa hombro a hombro, Trump defendió su derecho de construir otro muro fronterizo, mientras Peña Nieto reclamó tibiamente los improperios del magnate contra los inmigrantes mexicanos y reaccionó tardíamente en Twitter sobre su oposición a que México pague el muro, que hizo en privado.

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