Con un carnaval en el Olimpo, Brasil se despidió de los Juegos Olímpicos y regresó este lunes a su dura realidad: muchas cuentas que pagar en medio de una atroz recesión y con su presidenta Dilma Rousseff a punto de ser destituida.
En una exuberante fiesta policroma que trasladó el sambódromo al mítico estadio Maracaná, unas 70.000 personas dijeron adiós a los Juegos bajo la lluvia y vientos de más de 100 km por hora.
"Fueron unos juegos maravillosos en la Ciudad Maravillosa", declaró el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, antes de que se apagara en forma definitiva la llama olímpica en el Maracaná. "Los brasileños han transformado esta gran competición en una fiesta para todo el mundo", añadió.
La mayoría de los brasileños ha quedado orgulloso de la imagen que el país mostró al mundo, pero también creen que las Olimpiadas hicieron más daño que bien, señaló un sondeo del instituto Ibope difundido el domingo.
Un 62% de los encuestados dijo que los Juegos fueron más negativos que positivos, mientras 57% consideró que mejoraron la imagen de Brasil a nivel internacional, mostró la encuesta publicada en el diario O Estado de São Paulo.