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En noviembre, Youssou N'Dour, de Senegal, y otros harán un show en la sala de conciertos Bataclan, en París. Un año después de que hombres armados mataron allí a 90 personas, la idea es que el público se sienta seguro de nuevo. La mejor manera de desafiar a los terroristas, y mantener los negocios en marcha, es retomar las rutinas normales.

Esa es una gran ambición. Sin embargo, el turismo, entretenimiento y otros negocios en Francia no pasan por un buen momento. Soldados fuertemente armados siguen patrullando las calles de París, estaciones de metro y playas de los ríos, en medio de turistas con los ojos abiertos en un nuevo tipo de tarjeta postal de la ciudad.

Un estado de emergencia nacional, en vigencia hasta enero, además de cateos a personas y revisiones de bolsos y mochilas a la entrada de cualquier centro comercial o cine, son constantes recordatorios de las amenazas actuales. Un músico de blues lamenta que los conciertos en su ciudad estén ahora menos concurridos que antes.

Y se propagan los temores de que las empresas están enfrentando algo más que un descenso temporal en su actividad comercial. Un hotelero se queja de que las reservaciones de cuartos caen cada vez que un gobernante declara que Francia está "en guerra". A finales de julio, Accorhotels, un gran grupo, informó "un descenso muy pronunciado" de la demanda en este año, ya que sus ingresos en París cayeron en un 12%. Fuera de Francia fueron abajo por más del 2%.

Aunque Francia fue sede de la Eurocopa 2016 sin incidentes, el crecimiento de pasajeros se ha estancado en el Charles de Gaulle, el principal aeropuerto de París. Una caída de 3,9% en junio sugiere un descenso todavía más pronunciado, aunque el tráfico aumenta en toda Europa en su conjunto. El 29 de julio, Eurostar dijo que el número de pasajeros a través del Canal cayó también, con 10 por ciento menos de ingresos en el segundo trimestre en comparación con el año pasado.

Eso coincide con el descenso general de las llegadas de turistas extranjeros. El final de julio dejó 19 por ciento menos de reservas de vuelos de estadounidenses que en el mismo período del año pasado. Los viajes de los británicos cayeron todavía más. Tampoco los otrora optimistas nuevos mercados ayudan: la embajada de Francia en Pekín dijo que tenía 15 por ciento menos de solicitudes de visado que el año pasado.

En los países ricos, los ataques terroristas son típicamente menospreciados por la mayoría de los negocios en poco tiempo, ya que los visitantes reanudan los viajes pospuestos. Los mercados financieros rutinariamente dejan de lado un solo ataque, incluso los más grandes. Aproximadamente un año después de los ataques en Madrid (en el 2004) y Londres (en el 2005) las tasas de ocupación de los hoteles de cada una de esas ciudades estaban de vuelta en sus niveles anteriores.

Sin embargo, Francia ha sufrido un constante flujo de ataques recurrentes, lo que plantea una peor amenaza a la segunda industria más valiosa del turismo en el mundo, representada por 2 millones de puestos de trabajo. Después de 14 asaltos en dos años y otros más en la cercana Bélgica, la pesadumbre se está profundizando.

En algunos casos, la conducta oficial ha pasado del desafío galo a una nerviosa ansiedad. Niza desechó un gran evento de ciclismo de carretera, previsto para el próximo mes. El alcalde de Lille ha suspendido un enorme mercado de pulgas en septiembre, que el año pasado atrajo a 2,5 millones de visitantes. El jefe de la unión de trabajadores de hoteles habla de una recesión "catastrófica".

Las autoridades dicen que las pérdidas de ingresos del turismo el año pasado fueron alrededor de 2 mil millones de euros en total. Este año va a ser peor. Pero el terror no es el único problema. Inundaciones de primavera y huelgas no ayudaron para nada.

Los rusos ávidos de bronceado con el cinturón ajustado están dejando de ir a las mejores playas, incluidas las francesas. Menos ingresos por el petróleo afectan a los altos gastadores del Golfo. Algunas empresas que atienden a los turistas tienen se culpan sí mismas, tanto como al terrorismo. Disneylandia de París dice que los visitantes y los ingresos se redujeron en alrededor de un décimo de abril a junio, en comparación con un año atrás. Citan al terror, pero la gente también está harta de su poco elegante y mal reparado parque temático.

La oficina de turismo de París afirmó con coraje que este año se vio "una creciente determinación de los turistas de cara a los ataques terroristas". Pero si la crisis dura un tercer año, o más, se tendrá que aprender de las depresiones prolongadas de los demás. Treinta años de problemas afectaron la creación de empleo en el sector privado y el turismo en Irlanda del Norte. Décadas de violencia en Córcega hicieron correr a los inversores en turismo. Los académicos que estudian la economía y el turismo en la región vasca de España, en la década de 1990, encontró que el terrorismo corta los ingresos en un diez por ciento. En las tres regiones, el turismo se recuperó una vez que volvió la estabilidad.

Hasta entonces, tiene sentido para las autoridades locales aumentar las sumas que gastan en empresas privadas de seguridad y ponerlas a cooperar estrechamente con la policía. Ellos tal vez pueden llevar más visitantes ansiosos a cruceros o resorts donde las medidas de seguridad puedan organizadas con más facilidad que en las playas o en los mercados de pulgas. Las autoridades francesas se han comprometido a gastar más promoviendo los atractivos del país, a pesar de que un auge de visitantes extranjeros en España este año sugiere que otros destinos podrían avanzar más rápido. La reanudación de los espectáculos en el Bataclan también será un símbolo de determinación siempre, siempre y cuando las multitudes acudan.

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