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Las partes más pobladas de Argentina son sofocantes en verano y heladas en invierno. La familia Kirchner, cuyo régimen de 12 años terminó en el 2015, mantuvo bajo el costo del confort: un gobierno anterior había fijado el precio de la electricidad y el gas natural en el 2002 para ayudar a la economía a salir de una crisis, y los Kirchner apenas lo elevaron. Como resultado, los argentinos pagan por la energía una fracción de lo que pagan sus vecinos.

Sin embargo, han pagado en otras formas. Los subsidios a la energía se dispararon de 1,5 por ciento del gasto gubernamental en el 2005 a 12,3 por ciento en el 2014. En parte debido a esa generosidad, el déficit presupuestario del país fue de un inquietante 5,4 por ciento del PIB el año pasado.

Como la energía es barata, los consumidores la usan con abandono y las empresas de servicios públicos carecen de efectivo para la inversión. Los apagones de verano pueden durar horas. El presidente Mauricio Macri, quien sucedió a Cristina Fernández de Kirchner en diciembre, dijo que la crisis energética era la más compleja de las "muchas bombas" que ella le dejó. Desactivarla está resultando ser peligroso.

Poco después de que Macri asumió la presidencia, el ministro de energía Juan José Aranguren dijo que recortaría la cuenta de los subsidios a la mitad. Las tarifas del gas se cuadruplicarían para la mayoría de los consumidores, y las de la electricidad aumentarían en seis veces. Las facturas más altas llegaron a los buzones de los consumidores en junio, durante el otoño más frío de Argentina en 60 años.

Les siguió una reacción negativa. Protestas a golpe de cacerolas, llamadas "ruidazos", tuvieron lugar en todo el país el 4 de agosto. Unos días después, miles de "ruidosos" marcharon hacia la Casa Rosada, el palacio presidencial. Dos tribunales han bloqueado los aumentos de las tarifas, y la decisión final ahora recae en la Suprema Corte.

El gobierno no puede permitirse perder. Los aumentos de precios son una parte vital del plan de Macri para restablecer la confianza en una economía socavada por años de gasto imprudente, precios contraproducentes y controles regulatorios, y por el nacionalismo económico. Él inicio su presidencia permitiendo la devaluación del peso, eliminando impuestos a las exportaciones de alimentos y alcanzando un acuerdo con los tenedores de deuda sobre la cual Argentina había incumplido sus pagos.

Poco sorprendentemente, el remedio ha sido doloroso. El descenso del peso impulsó a la tasa inflacionaria a más de 30 por ciento, aun cuando aumentaron las facturas de las empresas de servicios públicos. El crecimiento, el empleo privado y la manufactura han caído desde que Macri asumió el poder. El Fondo Monetario Internacional espera que la economía se contraiga en 1,5 por ciento este año. El acuerdo de Argentina con los tenedores de bonos aún no ha desencadenado la ola de inversión extranjera que el presidente prometió que seguiría.

El torpe manejo del gobierno de los aumentos de precios ha empeorado la reacción negativa. El ministro de Finanzas Alfonso Prat-Gay los descartó airadamente como "el costo de dos pizzas", mientras que Macri regañó a quienes consumen un exceso de energía: "Si usan una playera y andan descalzos por casa, están usando demasiada energía", los reprendió.

En Twitter, los indignados argentinos publicaron videos de sí mismos escuchando su discurso vestidos para condiciones árticas.

El gobierno ha tratado de aplacar a los votantes sin abandonar sus políticas.

"Lo hicimos mal", admitió el ministro del Interior Rogelio Frigerio, mientras un escarmentado presidente instalaba un tanque de agua caliente que opera con energía solar en la azotea de la Quina de Olivos, su residencia oficial.

"Estoy en una campaña para ahorrar energía", dijo Macri en broma durante una visita a la Casa Rosada del presidente Enrique Peña Nieto de México. "Si tiene frío, ahora sabe por qué".

El 7 de junio, el gobierno anunció que pondría un tope al aumento en los precios del gas e incrementó la cantidad de electricidad vendida a las tarifas de los concesionarios a pequeños consumidores en algunas provincias.

Macri tiene reservas de fortaleza política y buena voluntad popular de donde echar mano. Aunque los argentinos están enojados, la mayoría aún culpa a los Kirchner por sus penurias. Las denuncias de corrupción han debilitado a Fernández como fuerza política. Una nueva generación de políticos está compitiendo para convertirse en el próximo candidato presidencial de su partido peronista, debilitando la capacidad del mismo para plantar oposición al gobierno.

Sin embargo, la luna de miel de Macri está llegando a su fin. Con elecciones legislativas programadas para octubre del 2017, "el gobierno necesita mostrar algunos resultados económicos en el primer trimestre del año próximo", argumentó Juan Cruz Díaz de Cefeidas Group, una firma consultora. El FMI piensa que la economía se recuperará en el 2017, y prevé un crecimiento del 2,8 por ciento.

La lucha en torno a las tarifas pudiera desacelerar el crecimiento. La orden de los tribunales contra el aumento de precios ha sacudido la confianza de los inversionistas extranjeros en el sistema legal. Nadie está seguro de si la Suprema Corte la revertirá. Dos de sus cinco jueces fueron recientemente designados por Macri, lo cual hace difícil predecir el fallo, dijo Díaz. Hasta que actúe, las compañías continuarán enfrentando la amenaza de cortes de electricidad que perturban la producción.

Macri tiene poca opción salvo esperar que la Suprema Corte dictamine a su favor, persistir con los aumentos de precios y pagar el costo político.

"Encontrar tarifas lo suficientemente atractivas para la inversión y aceptables para la sociedad –sin impactar a la inflación– es imposible a corto plazo", dijo Carlos Marcelo Belloni de la Escuela de Negocios IAE en Buenos Aires.

Como los helados consumidores, Macri está esperando un clima más agradable.

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