Por: Javier Barbero
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Esta palabra, como muchas otras, nos viene del latín, en concreto del término "intimus" que significa algo así como "lo más interior" o "lo más profundo". Se trata de nuestro mundo interior, aquel que no mostramos a los demás. Donde guardamos nuestros temores, nuestras debilidades, pero también nuestras ambiciones y nuestros sueños. En una pareja, la intimidad significa darse acceso respectivamente a sus mundos interiores. Y cuanto más conocés el mundo interior de la otra persona, y ella el tuyo, más afecto y cercanía sienten mutuamente.
Uno de los componentes principales de la intimidad es la empatía. ¿De qué te serviría acceder al mundo interior del otro si te da igual lo que te vas a encontrar? La empatía es sentir un verdadero interés por la otra persona, por sus preocupaciones y motivaciones vitales, y hacerlas un poco tuyas, manteniendo tu propia personalidad y tus propios objetivos.
Si no te abrís a la otra persona, le estás negando el acceso a tu mundo. Eso hace imposible que pueda empatizar contigo porque al no tener información sobre lo que realmente sentís y querés, se basará en suposiciones y probablemente se equivoque. Si deseás intimidad, primero tenés que abrirte.
Ser vulnerable es otro aspecto de la intimidad. Me refiero a este momento en el cual la persona baja los escudos que carga todo el día frente al mundo exterior, y deja que su pareja pueda verla como es: vulnerable, humana, débil. Esto es solo posible cuando se confía mucho en la otra persona. No crear un muro a tu alrededor es fundamental.
Recordá que compartir momentos es entregar tesoros.