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Los trenes más rápidos de Japón corren por encima de las vías, no a lo largo de ellas, suspendidos en el aire por fuerzas magnéticas. Uno de estos trenes milagrosos eventualmente conectará a Tokio y Osaka, recortando más de 70 minutos al tiempo de recorrido.

En su capacidad para acelerar las cosas, esta tecnología de "levitación magnética" es igualada por la magia de la macroeconomía. Esta semana, el gobierno aprobó un plan de estímulo fiscal para revivir a la economía de Japón que, entre otras cosas, recortará ocho años al tiempo de terminación de la línea Tokio-Osaka.

El préstamo de bajo interés del gobierno para el tren de alta velocidad fue uno de los muchos beneficios en un plan que anunció casi 280.000 millones de dólares.

Solo una fracción de esa cifra representa gasto gubernamental nuevo, y solo una fracción de esa fracción se gastará este año fiscal, el cual terminará en marzo del 2017. Sin embargo, 45.000 millones de dólares serán incluidos en el presupuesto "complementario" del gobierno este año, una suma nada desdeñable igual a alrededor del 0,9 por ciento del PIB.

Esta relajación también contrasta marcadamente con la restricción fiscal que anteriormente estaba planeada. Un muy temido aumento en el impuesto al consumo fue postergado el 1 de junio.

En teoría, entre más hace el gobierno para revivir la demanda, menos tiene que hacer el banco central. En la práctica, el gobierno parece estar exhortando al Banco de Japón a igualar los esfuerzos de estímulo.

El 29 de julio, el banco puso reparos, relajando la política monetaria en menos de lo que se esperaba. Aumentó sus compras de activos, vía fondos cotizados en bolsa, pero dejó sin cambio sus compras de bonos y sus tasas de interés.

Como para darle por su lado al gobierno, el banco señaló que su relajación monetaria y los esfuerzos del gobierno para revivir la economía generarán "efectos de sinergia". Podría explorar más estas interacciones en una "evaluación amplia" de las políticas que está emprendiendo para su próxima reunión en septiembre.

Algunos comentaristas, incluido Adair Turner del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico, argumentan que la sinergia entre el estímulo monetario y fiscal puede ser impulsada más. El gobierno pudiera financiar su déficit con dinero recién creado, no bonos.

Esta fue una de una variedad de propuestas no convencionales que el Fondo Monetario Internacional analizó en su reporte más reciente sobre la economía de Japón, también dado a conocer esta semana. Otras incluyeron una política de estímulo fiscal y monetario "irresponsable" en busca de una inflación muy por encima del 2 por ciento, como lo defendió Paul Krugman, economista ganador del Premio Nobel, y una política de poner tope al yen hasta que los precios alcancen un nivel deseado, una idea planteada por Lars Svensson de la Escuela de Economía de Estocolmo.

Todos estos enfoques pudieran estimular la inflación y el crecimiento. La propuesta de Turner pudiera incluso reducir la deuda pública. Sin embargo, al FMI le preocupa que estos beneficios sean negados si los mercados demandan una bonificación de riesgo inflacionario o si creen que el Estado subordinará la política monetaria a sus necesidades fiscales, reemplazando los peligros deflacionarios con temores de inflación excesiva.

Como sus trenes de levitación magnética, la economía de Japón debe acelerar la velocidad antes de poder levitar. Para acelerarse, podrían necesitarse algunas políticas poco convencionales; pero siempre existe la preocupación de que esas políticas pudieran descarrilar por completo a la economía de Japón.

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