El jueves 28 de mayo del 2015, su teléfono sonó para enterarse de la noticia más triste y menos esperada. Angelo Cammarosano había sufrido un accidente en la ruta PR-317 de Brasil y perdió la vida. Él, como tantos otros nadadores, quedó conmocionado, incrédulo, triste. Angelo era como un padre para muchos y su partida dejó un vacío enorme en las personas que tuvieron la ocasión de conocerlo.

El destino o lo que fuese de la vida, lo había preparado para asumir una responsabilidad dejada por un grande. José Emmanuel Lobo, a quien Cammarosano guió en la difícil tarea de ser entrenador, tomó la batuta del Sajonia a pesar de su juventud. Lobo no es uno más. Es un tipo de agua desde que tiene memoria. "Mi padre nos enseñó a nadar desde muy chicos, quizás por seguridad. Luego se convirtió en una recreación, hasta que tomé como una profesión", nos cuenta José mientras observa como Benjamin Hockin sigue los pasos de su entrenamiento en la pileta olímpica de Rio.

Una tarde de 1997, Lobo acudió al Club Internacional de Tenis para un torneo de escuelita. No tuvo mejor idea que aplicarle un "salto mortal" en la pileta chica -sin profundidad- que, quien acudió alguna vez al CIT, conoce perfectamente. Un diente quedó en el agua y un médico lo atendió de inmediato. El chico decidió quedarse y competir. Fue un detalle lucir un diente menos en la foto del podio. Ese es José Lobo. Se tira de cabeza a los desafíos. Le encantaba cerrar las postas cuando nadaba y lo recuerda con mucha pasión. "Amaba cerrar los relevos y esa sensación de ser el último. Que sea como el quinto penal, donde tu equipo depende de vos para ganar o perder… adoraba asumir esa responsabilidad", comenta mirando a la nada mientras vuelve a sentir esa adrenalina.

Hoy, ese desafío traslada a la docencia. Porque formar un deportista conlleva valores, disciplina y un legado que queda de por vida. "Quiero dejarle a las futuras generaciones lo que yo no tuve. Quiero aportar, quiero preparar medallistas olímpicos y grandes personas", dice José mientras controla su cronómetro y vuelve a observar a Benji. Todavía hay tiempo, nos asegura, y eso nos permitió remontarnos a su libre y feliz infancia. Lobo nació en Asunción, pero a los dos días comenzó a respirar el aire ayolense. "Ayolas es la ciudad perfecta. Recuerdo que agarrábamos la bici a las 9 de la mañana y volvíamos a las 9 de la noche. Es una ciudad libre, tranquila, que respeta su cultura y su gente. Y lo bueno de todo esto es que se mantiene en el tiempo y nada de esto ha cambiado", expresa con orgullo y cariño.

Su padre José María, su madre María Inés, sus hermanos Beto, Sebas, Jeremías y Tamara y su novia Catalina, estarán orgullos de él. Saben de su esfuerzo y su dedicación. Y si el deporte no le permitió disfrutar de unos Juegos Olímpicos como nadador, hoy le da la revancha como entrenador. Con una sonrisa enorme como la piscina nos dice, "esta es una sensación indescriptible, estoy acá y no lo puedo creer, codeándome con grandes entrenadores y estrellas del deporte, esto es gracias a ellos y a Angelo". Mencionó el nombre de Angelo y la sonrisa desapareció por un instante. "Angelo debería estar acá, el me dejó esta responsabilidad y prometo dejar en alto su legado", sentencia mientras demuestra que esa herida aún no ha cerrado.

El Ingeniero Comercial y entrenador de natación no se conforma con lo aprendido. Su meta es realizar una maestría en ambas cosas y aumentar su capacidad y conocimiento. No parece una persona conformista y sus gestos y palabras denotan hambre.

José fue integrante de una generación que hizo historia en la natación paraguaya. Fue medallista sudamericano en posta y a pesar de ello, recuerda el Panamericano de Guadalajara como el mejor torneo de su vida. "Mi primer mundial en Montreal 2005 fue inolvidable, pero si debo elegir un momento en mi carrera, me quedo con la final de postas en Guadalajara. Primero porque sentí por primera vez que teníamos un equipo y representábamos algo. Y segundo por la ovación que nos regaló el estadio entero". La ovación fue un guiño del público al homenaje que Lobo, Prono y los Hockin hicieron a los nadadores más antiguos. "Ellos nos enseñaron muchas cosas, y entre ellas, a vestirnos así para una posta, fue en nombre nuestros antecesores".

Lobo tiene que volver junto a Benji porque el afloje termina y hay que entrenar. Los Juegos Olímpicos hay que disfrutarlos pero también hay que trabajarlos. Entonces hay segundos sólo para algo más que quiere decir: "gracias Angelo, tus enseñanzas me permiten vivir esto".

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