La entrada de la Venezuela de Chávez al Mercosur fue por la ventana y con alevosía. La destitución constitucional del ex presidente Lugo sirvió de disculpa para hacerla entrar, en un Mercosur dominado política e ideológicamente por una claque que abusó de su predominancia para incorporar a un país cuyo gobierno no cumplía con las obligaciones democráticas y de respeto a los derechos humanos establecidas en el Tratado de Asunción y los protocolos y acuerdos sucesivos.

Cabe recordar que el grupo de los cuatro fundadores nació cuando aún estaban abiertas las heridas de las dictaduras que dominaron, expoliaron y martirizaron a la región durante décadas de terror y abuso contra las libertades, de saqueo de bienes públicos y privados para el enriquecimiento de los detentadores del poder.

Ese fue el fundamento para que el proyecto de unión naciera, más allá de los propósitos económicos, con la consigna de garantizar las libertades y los derechos humanos.

Y esa fue la causa fundamental de que el Congreso Nacional no aprobara la incorporación del "chavismo", pues nunca hubo una traba Venezuela, sino para su gobierno que, a todas luces, pese a su origen democrático electoral, se volvía cada vez más totalitario.

La destitución de Lugo sirvió, entonces, de disculpa para que gobiernos de la región con preeminencia de simpatía con el chavismo confundieran sus tendencia políticas con las nacionalidades, es decir, apropiarse de la democracia abusando de su hegemonía democrática coyuntural, confundiéndose con las dictaduras militares, que asumieron que ellos eran los dueños de las naciones. No fue un acto de simpatía con Venezuela, país y pueblo, sino con la cúpula dominante de ese momento, ya que el pueblo venezolano iba sufriendo cada vez con más penuria el abuso del yugo feroz de la dictadura chavista.

Los gobiernos "bolivarianos" de la región, con gran influencia de los "petrodólares" de Venezuela, aprovecharon la coyuntura de crisis en Paraguay para saltar por encima de las normas del Tratado de defensa de los principios democráticos, para protagonizar un acto que pasará a la historia regional con vergüenza, en un intento de fuyimorazo para incitar a los militares paraguayos a derrocar al Parlamento Nacional.

Y abrieron la ventana del Mercosur, violentando los principios democráticos que, hasta hoy, el gobierno de Maduro no ha signado ni piensa respetar, como se puede palpar, en la tragedia que sufre el pueblo venezolano, que resuena con indignación, afortunadamente en todo el mundo democrático.

Es decir, que los pruritos de "legalidad" esgrimidos por el canciller uruguayo en su intento de continuar la farsa de un bloque democrático no tienen la menor consistencia.

La postura firme del Gobierno Nacional ha servido de base para que se haya producido la reacción para poner la cuestión en su lugar: el gobierno venezolano, que ahora trata de amordazar, aterrorizar y aniquilar a la mayoría democrática opositora que ha surgido de las urnas, pese a las condiciones terroríficas y totalitarias en que tienen que vivir y que votar, no cumple con las condiciones fundamentales para integrar el bloque.

Y si el Mercosur quiere sobrevivir, y relacionarse con los otros bloques con los que comparte intereses y principios democráticos, como los ya iniciados y avanzados con la Unión Europea o el Grupo del Pacífico, debe rever las obtusas decisiones del bloque bajo el dominio de gobiernos alineados en el "socialismo del Siglo XXI", con más rémoras del pasado que del presente, más semejante a las dictaduras militares bananeras –con las mismas ínfulas militaristas– de los recientes siglos pasados y superados.

Es lamentable que el Mercosur, un proyecto de unión regional y con el fin de hermanar y hacer crecer a los países miembros, siga postergado por los errores cometidos en el pasado reciente y que no se quieren asumir hoy. Los errores cometidos por las decisiones de gobiernos regionales han perjudicado y siguen perjudicando a los países, y a los pueblos, incluido el pueblo venezolano.

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