Por Pablo Noé
Director periodístico de La Nación TV
pnoe@lanacion.com.py
El mundo que estamos viviendo configuró una serie de cuestiones que se establecieron de manera casi aleatoria, lo que nos obliga a que tengamos que comenzar a determinar algunos puntos en una agenda, para que sean discutidos a profundidad. Quizá la manera vertiginosa en la que coexistimos resta calidad de tiempo para avanzar en este aspecto, aunque no debemos perder de vista el punto porque el mismo nos interpela constantemente.
Así como los valores ocupan un sitio prioritario en la discusión social, también es importante que nos detengamos a analizar los límites de nuestras acciones, tanto en la comunidad, como en las plataformas virtuales. No en un sentido coercitivo ni legal, sino apuntando a la delimitación de nuestras propias acciones.
Actualmente estamos viviendo en un limbo tan difuso en donde el vale todo parece marcar la tendencia. La escalada es tan voraz, que gran cantidad de personas se ven casi obligadas a hacer cualquier cosa con tal de generar una reacción, ante un público tan grande que es imposible de poder dimensionar en su real medida.
En este universo, se perdió de vista una serie de factores, que incluyen la sobreexposición de la intimidad, la falta de prudencia en el manejo de temas y la necesidad de estar generando información, de la que estamos rodeados, pero que en esencia es intrascendente.
Muchos de los casos se dan por repetición casi inconsciente, tomando como parámetro acciones realizadas por líderes de opinión o referentes en la comunidad. Tan potente es este método que quienes mejor entendieron el esquema son las marcas, que emplean esta vía de comunicación para llegar de manera más efectiva y barata a un público específico.
Como la gente en general se ve reflejada en estos modelos, la conducta se acomoda a estos comportamientos, entonces, vemos que en redes sociales existe un universo de versiones caseras de acciones particulares, en donde cualquiera tiene derecho a opinar y juzgar, sin ningún tipo de limitaciones.
Tenemos toda una generación de niños y adolescentes que crece con la imperiosa necesidad de presentar una imagen en redes sociales, en donde buscan impactar de la mejor manera, sin que tengan un acompañamiento para dar un análisis cualitativo a sus acciones.
Lo preocupante para este escenario es que no existen respuestas educativas que aborden este tema. Más aún cuando los que deben en teoría son quienes deben marcar las pautas, tampoco están preparados para ofrecer respuestas que sean adecuadas a situaciones que nos siguen avasallando. Es imposible pedir peras al olmo señala con certeza, un refrán popular.
Mucho menos existen planteamientos desde la salud mental que enfoque esta realidad, intentando orientar nuestras acciones. Porque las vivencias que atraviesa cualquier persona en el mundo, ya sea virtual como real, genera un impacto en cada uno de manera específica.
Como alternativa es interesante empezar a construir acuerdos para que los límites se establezcan en base a convenios, que se construyan desde pequeños grandes consensos. Las comunidades deben abrir el debate para marcar el rumbo de las acciones a ser analizadas. No se puede esperar que una mano superior ofrezca soluciones, cuando los tiempos son diferentes.
Vivimos en un mundo radicalmente distinto, con realidades totalmente particulares, y la inmediatez de la comunicación globalizada juega en contra. El siguiente paso es trabajar para adecuarnos a estos tiempos, de lo contrario, seguiremos sangrando por la herida.