Por Augusto dos Santos
Comunicador, asesor y analista
La institución de la reelección presidencial es víctima de lo que Elizabeth Noelle Neumann llama "La espiral del silencio". Esta teoría describe cómo los individuos de una sociedad son manipulados por una tendencia dominante en la opinión pública. Menciona que si bien cada individuo tiene su forma de creer, de pensar y de opinar, cuando se establece un estándar de acuerdos en la sociedad sobre qué está bien y qué está mal, tal patrón definirá finalmente su opinión.
Este fenómeno opera con especial fuerza e incidencia en sociedades timoratas y poco educadas en las que los consensos, principalmente los vinculados con el miedo, la sobrevivencia o lo sobrenatural, se transmiten como la gripe en el ascensor.
Desde la caída de la dictadura se ha establecido que la reelección es una mala palabra y todos los repiten con fuerza de dogma y nadie con algún rigor intelectual se ha atrevido a soplar esta endeble construcción para que caiga como la primera casa de los tres cerditos. En el fondo, negar la potestad de los ciudadanos a reelegir es nada menos que negarles libertad e inteligencia para asumir decisiones legítimas en relación a su futuro. En concreto, el pavor a la reelección es un delicioso plato de la mejor cocina de "La espiral del silencio" que podría ser la delicia de cualquier conclave de comunicación política en el mundo.
¿Pero cómo funciona? Su mecanismo es de lo más sencillo. Las personas que interactúan en el mundo político desde la ciudadanía tienen un miedo pavoroso a quedar aisladas del conjunto social que integran por no expresar la misma opinión o tener la misma creencia. Por lo tanto, con determinación y sin mayor elaboración racional tienden –en su gran mayoría– a aproximarse a la opinión predominante y adaptarse a ella sin hacer más preguntas.
El pavor a la reelección es un delicioso plato de la mejor cocina de "La espiral del silencio" que podría ser la delicia de cualquier conclave de comunicación política en el mundo.
¿Por qué? Porque según esta teoría, llega un momento en que consideran más importante estar asimilados a la opinión del conjunto que el sostener su propia opinión por razones de sobrevivencia.
La fuerza de este fenómeno hace que, en este momento paraguayo, cualquier planteo vinculado a la reforma de la Constitución se conecte con la reelección y de inmediato se vincule esto con los antivalores "chupamedias", "oportunistas" , etc, "que pretenden la reelección para Cartes", olvidando incluso a Lugo y Nicanor.
Pero en el fondo, esta debilidad social es aprovechada también por otras aventuras aún más traviesas porque las enuncian enfundados en inmaculados trajes de Primera Comunión. Así es como, si bien todos creemos que Cartes y Lugo quieren el rekutú, nadie habla del estado de nerviosismo en que están sumidos los promotores de las postulaciones de Mario Ferreiro y Efraín Alegre, ante la posibilidad de que Lugo y Cartes se lancen al mismo ruedo electoral.
Que Lugo tome parte de la disputa electoral condenará al marioferreirismo y al efrainismo a tener que responder a cada minuto la desgastante y, finalmente, insoportable pregunta de candidez ciudadana: ¿ y por qué no se unen? Lo cual terminará presionando a favor del más popular en la foto del momento. Teoría aterradora para el interés de algunos.
Y la verdad es que, en el fondo, nadie quiere unirse por culpa de esta maldita Constitución que tuvo la pésima idea de imponer que en el Palacio de López existiera una sola silla presidencial.