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No, es poco probable que Google traslade empleos de Gran Bretaña a la Europa continental e invierta más ahí, dijo Eric Schmidt, presidente ejecutivo de Alphabet, la compañía matriz del gigante de internet, en una conferencia en París la semana pasada. Los británicos votaron por abandonar la Unión Europea, dijo, pero no es necesario que las empresas reaccionen apresuradamente.

Sin embargo, añadió una advertencia de que Gran Bretaña y la UE no deben dejar que se abra una brecha digital. Necesitan "una unificación lo más grande posible" en la regulación de la tecnología, dijo Schmidt.

A los líderes de la tecnología les preocupa que Gran Bretaña y la UE terminen con políticas diferentes hacia su recurso más importante: los datos. Se espera que la UE apruebe el 12 de julio el "Escudo de la Privacidad", un acuerdo que permita que las compañías transfieran datos personales al otro lado del Atlántico, reemplazando un acuerdo más antiguo que en octubre fue derogado como inseguro por el Tribunal de Justicia Europeo. Si Gran Bretaña abandona la unión, sin embargo, nadie sabe si el nuevo escudo también le protegerá.

¿La UE podría bloquear los flujos de datos a través del Canal de la Mancha, a menos que Gran Bretaña negocie su propio acuerdo sobre privacidad? Ya que algunos en Bruselas sospechan de la vigilancia británica intrusiva, eso pudiera resultar un lío.

La incertidumbre deja no solo a las grandes compañías de la computación en la nube como Google inseguras de dónde situar los centros de datos. Después de la votación del Brexit, la palabra "incertidumbre" es pronunciada en todas partes en las salas de consejos, desde los fabricantes de autos hasta las aerolíneas, desde las compañías de electricidad hasta los gigantes de las telecomunicaciones. Los accionistas ya están sintiendo las dolorosas consecuencias, aunque no todas las pérdidas recientes en los mercados accionarios se deben al referendo de Gran Bretaña.

Antes de la votación, los líderes corporativos europeos pensaban sorprendentemente poco en lo que una separación significaría para ellos. Matthias Wissmann, director de VDA, un cabildero automovilístico alemán, dijo que las compañías automovilísticas no habían hecho "ningún plan de contingencia" y el resultado las tomó por sorpresa, pese a las exportaciones de Alemania a Gran Bretaña de 99.000 millones de dólares en productos, especialmente autos, cada año. Un sondeo realizado antes del referendo por BDI, la federación industrial de Alemania, encontró que casi 70 por ciento de las compañías no tenían idea de cómo responder al Brexit.

El director ejecutivo de una gran compañía de defensa francesa dijo que nadie, dejando de lado a los bancos, había hecho planes serios para esa situación, más allá de la protección cambiaria.

La incertidumbre regulatoria perseguirá a las empresas durante al menos tanto tiempo como Gran Bretaña y la UE estén negociando un acuerdo de divorcio, el cual determinará si continuará el acceso británico al mercado único.

Las aerolíneas están particularmente expuestas. Desde los años 90, las basadas en la UE han tenido la libertad de volar entre cualquier aeropuerto europeo sin aprobación regulatoria. Los acuerdos de cielos abiertos con Estados Unidos y otras terceras partes también dan flexibilidad a las aerolíneas de la UE en las rutas de largas distancias.

Fuera del mercado único, se activan regulaciones separadas, por ejemplo sobre la propiedad y la necesidad de una aprobación de ruta oficial. Las aerolíneas con extensas operaciones continentales, como Easyjet o IAG, se sentirán tentadas a trasladar sus oficinas centrales a territorio de la UE. Los sueños de un "Cielo Único Europeo", para centralizar el control de tráfico aéreo y reducir los costos, se están disipando bajo la suposición de que los británicos liberalizadores ya no estarán ahí para impulsarlos.

Los fabricantes de aviones también están enfrentando una falta de claridad regulatoria. Gran Bretaña se jacta de tener la segunda industria aeroespacial más grande del mundo, la cual, entre otras cosas, construye alas para los aviones Airbus. Antes de la votación, la compañía advirtió que un Brexit pondría en peligro la inversión futura. Nadie sabe si el "subsidio de lanzamiento" de la UE para la industria aeroespacial, que ayuda al establecimiento de grandes nuevas plantas, aún aplicará para Gran Bretaña.

La electricidad es otra gran fuente de incertidumbre. El 4 de junio, Électricité de France, una empresa de suministro eléctrico francesa, reiteró su plan de construir una estación de energía nuclear de 23.000 millones de dólares, Hinkley Point C, en Gran Bretaña. El proyecto está apoyado por la ayuda estatal británica, en forma de contratos de electricidad a largo plazo y una garantía de deuda.

La Comisión Europea aceptó estos subsidios en el 2014, pero eso pudiera cambiar si las relaciones se deterioran. Aun antes de la votación, el gobierno antinuclear de Austria había planteado el tema al Tribunal de Justicia Europeo. A Gran Bretaña, al menos, se le podría impedir vender la electricidad excedente subsidiada de Hinkley Point a la red europea, sumándose a las dudas sobre la viabilidad de Hinkley Point.

Las compañías farmacéuticas, por su parte, esperaban un "sistema de patente unitario" para Europa para el 2018, con un tribunal de propiedad intelectual en Gran Bretaña que se especializara en medicamentos y químicos.

Esto habría llevado el trabajo para la resolución de disputas legales a Londres e impulsado las credenciales farmacéuticas de un país que ya alberga al organismo de la UE que aprueba los medicamentos para todo el mercado europeo. Eso ahora parece improbable: Gran Bretaña quizá no ratifique el acuerdo y probablemente no albergará al tribunal.

De manera similar, en la industria química, a las compañías les preocupa que los socios británicos ya no estén cubiertos por un marco de la UE, REACH, según el cual los químicos registrados centralmente pueden venderse en todos los Estados miembro. Una persona dentro de la industria en Alemania dijo que, sin estándares compartidos, "los clientes podrían hacer preguntas sobre la seguridad de la cadena de suministro" y quizá sentirse disuadidos de comerciar con proveedores británicos o invertir en Gran Bretaña".

La lista continúa. En las telecomunicaciones, es poco claro si las operadoras móviles británicas serían libres de cobrar costos de roaming a los clientes que viajen dentro de la UE, ya que esos cobros van a ser eliminados en la unión.

Para las grandes compañías alimentarias, como Mars, las preocupaciones sobre las oscilaciones cambiarias y los aranceles se ven agravadas por el desaliento de que los estándares para fábricas, etiquetas en los paquetes, retiro de productos y condiciones de empleo pudieran diferir pronto en Gran Bretaña. Matthias Berninger, vicepresidente de asuntos públicos de la compañía, dijo que espera más complejidad porque los políticos británicos "no copiarán y pegarán las reglas europeas".

Toda esta incertidumbre significa que las compañías que planeaban invertir en Gran Bretaña están poniendo en suspenso sus decisiones. Un importante empresario sueco, Jacob Wallenberg, dijo que sabe de "compañías que han retirado sus decisiones de inversión de Gran Bretaña desde el referendo".

Dada la dependencia de la economía británica de los flujos procedentes del extranjero, cualquier desaceleración es preocupante: Gran Bretaña tiene aproximadamente 7 por ciento de la participación en la inversión directa extranjera del mundo, unos 1,3 billones de dólares, y más que cualquier otro país excepto Estados Unidos. Alrededor de la mitad de la inversión directa extranjera de Gran Bretaña proviene de la UE.

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