Por: Jazmín Gómez Fleitas
La primera fotografía que se conoce se encuentra en la colección Gernsheim de la Universidad de Austin-Texas. Titulada como Punto de vista desde la ventana de Gras, fue tomada por Joseph Nicéphore Niépce desde la ventana de su granero de Verennes, Francia, en el año 1826. No se parece en nada a lo que estamos acostumbrados hoy día; está desenfocada, la calidad de la imagen evidentemente es pésima, pero todo lo que carece de artístico lo tiene en historia.
El método que usaba era la heliografía (del griego helios que significa sol y grafía por escritura o dibujo). Se valía de una cámara oscura y distintos materiales para la obtención de las imágenes (estaño, peltre, etc.) pero el tiempo de exposición de la placa a la luz era de ocho horas y no resolvió el problema de la fijación de las imágenes. En 1829, Niépce se asoció con Louis Daguerre, y a su fallecimiento en 1833, Daguerre continuó sus investigaciones y logró mejorar su idea al crear el daguerrotipo. En 1839 hizo público el invento de la fotografía, y él se llevó todos los créditos.
Luego de que este método se populariza, a finales de 1850, la fotografía se estancó y fue el inglés Frederick Scott Archer quien le devolvió la popularidad al crear un sistema más complicado pero superior en calidad al daguerrotipo. Su colodión húmedo fue la antesala a la fotografía moderna; ya que el proceso de espera para obtener la imagen se había acortado.
Con todo este camino recorrido por delante, llega George Eastman para inventar el rollo fotográfico -lo que también daría paso al nacimiento del cine- y así ayudar a que la fotografía dé su salto definitivo y en el cual basó su imperio: registrar su marca Kodak en 1888. Su primera cámara, la Kodak 100 Vista, se adquiría por 25 dólares y fue lanzada con la siguiente campaña: "Usted apriete el botón, nosotros hacemos el resto".
Si bien después de muchos años de gloria, Kodak se fue a la bancarrota por haberse mantenido al margen de la innovación respecto a las cámaras digitales, yo la guardo con afecto en mi memoria. En los noventa -una década de transición para tantos artículos tecnológicos- aparecen las cámaras digitales; pero antes de ello yo -y probablemente vos también- acompañaba a mi madre a revelar las fotos de rollo. Era genial ver las fotografías ya a color y no sólo en los negativos; es más, creo que hasta ahora mamá guarda algunos rollos en honor a la nostalgia.
Selfies y filtros
Hoy, quienes nacieron después de los noventa ya no vivieron esa época de transición que los que sí lo hicimos, tuvimos del rollo a lo digital. Pero todo es parte de la historia que nos trajo hasta donde estamos hoy. En donde sacar fotos con el smartphone es tan corriente, que vivimos en un mundo fotografiable las 24 horas. En donde selfie fue la palabra del año 2013 para el diccionario Oxford; mientras, Instagram se jacta de tener 500 millones de usuarios en el mundo.
Apreciamos la estética, y aunque la belleza tiene distintas definiciones para cada persona, hoy todos conocemos lo que es el "food porn". Esa fascinación con imágenes tan bien logradas que no dar la bienvenida al apetito, se torna imposible. En donde triunfan las blogueras, quienes con su estética tan cuidada y su street style, nos muestran cómo combinar prendas e indirectamente nos muestran cuáles son las marcas que deberíamos probar si aún no lo hicimos.
Es curioso, pero cuando el creador de Instagram estaba pensando en desarrollar la red social, lo hizo con la ayuda de la psicología. Su profesor de la Universidad de Stanford, Clifford Nass, había mencionado a The New York Times que Mike Krieger estaba claramente interesado en ella; pues "se ve en el producto final que no es un triunfo de la tecnología sino del diseño y la psicología".
Ese primer logo que nos enamoró a todos, el de una antigua Polaroid de los setenta, y los filtros nostálgicos, sin darnos cuenta, crearon un vínculo emocional con nosotros que fue clave de su éxito. La fotografía es la captura de un momento que deseamos atesorar en nuestra memoria, así que fue una fórmula mágica: completar la posibilidad de obtener esa imagen con ese toque de color igual a las antiguas fotografías de los abuelos.
Si es visual, es mejor
Las redes sociales que no se estancaron fueron las que se especializaron en fotos y videos, es ese el veredicto que los especialistas dan respecto al crecimiento que tienen Instagram y Snapchat. ¿Qué tiene más impacto entonces? ¿Las imágenes o las palabras? La psicóloga Gabriela Milón señala que el impacto de las imágenes depende bastante de factores culturales y el entorno. Y que si bien hay personas que son más visuales que otras, lo audiovisual siempre impacta mucho más.
Con esto y el detalle no menor de estadísticas que compartió Instagram hace unos días: 95 millones de fotos y videos se comparten cada día, 4.200 millones de "me gusta" diarios y 300 de sus 500 millones de usuarios la utilizan diariamente. Podríamos empezar a tomar como un hecho que lo visual importa mucho más hoy que en cualquier otra época de la historia.
Pero que esto no nos desenfoque de lo verdaderamente importante. Con todo este ensalzamiento a lo que vemos, no es extraño que haya un estilo de vida aspiracional que se transmita en estas redes. Con actores, cantantes y famosos que tienen cuentas en donde muestran su vida cotidiana, o que nos fijemos en si las uñas de Shakira tienen o no manicura, quizás sea uno de los atisbos de hasta qué punto nos empezamos a preocupar de imágenes no por ello trascendentes.
Aprovechemos hoy más que nunca el acceso a la información, que antes no era siquiera imaginable. Postales de ciudades que sólo conocíamos de oído pero que ahora podemos ver en tiempo de real en Instagram. O videos en vivo de eventos en otros países via Snapchat. Un mundo visual no tiene que abrumarnos, debemos saber filtrar lo importante, y por sobre todo, usarlo en beneficio de las personas.