Por Richard E. Ferreira-Candia - @RFerreiraC

Periodista, analista y docente

A primera vista, los ojos del hombre parecen sanos, el iris se presenta nítido, luminoso, la esclerótica blanca, compacta como porcelana. Los párpados muy abiertos, la piel de la cara crispada, las cejas, repentinamente revueltas, todo lo que cualquiera puede comprobar, son trastornos de angustia (…). Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación mientras le ayudaban a salir del coche, y las lágrimas, al brotar, tornaron más brillantes los ojos que él decía que estaban muertos.

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José Saramago, en la parte inicial de su novela "Ensayo sobre la ceguera", comienza a presentar así el caso de uno de los personajes que, efectivamente, queda con una extraña ceguera, tema que se despliega en la excelente obra. El pobre hombre está al volante de su auto en una esquina, esperando luz verde en el semáforo. Repentinamente queda ciego, pero no con una ceguera oscura, sino blanca. Así, de la nada, deja de ver. Extraño caso. El escritor portugués introduce de esa manera una historia sumamente atrapante que plantea qué pasaría si todos nos quedáramos ciegos.

La descripción copiada más arriba es del momento de cuando los automovilistas que habían quedado molestos porque el auto estaba varado en pleno semáforo verde, se acercan a él a exigirle que se moviera o para ver si le pasaba algo. Le hablan, le hacen señas de todo tipo, pero el hombre, que tiene ceguera blanca, no los ve y solo dice "estoy ciego, estoy ciego".

El comandante me había recomendado hace años leer el libro. El premio Nobel 1998 fue uno de los grandes escritores de las últimas décadas. Para nosotros, "La caverna" es su mejor obra, aunque para otros es precisamente "Ensayo sobre la ceguera" su máxima creación. Todos eligen "su mejor libro" según lo que le toca vivir, porque asimila ese libro con su vida misma, dijo el comandante para explicar cuál es la razón por la variedad que existe en la elección.

Sobre Saramago, hay que decir, sin dudas, que todas sus obras son altamente recomendadas, entre ellas especialmente "Los evangelios según Jesucristo", "Caín", "Ensayo sobre la lucidez", "El hombre duplicado" y –le dije cuando ya conversábamos sobre el tema– para mí una de las últimas: "Intermitencias de la muerte".

Con las dos tazas de café negro, sin azúcar, como ya es costumbre en la mesita del Café Literario, recordamos el libro "Ensayo sobre la ceguera" luego de que un amigo informante de alto rango militar, quien nos pasó datos muy llamativos de la Senad, había usado la frase. Los "políticos son ciegos" -apuntó- para describir a la política misma en el país.

Su teoría es la siguiente: tras la caída de la dictadura de Stroessner, las Fuerzas Armadas fue la institución que en la era democrática se acomodó más rápidamente al sistema; sin embargo, la clase política sigue sin comprender que por encima de los intereses partidarios, grupales o personales debe estar la gente. Los políticos no ven la necesidad y viven enceguecidos, sostuvo.

Para no dejar de hacer mención a nuestra reunión con el militar, retirado ya con un grado superior, debemos decir que nos comentó casos sobre situaciones que se dieron en la Senad y nos confirmó, que desde el Ejecutivo, se modificará la carta orgánica de la institución. La tendencia es que ya no tenga potestad en operaciones y se les quitará a los agentes la posibilidad de portar armas, confío. El tema, precisamente, es uno de los más discutidos en la semana.

Sobre la ceguera y la política, con el comandante consideramos acertada la apreciación del informante, respecto a que en Paraguay estamos lejos de una verdadera responsabilidad política que tenga como prioridad a la gente. Discursos y compromisos hay, acciones concretas no. Existe una ceguera política.

A decir del experto en comunicación política Dick Morris, ex asesor de Bill Clinton, la política no es un proceso mecánico; está dominada por ideas. Afirma, además, que "el dinero no habla" e ironiza diciendo que "por cierto (el dinero), sin un mensaje, no tiene nada que decir".

Al comparar con nuestra situación, podemos deducir que no por contar con infraestructura y poder político o económico se tiene asegurada una gestión satisfactoria o logrado el objetivo trazado. No basta estar en el poder; se necesita un mensaje claro, coherente y, además, saber comunicarlo para que tenga efecto. Si la comunicación es mala, el entierro político es algo seguro.

Igualmente, no por con ganar internas, o decir que uno se postulará de vuelta o que hay intención de una alianza, se tiene asegurado un futuro venturoso. La cuestión no es sencilla, dijo el comandante. La gente, así como nuestro amigo, cree que los políticos están ciegos al no ver la realidad.

El comandante había tomado su segunda taza de café y, antes de despedirse, analizó: -La gente, así como el personaje en la novela de Saramago, le hace señales de auxilio a la clase política, pero ésta sigue enceguecida, sin ver que existe un enorme cansancio ciudadano por el desinterés en los problemas, sobre todo los sociales. Tenemos políticos con ojos, pero sin vista. O, peor, políticos que ven, pero se hacen de los ciegos para no ver la realidad. Eso.

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