La fauna politiquera local tiene algunas frases estandarte que describen de cuerpo completo la manera en la que funcionan. Los pseudo representantes del pueblo adornan su cuestionado accionar con una serie de discursos que en la retórica suenan hermosos, pero que en verdad no se pueden llevar a la práctica. En algunos casos porque son de cumplimiento imposible o porque directamente son palabras con las que se intenta engatusar a la población, cuando detrás existen otros intereses eminentemente particulares.
Una de esas expresiones, que inmortalizó la praxis partidaria paraguaya tiene que ver con la definición del "chancho de nuestro chiquero". Una sencilla premisa que lo único que intenta es defender de manera irracional, a como dé lugar, a un representante afín a sus intereses sectarios, sin que importe el motivo por el que está en el ojo de la tormenta. Así, los argumentos, por más de que sean certeros, quedan en segundo plano para resaltar esa defensa corporativa del compañero de causa.
Representantes de los diferentes sectores de la política tradicional en algún momento histórico del Paraguay recurrieron a esta práctica de defender al chancho del chiquero propio, ya sea en acusaciones de tinte político, o por caso de denuncias de corrupción, o en juicios políticos, o en cualquier momento, en el que se busque afectar a sus intereses. Esa defensa, además de tener ese marcado espíritu protector del acusado en cuestión, también es una manera de abortar una avanzada que pudiera afectar a todo el equipo al que pertenece, porque generalmente, cuando se afecta a un integrante del sector, el perjuicio alcanza a todo el entorno.
A pesar de vivir años de democracia, en donde se supone que la consolidación del sistema hace que aumente la calidad de la misma, este concepto del porcino particular va mutando y no solo se actúa para proteger al amigo cuestionado. Actualmente un grupo de parlamentarios mutó esta concepción y la adaptó a otra idea, si no es "chancho de nuestro chiquero" no merece ningún beneficio.
Es lo que se observa específicamente en el caso de las viviendas para los más desprotegidos que está impulsando la Senavitat en el predio del RC4. Como no existen cuestionamientos verdaderos para la construcción de este complejo, además de buscar justificaciones poco claras, se intenta que el proyecto fracase porque no fue impulsado por sectores partidarios afines a los mismos.
Se dinamita toda la iniciativa, se busca "la quinta pata al gallo" (frase que aún retumba en el Parlamento) e increíblemente, aquellos legisladores que siempre intentaron conquistar en su discurso a un sector importante de la sociedad –los más vulnerables– son los más acérrimos detractores, buscando como sea que las mil casas no se construyan en el barrio San Francisco de la capital.
La incoherencia llega a niveles intolerables y lo que antes se daba como una defensa irracional de cualquier correligionario, ahora afecta de manera directa a personas más carenciadas, a quienes supuestamente siempre se intentó defender. Con este tipo de acciones, los sectores que abiertamente trancan esta iniciativa emblemática que beneficiará a unas cinco mil personas, demuestran que solo están en política para proteger al chancho del chiquero propio, o apoyar propuestas cuando los beneficiarios serán potenciales votantes. El pueblo, aquel que más necesita, queda afuera de su accionar, si es que posteriormente no se tendrá algún retorno, es decir, votos para seguir ocupando cargos en representación de los mismos.
Es tiempo de recordar quién es quién en este juego político, puesto que ciertos sectores, amparados en la baja memoria de la población, repiten sus acciones ante la nula crítica por parte del electorado. La gente debe valorar la manera en la que se priorizan sus intereses y castigar a los que actúan a espaldas de la ciudadanía. La propuesta de construcción de viviendas en el RC4 es una prueba fundamental para conseguir este objetivo. Esperemos que la experiencia sea finalmente capitalizada en beneficio de la gente.
La incoherencia llega a niveles intolerables y lo que antes se daba como una defensa irracional de cualquier correligionario, ahora afecta de manera directa a personas más carenciadas, a quienes supuestamente siempre se intentó defender.