Emma Paoli Magister en Educación

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Por Emma Paoli Magister en Educación

Los avances en el fomento de la calidad de la educación superior del país no se agotan en la creación y gestión inorgánica de supuestos organismos especializados que coadyuvan con el Ministerio de Educación y Cultura en la evaluación institucional; tal es el caso de la Aneaes, que debe evaluar una calidad que no puede acreditarse a sí misma; y el de más reciente creación: el CONES, que inorgánico, aún no configura una trayectoria compatible con su delicada responsabilidad.

Aún siendo fundamental la construcción participativa y sostenida de los mecanismos que buscan el mejoramiento de la calidad, no siempre se garantiza, con ello, lograr la estimulación a entrar en la cultura de la auto-evaluación y la implementación de acciones correctivas para competir y obtener la excelencia que tanto necesitan las universidades.

Es más, con la argumentación sustentada en la necesidad de transparencia en la prestación de sus servicios, se han configurado con un grado exacerbado de divulgación, casi antiético, nóminas de universidades no acreditadas o con acreditación en suspenso, como resultados de procesos de evaluación llevados a cabo en un sistema inorgánico que aún no se ha consolidado, debido principalmente a que quienes son reclutados como pares evaluadores, no son evaluadores de verdadero predicamento, en las dimensiones: académica, de la formación profesional; investigativa, de la producción científica y desarrollo tecnológico; y de extensión universitaria, de la retroalimentación desde la universidad a la sociedad que lo configura y sustenta, con la gestión comunitaria racional, efectiva y con genuino valor de impacto.

Por otra parte, se debe reconocer la urgente e impostergable necesidad de auto-capacitación y capacitación mutua que se deben desarrollar para que funcionarios, investigadores y docentes participen activamente de talleres y seminarios.

Esto ha de ser así, para que en cada una de las universidades participantes del proceso de evaluación diagnóstica o de acreditación se promueva la necesidad y sobre todo la expectativa, de contribuir para que la universidad sea más competitiva en la generación de espacios que posibiliten la formación de profesionales de excelencia, para generar el impacto suficiente que hagan emerger y consolidar estrategias para un verdadero desarrollo integral. Paraguay ya no merece ser "el país del cual el infortunio se ha enamorado" como nos interpela don Augusto Roa Bastos, a 100 años de su nacimiento. De ahí, se ha de buscar en las raíces de la responsabilidad institucional, respuesta a la interrogante de: ¿Quién evalúa al evaluador?, con la garantía del Art. 79 de la C.N.P., que elevó la autonomía universitaria al rango constitucional.

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