Por: Emmanuel Báez

@mrtenno

Cada vez que ocurre alguna tragedia en algún lugar del mundo, ya sea en Estados Unidos o en Medio Oriente, vuelvo a pensar en la clase de mundo que están recibiendo mis hijas y lo poco, pero significativo, que puedo hacer para guiarlas. Por sobre cualquier ideología, por sobre cualquier gusto personal, si su lema de cabecera es que el amor todo lo puede; entonces, creo que su mamá y yo habremos hecho un buen trabajo.

Quizás no sean mujeres de arte y prefieran salir a bailar por las noches. Quizás prefieran el cocido al café, o ver telenovelas en vez de películas en el cine. Tal vez sean fanáticas del fútbol de clubes y se enojen sobremanera cuando pierda el equipo que tanto apoyan, o tal vez sientan una pasión tremenda por andar en motocicletas en vez de automóviles. Si a ambas les gusta el cine, tal vez prefieran las películas románticas pegajosas en vez de las independientes, o quizás tengan mayor placer por la música tecno que las bandas sonoras.

Podría vivir con cualquiera de estas opciones, siempre y cuando, no deseen el mal de ninguna persona que solamente quiera amar.

No creo que ningún padre pueda negar que desea que de alguna forma o en algún aspecto, alguno de sus hijos tenga algo de ellos, y si algún padre lo niega, creo que estaría mintiendo. A mi hija mayor le encanta ir al cine (cosa que a estas alturas ya sabrán, es mi pasión), no sé si eso seguirá así en unos diez años. No importa. Pero si, en cambio, en algún momento descubro que siente alguna clase de odio irracional hacia otras personas simplemente por su orientación sexual o por una decisión de vida que no cause daño alguno a nadie más, me sentiré profundamente triste. Realmente no sabría qué hacer en esa clase de escenario.

Por eso, lo ideal es hablar siempre desde la raíz, criar hijos que no deambulen por la vida creyendo cualquier cosa que lean en las noticias o suscribiéndose a ideologías arcaicas solo porque alguien con un libro sagrado grita en la calle con convicción. En algún momento en el futuro, si hacemos las cosas bien, solo importará el amor propio y el amor ajeno, y nada más que eso. No importará adónde uno vaya a bailar y no importará quién sostenga la mano de quién en la calle. Me preocupa mucho la posibilidad de no conseguirlo, y cuando ocurre algo trágico como lo que pasó en Orlando el fin de semana pasado, tiemblo de miedo, porque esas personas eran hijos de padres que seguramente tenían los mismos temores.

El amor es la clave de todo. El amor conquista al odio. El amor conquista a la desesperanza, y en tiempos como estos, el amor es la respuesta más que nunca. No es necesario criar hijos altruistas que quieran dedicar sus vidas a ayudar, pero si criamos hijos que ven un beso como algo tierno y romántico, sin importar cómo se vean esas personas, entonces habremos hecho todos un buen trabajo.

Dejanos tu comentario