El recorrido durante una noche y madrugada permitió conocer más a fondo las dificultades que enfrentan algunas familias y sectores más vulnerables, así como la forma en que se ingenian para seguir trabajando.

Por Aldo Benítez.

La preocupación que en ese momento le aquejaba a Paola es que le traigan su caballo antes de la medianoche, ya que desde que se instalaron -hace 6 meses -sobre el paseo central de la Avenida Itá Ybaté (21 proyectadas), su familia perdió dos de estos animales. Es decir, les robaron. Desde entonces, y también para protegerlo del frío, trata de tener al caballo lo más cerca posible de su casita de madera y eternit, lo que le trae serios problemas con los vecinos del barrio, que protestan desde hace tiempo por esta situación.

Paola Acosta tiene 33 años. Su casa, ubicada en el barrio Divino Niño (ex santa Ana), quedó bajo aguas con la crecida del río Paraguay de finales del año pasado. Por este motivo, desde hace siete meses, fue reubicada sobre el paseo central de 21 Proyectadas, junto a otro centenar de familias refugiadas. Paola y su esposo Rafael Alonso (34) son recicladores y tienen cuatro hijos, el mayor de ellos, de 15 años, es un joven con discapacidad auditiva.

Son las 23.30 y para aguantar el frío que hace dentro de la pequeña casa en donde están Paola y su familia, es necesario tener un pequeño fuego desde el brasero. "Sabemos nosotros que no es lo ideal pero es imposible pasar las noches si no tenemos el fuego adentro, no hay caso" dice Paola a La Nación. En la casita hay tres camas separadas, una, que es la matrimonial, está separada de las otras dos que sí están bien juntas, como para ahorrar espacios. En el centro mismo de la casa, las tímidas brasas salen del brasero, con la intención de dar calor a todo el espacio.

Para Paola, el clima representa siempre un factor perjudicial. No obstante, en el calor, uno al menos puede salir afuera, dice. Con estos días de frío, la chapa o el eternit no tienen la efectividad para tener un ambiente más agradable. El viento parece traspasar las terciadas -que sirven de pared- y la baja temperatura se siente tanto adentro como afuera de estas pequeñas viviendas. "Lo que nos queda es acostarnos temprano, taparnos con todo lo que tenemos y aguantar" dice Paola.

La mujer se queja además de que hasta ahora no tienen una solución definitiva con respecto al destino que tendrán. Por de pronto, lo poco que saben, es que se quedarán todavía en 21 proyectadas. "Queremos tener una casa, pero lo que realmente queremos saber es cuál va ser nuestro camino. Queremos saber si hay un proyecto realmente para nosotros" señala.

La situación de Paola se replica en la mayoría de las familias que están refugiadas en dicho lugar. Mientras tanto, los vecinos de los populosos barrios Obrero y Republicano, separados por esta histórica avenida, siguen aguardando una solución al drama de los desplazamientos que cambió la fisonomía de la zona.

Cuando a mediados de 2014, el cauce del río Paraguay tuvo un aumento considerable y obligó a miles de grupos familiares de las zonas ribereñas a abandonar sus hogares, las autoridades nacionales -Gobierno más Municipalidad de Asunción- crearon 129 refugios temporales, para albergar a las 16.700 familias desplazadas en ese entonces. Hoy día todavía funcionan la mayoría de estos refugios, mientras que desde la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), todavía existen alrededor de 13.000 familias refugiadas.

Atendiendo estos días fríos, La SEN habilitó un lugar para albergar a personas en situación de calle.

Albergue

Atendiendo estos días fríos, La SEN habilitó un lugar para albergar a personas en situación de calle. El local está ubicado en uno de los pabellones de la Primera División de Infantería, en el barrio Tacumbú, en donde están habilitados 30 camas para recibir a personas adultas que no tienen en dónde pasar la noche. Según cuenta a La Nación Julio Ocampos, funcionario de la SEN que estaba de guardia en la madrugada del viernes, tienen un promedio de 10 personas por día que refugian en el local. Lo que ofrecen en el lugar es lo básico; cama, abrigo, desayuno, almuerzo y cena. Las personas que llegan al refugio agradecen con lo que tienen, que es un abrazo o una sonrisa. Después se van.

Los de la SEN se turnan en grupo de tres funcionarios para poder hacer los controles en el lugar y también para atender las llamadas de auxilio para rescatar a personas de las frías calles. Junto a Ocampos, la guardia del viernes tocó a los funcionarios Eugenio Barreto y Javier Rojas. Los tres, con una camioneta a disposición, se encargan de hacer los rescates necesarios. Para ese efecto, trabajan en forma coordinada con el sistema de emergencia del 911 de la Policía Nacional, señala Ocampos.

Trabajar en la madrugada

Pablo Carrera es uruguayo de nacimiento y paraguayo por elección. "Me enamoré de este país por la solidaridad y la calidez que tiene su gente" dice, mientras prepara una de sus especialidades; hamburguesas caseras, que vende al público desde su local callejero en el barrio Tacumbú, en donde todos lo conocen como "el Uru".

Hablar de calidez es una buena estrategia para intentar olvidar los 7 grados de esta noche asuncena, que se muestra hostil para cualquier trabajador callejero, pero el "Uru" se las arregla para seguir con su labor. "Empiezo a montar mi local desde las 17.00 más o menos, mientras los muchachos se disponen a jugar al fútbol. Termino el montaje en poco más de una hora, y de ahí empiezo a trabajar en la preparación de la carne, los condimentos, todo" cuenta Pablo, que dejó Montevideo hace un año y en donde ya no piensa volver, al menos para quedarse.

Pablo Speratti es un vecino del barrio y cliente del "Uru", mientras espera su hamburguesa, comenta anécdotas y casos del uruguayo. Asegura que desde que volvió el "Uru", disminuyeron los pequeños asaltos en la zona, ya que el local está con gente hasta bien entrada la madrugada. "Pero acá nadie viene a tomar cerveza, pero no vendo. Trabajo generalmente hasta las dos o tres de la mañana" aclara el "Uru", que vino por primera vez al Paraguay en 1986. Posteriormente estuvo unos años en Porto Alegre, Brasil, pero afirma que no hay otro lugar como Paraguay, por su gente e incluso, hasta por sus madrugadas.

Mate y brasero

En uno de los bloques dentro del refugio ubicado en la Primera División de Infantería, que alberga a un total de 648 familias, Patricia Rojas (30), que vive en el lugar hace seis meses, montó un almacén pero su horario de atención excede al de cualquier negocio. Trabaja generalmente hasta la una o dos de la mañana, todos los días, porque encuentra en los guardias militares de esta división a potenciales clientes, ya que les vende tortas, agua caliente, yerba, coco rayado, etc, todos estos elementos vitales para soportar el frío de estos días.

Patricia es madre soltera de un niño de 10 años y afirma que su mayor motivación para afrontar todo es poder darle a él lo mejor. Llegó a este refugio en enero de este año ya que su vivienda, ubicada en el Bañado Sur, fue alcanzada por las aguas del río Paraguay. Desde entonces empezó a rebuscarse como comerciante. Montó su pequeña despensa dentro de su casa temporal, que ya abre a las ocho de la mañana, para sus vecinos. Con mate en mano y el fuego desde el brasero, Patricia y su amiga Deysi Franco, que también vive en el refugio pero en otro bloque, asegura de que el mate mantiene caliente el cuerpo, algo vital para estar despierto hasta altas horas a pesar del frío.

Patricia espera que en algún momento puedan tener una solución concreta al problema del desplazamiento y afirma que está dispuesta a escuchar ofertas. "Es muy difícil mudarse cada rato, uno pierde sus cosas así, lo poco que tiene" señala. Anhela tener su propio hogar que pueda servir para su otro sueño; tener una despensa bien cargada.

Algunas calles del microcentro de Asunción, durante las madrugadas de frío, parecen ser de alguna ciudad abandonada.

La estufa y películas

Algunas calles del microcentro de Asunción, durante las madrugadas de frío, parecen ser de alguna ciudad abandonada. Se puede escuchar, por ejemplo, el barullo que generan dos perros hambrientos que buscan algo que rescatar en los basureros, a más de 100 metros. Sobre la avenida Chile casi Cerro Cora, el joven Ricardo Armoa, atiende el negocio de su padre y para aguantar el frío instaló una estufa eléctrica, que colocada a la altura de sus pies, le ayuda a evitar que los mismos se enfríen. Ricardo, además de la estufa, trajo su tele para ver películas, mientras atiende la hamburguesería.

"En realidad, el negocio es de mi papá, yo vine ahora a reemplazarle porque está enfermo. La verdad, esto de tener un local callejero es sacrificado, trabajar de madrugada tiene sus cosas. Mi papá hace 12 años que está en este negocio y vi siempre su sacrificio" cuenta Ricardo. Su padre, Ángel Armoa (54 años), hace que el local pueda funcionar las 24 horas. Hace dos años, don Ángel incursionó en el mundo nocturno y encontró un gran mercado.

En el caso de Armoa, al frío lo combatieron con algo más de tecnología, situación a la que no pueden acceder muchos de los guardias de seguridad que están por las calles. Estos trabajadores apelan al brasero y al mate para tratar de generar algo más de calor.

Desde Yaguarón al Mercado 4

El Mercado cuatro es un ícono del trabajo y del sacrificio de miles de familias paraguayas. En el corazón de este histórico centro de compras asunceno, doña Petrona Duarte, de 66 años, se dispone a juntar sus remedios yuyos, sus frutas y sus kilos de coco rayado para que se pueda vender en las mañanas. Son las dos y media de la madrugada y doña Petrona, junto a Isabel Insfrán y Vilma González, están sentadas en la vereda y hacen el proceso previo, que consiste en seleccionar las mejores raíces, frutas y cargar el coco rayado en las bolsas. Todas son de Yaguarón y llegan en el primer bus que sale de dicha ciudad con dirección al centro asunceno.

Dice Petrona que es un sacrificio grande venir dos veces a la semana, haciendo este trayecto a su edad y trabajar desde las dos de la mañana hasta pasado el mediodía, pero que no tiene de otra, ya que es la única manera que tiene de hacer valer su producto. Dice que gracias a este trabajo, pudo ayudar a criar a sus nueve hijos.

Para Miguel Cubilla, que de sus 51 años 18 lleva trabajando como taxista, la gente igual sale cuando hace mucho frío.

La gente igual se mueve

Para Miguel Cubilla, que de sus 51 años 18 lleva trabajando como taxista, la gente igual sale cuando hace mucho frío. Su experiencia en las calles de Asunción le habilita a hablar de lo que es la movida asuncena. "Trabajar por la noche es siempre esperar algo nuevo siempre. Si bien hay mucha gente buena, también hay lo otro. Cuando hace mucho frío igual la gente sale. Yo creo que por más que se tenga una temperatura muy baja, el paraguayo igual busca salir de su casa" dice don Miguel, dejando escapar una mueca.

Desde Meteorología anuncian que esta semana se podría extender las bajas temperaturas en todo el país. Mientras tanto, las madrugadas de Asunción muestran sus historias, desde aquellas familias que las sobreviven y otros protagonistas que hacen el día a día a pesar de cualquier temperatura.

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