Por Laura Ramos

Directora del Club de Ejecutivos

Dentro de las relaciones interpersonales existen diversas perspectivas de un mismo conflicto. Pero siempre una de las dos personas debe necesariamente tomar el rol de protagonista para resolverlo. Y debemos conseguir que las personas puedan comunicarse y llegar a un acuerdo donde ambos se sientan contentos con el resultado. Para ello, debemos aprender a analizar el conflicto desde ambas perspectivas y para poder hacerlo tendremos que seguir una simple metodología.

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Por ejemplo, dos personas dentro de una reunión de negocios participan de un intercambio de opiniones, donde una de ellas tiene ya un antecedente con el otro de un caso no resuelto. Y, además, de esto tiene una estructura mental que no decodifica el mensaje del emisor tal como es, sino bajo su modo de proceso. Según este antecedente, es posible que el problema escale a un problema mayor.

Para evitar incrementar el nivel de conflicto de problemas no resueltos es que debemos utilizar el llamado modelo del iceberg. ¿Y en qué consiste dicho modelo? Este modelo permite eliminar las emociones que muchas veces juegan un rol importante en la comunicación, sobre todo en los reclamos o reacciones ante heridas, las cuales nos permiten sacar un aprendizaje de toda la experiencia.

Si tuviéramos que ordenarlo en etapas, primero se procedería a ordenar la conversación y prepararla, para no dejar nada suelto al azar, particularmente a las reacciones espontáneas donde se pierda de vista el objetivo de la misma. Al prepararla iniciamos con pensar cuál es el problema para mí, cuál creo que es el problema para la otra persona y qué actitudes o valores aprecio del otro. Esto es muy importante para poder ponerme en el lugar del otro y darle un peso razonable a lo que significa para mí.

Como segunda etapa podemos analizar los prejuicios existentes, y qué importancia le damos, así como en cuánta medida he contribuido a la existencia de este conflicto. Una vez hecho esto, podemos pasar a qué valores se ven afectados y están en riesgo con esta situación.

Por último, debemos de plantearnos cómo sería la solución ideal para mí. Para todo esto, especialmente al terminar esta etapa de la preparación, debemos tomarnos el tiempo suficiente para hacer una introspección y hacer respuestas profundas. No a la ligera, porque es muy fácil llevarnos por las emociones y contestar impulsivamente.

La clave en toda la conversación es poder indagar sobre los sentimientos y reacciones y acerca de las conclusiones a las que llega el otro. Es decir, por qué piensa como piensa y ver qué factores yo estoy obviando dentro de mi esquema mental para poder llegar a un acuerdo.

Será todo un proceso exitoso si logramos llegar a un acuerdo desapasionado a través de una conversación, donde juntos arribemos a una solución que sea la que satisfaga mejor a ambos.

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