El 6 de agosto de 1945 cambió inexorablemente el curso de la historia.
Ese día EEUU lanzó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima y mató a decenas de miles de personas. Fue la primera vez que una nación usaba un arma nuclear contra otra. Ayer viernes Barack Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense en funciones que visita Hiroshima, lo que desató el debate sobre si el mandatario debía pedir perdón por las acciones de su país, publicó BBC.
El gobierno de Washington siempre defendió que el ataque contra Hiroshima, y la destrucción tres días después con otra bomba nuclear de la ciudad de Nagasaki, fueron fundamentales para lograr la rendición de Japón y precipitar así el fin de la Segunda Guerra Mundial. El domingo pasado la cadena japonesa NHK le preguntó a Obama si su visita a la ciudad japonesa incluiría una disculpa. El mandatario respondió: "No, porque creo que es importante reconocer que en medio de una guerra los líderes toman todo tipo de decisiones". "El trabajo de los historiadores es plantear preguntas y analizarlas, pero yo, que he estado en esta posición durante los pasados siete años y medio, sé que cada líder debe tomar decisiones muy difíciles, particularmente durante una guerra", dijo el presidente estadounidense.
El argumento que ha prevalecido en EEUU desde el ataque –que aprobó el entonces presidente Harry Truman– es que éste estuvo justificado.
La decisión, dicen, "salvó vidas" al evitar que Japón siguiera combatiendo.
La alternativa hubiera sido una invasión terrestre a Japón que habría causado mucho más derramamiento de sangre. Los críticos, sin embargo, aseguran que la postura defendida por Washington desde 1945 no toma en cuenta el terrible costo humano que tuvieron las bombas atómicas. Se calcula que entre 66.000 y 150.000 personas murieron en Hiroshima tanto instantáneamente como por los efectos posteriores de la radiación. Tres días después, en el ataque a Nagasaki, perdieron la vida entre 40.000 y 80.000 personas.