Hanói, Vietnam .AFP.
El presidente estadounidense, Barack Obama, llegó ayer a Vietnam para una visita de tres días con el objetivo de fortalecer los lazos comerciales y estratégicos con Hanói, mientras China mantiene su postura ofensiva ante las diferencias regionales. Esta tercera visita de un presidente estadounidense desde el fin de la guerra de Vietnam en 1975, luego de las visitas de Bill Clinton y George W. Bush, culmina dos décadas de acercamiento entre los dos países históricamente enemigos.
El camino que recorrieron hasta ahora fue espectacular. La visita del número uno del Partido Comunista de Vietnam (PCV), Nguyen Phu Trong, a principios de julio al Despacho Oval, 40 años después de la caída de Saigón, estableció las bases de entendimiento.
En su visita a Vietnam, el presidente Obama se entrevistará con los principales dirigentes del país, ofrecerá un discurso en Hanói y se encontrará con jóvenes vietnamitas en Ho Chi Min, antigua Saigón.
En Vietnam, fuertes expectativas rodean esta primera visita de Obama, que dejará el poder a principios del 2017.
"Todavía existe una cierta desconfianza (de cara a Washington) en el seno de la élite vietnamita, pero la creciente afirmación de Pekín en el mar de la China meridional hizo evolucionar la mentalidad y condujo a un acercamiento más rápido con Estados Unidos", subrayó Murray Hiebert, analista del Center for Strategic and International Studies. China y Vietnam se disputan la soberanía de las islas Paracelso y de las islas Spratly, dos archipiélagos en el corazón de las rutas marítimas internacionales.
Vietnam, buscando enviar una señal a Pekín, pero también con la intención de modernizar sus fuerzas armadas y reducir su dependencia de las armas rusas, avanza con cautela pero con seguridad con Washington. El país espera un levantamiento del embargo de venta de armas norteamericanas. En el objetivo están los equipos de vigilancia, de comunicaciones y de reconocimiento marítimo.
"Vietnam lleva a cabo una política de 'diversificación' de sus negocios extranjeros", analizó Carlyle Thayer, de la University of New South Wales. El país "desea encontrar un equilibrio en sus relaciones con las grandes potencias sin alinearse con ninguna de ellas".
El ejecutivo estadounidense, que siempre ha condicionado el levantamiento del embargo al avance en cuestión de derechos humanos, no desveló sus intenciones al respecto antes del viaje.
En Estados Unidos, algunas voces críticas advirtieron contra una decisión demasiado precipitada en este asunto al no haber concesiones reales por parte del régimen comunista.