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© 2016 Economist Newspaper Ltd, Londres 14 de mayo, 2016. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

De The Economist

¿La crisis del euro ha disuadido a otros países de adoptar la moneda única? Ni un poquito. Desde el 2009, cuando el PIB de la zona del euro se contrajo en 5 por ciento, se han unido cuatro países: Eslovaquia y las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania. Su experiencia sugiere que el euro sigue teniendo sus beneficios, pero también algunos riesgos conocidos.

Muchos pensaban que unirse al euro estimularía el comercio exterior de las cuatro naciones al eliminar la fricción del cambio de divisas. El banco central eslovaco, por ejemplo, predijo un impulso del 50 por ciento. Eso fue excesivamente optimista: el euro ha marcado poca diferencia en las importaciones y exportaciones de Eslovaquia.

El problema quizá haya sido una confusión de causa y efecto. Es más probable que el comercio creciente entre las naciones conduzca a la formación de una unión monetaria que al revés. Las compañías bálticas no han aumentado significativamente las exportaciones hacia la zona del euro, aun cuando el cierre de su mercado más grande, Rusia, gracias a las sanciones en el 2014-2015, obligó a muchas a buscar nuevos socios comerciales. En vez de ello, han exportado más a lugares como los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.

Felizmente, una desventaja percibida de la adopción del euro también fue exagerada. La preocupación era que los tenderos usarían el cambio como una excusa para aumentar los precios, particularmente si hacerlo los llevaba a un precio que terminara en un "99". Sin embargo, el cambio en Eslovaquia parece haber impulsado la inflación en solo 0,3 puntos porcentuales. En Estonia, grandes minoristas se unieron a una campaña concisamente titulada "El € no elevará el precio".

De hecho, un impulso a la inflación no habría sido malo para los recién llegados, que han caído en la deflación en el último año, gracias a precios más baratos de la energía y los alimentos.

El euro parece haber ayudado a la estabilidad financiera de los recién llegados. Sus instituciones bancarias y bancos centrales ahora tienen acceso a financiamiento de emergencia del Banco Central Europeo. También son menos vulnerables a la turbulencia asociada con el "desfase monetario": en promedio, aproximadamente 70 por ciento de la deuda del sector privado estaba denominada en divisas extranjeras, en gran medida euros, antes de que se unieran. Cualquier depreciación de sus monedas habría hecho a esas deudas mucho más difíciles de soportar, un riesgo que la adopción del euro ha eliminado.

El ministro de finanzas de Lituania, Rimantas Sadzius, dijo que la pertenencia al euro también permite al gobierno pedir prestado más barato. Los pagos de intereses de la deuda en realidad han caído. Sin embargo, si Lituania se hubiera unido hace una década, Sadzius habría estado incluso más contento. A principios de la década del 2000, según el Fondo Monetario Internacional, la pertenencia al euro se asociaba con un mejoramiento de dos grados en las calificaciones crediticias ofrecidas por Standard & Poor's. Desde la crisis, esa bonificación se ha reducido drásticamente.

Aun cuando algunos beneficios han disminuido, algunas desventajas se han vuelto mayores. Como condición para unirse, se supone que los recién llegados contribuyan a los fondos de rescate de la zona del euro. Para el hombre común, la idea de rescatar a Grecia no es bienvenida: su salario mínimo es 70 por ciento más alto que el de Eslovaquia y es más rica que los países bálticos. De hecho, en su mayor parte, los miembros de la zona del euro no pagan directamente los rescates. Más bien, garantizan los préstamos u ofrecen colateral por ellos. Los fondos de rescate también tienen beneficios al igual que costos: los recién llegados pudieran recurrir a ellos también, si se toparan con problemas.

El gran interrogante para el futuro es si los recién llegados pueden evitar los errores cometidos por otros países de la zona del euro. En la década del 2000, los costos del endeudamiento ayudaron a inflar una burbuja del crédito en el sur de Europa. Felizmente, los recién llegados no están en un frenesí de endeudamiento, como lo estuvieron los países bálticos en la década del 2000. Sus cuentas corrientes están más o menos equilibradas. La deuda del sector privado ha caído desde la crisis. Sus grandes bancos ahora son supervisados por el Banco Central Europeo.

La administración local también ha mejorado, dijo Erik Berglof de la Escuela de Economía de Londres.

Pese a ello, los recién llegados enfrentan un problema conocido: la declinante competitividad internacional. Las poblaciones en envejecimiento y la migración están creando una escasez de trabajadores calificados. Se espera que la población de los cuatro miembros nuevos decline en 4 por ciento para el 2030. El resultado es que los salarios están aumentando más rápidamente que la productividad. En el último año, el salario mínimo en los recién llegados ha aumentado en 9 por ciento en promedio. Unirse al club quizá haya contribuido, al inducir a los trabajadores ha presionar a favor de salarios más en consonancia con el resto de la zona del euro, dijo Robert Juodka de Primus, un despacho legal lituano.

Los gobiernos en los recién llegados dicen que están tratando de responder introduciendo reformas estructurales, como liberar los mercados laborales y de productos, para impulsar la productividad y, por tanto, mantener la competitividad. Como la devaluación no es una opción, esas reformas han cobrado nueva importancia.

Sigue habiendo mucho por hacer. Gran parte del código laboral de Lituania fue heredado de la época soviética, dijo Rokas Grajauskas de Danske Bank, lo cual dificulta las contrataciones y los despidos. En los últimos años, el mercado laboral eslovaco se ha vuelto considerablemente menos competitivo, según el Foro Económico Mundial, en parte debido a cambios fiscales desafortunados.

Los miembros más nuevos de la zona del euro quizá eviten los mismos problemas que asolaron a los europeos del sur en la década del 2000, pero el club de la moneda única aún hace a sus miembros pagar sus cuotas.

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