Por Arturo Peña

Fotos gentileza de Dani González

Más de cuatro décadas, no solo de arte, sino de vivencias, de experiencias profundas, cruzando y retornando sobre esa línea primigenia del actor-humano y el humano-actor. Todos estos años de trabajo han llevado al actor y director de teatro Wal Mayans a desarrollar una filosofía sobre las formas de expresión. Su teatro, que denomina Teatro Primigenio, transcurre en lo tangible, pero sobre todo en intangible, en un universo onírico, rebelde y provocador, que él tomó como forma de vida. El actual director del Ballet Nacional y motor del grupo Hara Teatro y el proyecto Tierra Sin Mal, nos habla de su historia, sus proyectos, sus desazones... todo desde una mirada muy personal y reveladora.

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¿En qué momento tenés ese encuentro determinante con el arte?

–¡Qué recuerdos más fuerte me traes a la memoria! Fueron por los años 70, cuando todavía era deportista, cuando el cuerpo pedía y pedía y no te daba opciones de reposo, la adrenalina hecha poesía. Comencé con la danza primero y luego integré el teatro, desde esa época ya buscaba una forma, un medio de expresión que no me limite a un texto o a un movimiento expresivo establecido, porque eso eran las reglas de esas disciplinas, sea danza o teatro, pero primero que todo era aprender para cambiar. Bailaba en bares, con Pink Floyd, Led Zeppelin, Santana y varios otros grupos de rock que yo amaba y sigo amando. Luego empecé a amar la danza, yo la veía como un deporte más con muchos desafíos, y eso me gustaba. Hice clases con Alcy Acuña, Nidia Neumayer, ya no recuerdo, son más de 40 años que el arte me persigue y no yo a él.

¿Hay una forma de definir qué era para vos el teatro o la danza en ese momento, y lo que representa hoy?

–En ese momento fue complicado definir, porque no sabía dónde estaba ubicado, había muchos episodios políticos de la era estronista y todos debíamos definirnos con algo, de algo y me acuerdo que me dolía mucho no ser como los demás, que tenían un concepto de lucha, una palabra, una poesía, un grito; y yo amaba el cuerpo expresivo y el rock, siempre me gustaron las ilusiones. Tenía visiones, impulsos oníricos, me sentía un traidor hacia lo que estaba sucediendo en el país, porque veía, oía, sentía cosas bellas y no me adaptaba al medio social que pretendía cosas y se defendía de otras, como también fui un inútil resultado para mi familia, que siempre pretendió que sea un "hombre de bien", en cambio nací para expresarme y ser diferente. Lo siento.

Seguí con el teatro pero siempre danzado, a mi estilo y no con las reglas de la danza que vino al Paraguay e influencian hasta hoy día. Hay cosas que no cambiaron: la defensa de mi identidad biológica, mi cuerpo, qué y cómo se expresa; aunque haya pasado por docenas y docenas de métodos de danza en el mundo, mi cuerpo sigue siendo mío y expresará primero sus signos y sus símbolos ante todo tipo de influencia; y el amor por el rock, hablando de situaciones que utilicé como raíces que me impulsaron para definir teatro o danza o simplemente la expresión en movimiento.

ONÍRICO. Mayans juega con imágenes extraídas de sueños, cosas odiadas o imposibles.

Tuviste importantes maestros, especialmente en Europa. ¿Te revelaron una respuesta o te enseñaron a buscarla?

–Sobre todo me enseñaron a buscar las preguntas y las respuestas que luego debía volver a convertirlas en preguntas y nunca finalizar el viaje. Muchas cosas aprendí, como los significados de los rituales, la codificación de los movimientos y las palabras, el manejo de la geometría espacial, las tonalidades musculares, el manejo de las energías y mucho de historias que nos relataban de ejemplos en Europa y Asia. Mi trayectoria y estadía de estudio y trabajo en Europa fue muy importante, transité con maestros orientales y europeos, estas personas fueron las que más influenciaron en mi trayectoria: Sanyukta Panigrahi (India), Made Passet Tempo (Indonesia), Daniela Regnoli (Italia), Pino de Buduo (Italia), Eugenio Barba (Dinamarca-Italia), Ingemar Lindh (Noruega), Toni Cots (España), Ragunath Panigrahi (India), Dario Fo (Italia), Katsuko Azuma (Japón), Ferdinando Taviani (Italia), Nin (Scolari), fueron muchos y otros que ya no recuerdo. Sobre todo me guiaron a revelar muchos secretos que existían dentro de mí y usando ciertos referentes se convertían en lo deseado.

¿En qué estilo o escuela te definirías?

–En la mía propia, el Teatro Primigenio. La confrontación intercultural de formas teatrales permite evidenciar las reglas biológicas que subentienden el comportamiento del actor: equilibrio, la ubicación del cuerpo con respecto a la utilización del espacio, la modificación de los tonos posturales y las relaciones interpersonales en el contexto de trabajo. Investigando y trabajando sobre la línea de Teatro Antropológico, teorizada por Barba, desarrollé una línea propia de trabajo sobre impulsos orgánicos naturales.

En esta disciplina se detectan los impulsos primigenios propios de la comunicación no verbal. En este lugar el hombre se encuentra a sí mismo, más allá del filtro cultural que posee, reforzando formas expresivas innatas, propias de sus raíces, que fueron lentamente olvidadas a causa del desarrollo de otras formas de comunicación. Regresar a las raíces propias del actor-hombre no solo en materia cultural, sino sobre todo a las propias raíces de hombre-actor, reinsertándose en la propia identidad. Los códigos de trabajo descienden de una unión de técnicas orientales (Japón, India, Bali) y occidentales (danza clásica y mimo decroux). A esta forma de trabajo y en búsqueda de un vocabulario preexistente lo llamo Teatro Primigenio.

Trabajás varios elementos, como ya decías, oníricos. ¿Cómo vas imaginándolos antes de ponerlos en un guión?

–En general me alimento de todo lo imposible, indeseable, sin razón; si hubiera hecho caso a las personas que me rodean y no realizara los hechos ilógicos de los deseos, hoy en día estaría haciendo otra cosa. El caos, la rebeldía, la anarquía de lo establecido, los rechazos y el amor hacia lo imposible me dieron la fuerza para bajar a tierra en imágenes lo oculto y no palpable, soy el medio para hacer realidad esa existencia visual y sentimentalmente existente en lo no tangible, las imágenes oníricas, en forma, colores y música. Soy una persona que recorre lo absurdo de lo indeseable para luego, el mismo hecho no querido por nadie, convertirlo en belleza. Amo la belleza de lo no deseado y querido, lo absurdo y la no lógica, el hecho del ser a ser, y así nace el guión, por no desear tener o querer un guión, vive y transita ese guión por sí mismo.

Creaste el proyecto Tierra Sin Mal, que es más que un nombre, es un lugar donde llegar.

–El Proyecto Tierra Sin Mal, tenés razón, es más que un nombre, es un encuentro de culturas, de personas, de formas de vida. Vive y construye tu propia cultura de acuerdo a tu propia vivencia cotidiana. El arte es el vehículo que determina el encuentro: el teatro, la danza, la música, las artes manuales. Regresar al medio utópico, el estado del trabajo artesanal, una vida de arte-sano. Encontrar las propias raíces, sintiendo que uno no está solo, sabiendo que existen miles de personas que sienten y se encuentran en la misma situación, que tratan de encontrar puntos en común, bases, comportamientos y códigos de trabajo que ayuden a individualizar caminos, a alcanzar un mejor aprendizaje en el desarrollo de su ser, de su "bios", en su amplia carrera de actor.

En este lugar, hombres y mujeres aprenden a ser seres humanos, luego actores y de vuelta seres humanos. No nos dejamos vencer por la etiqueta "teatro". Son los seres los que construyen el teatro y no el teatro el que construye a los seres. Aquí aprendemos la solidaridad y el diálogo, a escuchar y hablar, a sentir y entender. Los actores mismos "aprenden a aprender ", a construir en su arte y con su arte un método personal e individual de trabajo, a fin de ubicarse en su propia sociedad, respetándose a sí mismos, aportando a la comunidad. Son personas que han decidido trabajar juntos, aceptando una mística común de trabajo, a fin de mejorar cotidianamente la propia capacidad profesional y definir una cultura interna (del grupo), capaz de intercambiar con el mundo externo, y a compartir las experiencias relacionadas al montaje escénico. El grupo se orienta hacia un hacer teatro siempre originario, en donde los valores no se miden por el éxito de los espectáculos, más bien por las tensiones que se promueven y por las culturas que atraviesan el trabajo teatral. Eso es lo que lo define.

A todo esto, en el Proyecto Tierra Sin Mal estamos en campaña para el montaje de la obra "Exiliados", con el apoyo del Fondec, y las muestras de "Damiana", obra con Raquel Martínez, para colegios en el ex Hospital de Clínicas, además de los talleres para teatro que se siguen desarrollando en el mismo lugar.

A la comunidad cultural le consta que peleaste mucho para sostener este camino. ¿Sentís de repente una falta de retribución?

–Hace poco, el año pasado intente sentir esa retribución de haber luchado por una cultura por 20 años en Paraguay, cuando perdimos el local del grupo por no tener más dinero para sostenerlo. A nadie le importó. Digo intente sentir, porque muy en el fondo me sentí estúpido, nos quedamos solos buscando lugares y lo encontramos. Ya no me preocupo ni espero nada de nadie, no vale la pena, todo lo hacemos por nosotros mismos, no necesitamos ya ahora rendirle cuenta a nadie, te puede gustar o no gustar lo que hacemos, es tu problema, nosotros seguimos procesos de investigación y no esperamos que nadie concuerde o no con nuestros espectáculos. El acuerdo es un hecho traicionero.

Estás hoy al frente del Ballet Nacional, ¿ves ahí un proceso a desarrollar?

–El Ballet Contemporáneo, como el folclórico y la Banda, comienzan una nueva etapa de búsqueda e identificación con proyección internacional. Es una cuestión de tiempo y de mucha confianza para encontrar el camino adecuado, desarrollando así sus capacidades, que muchas tienen. Somos pocas personas trabajando pero con mucha creatividad e inteligencia a ser proyectada, solo eso necesitamos, buena voluntad y confianza, para vencer los inconvenientes y volver a brillar.

¿Qué otros proyectos hay en agenda?

–Nos estamos preparando para un posible concierto en julio en el Teatro Municipal con el Ballet Contemporáneo, Paraguay Sax Club, la Orquesta Sinfónica Nacional, con la obra Ka'aguy Pytu, de Alejandro Cubilla y Rudy Torga. En julio-agosto habrá un encuentro de trabajo en torno a la obra "Caída Libre", que es la que el coreógrafo Sharon Fridman va a estar trabajando con el Ballet Contemporáneo, apoyados por el Centro Cultural de España Juan de Salazar. En setiembre estaremos en Festival Internacional "Danza Viva", en Resistencia, Argentina. Octubre estaríamos representando a Paraguay en el Micsur de Bogotá, Colombia, también con el Ballet Contemporáneo. Noviembre, presentando fragmentos de los mejores trabajos montados en "Danza por el Ballet". Dentro de este año estaríamos de nuevo haciendo una presentación de Danza joven en diversos escenarios en Asunción.

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