El mundo del fútbol vivió ayer una de las hazañas más esperadas e increíbles de la historia: ¡Leicester campeón!

Sin jugar, el modesto equipo inglés, que se ha convertido en el club de todos, se ha consagrado anticipadamente como campeón de la Premier League, una proeza que seguramente jamás será olvidada y que quedará grabada con líneas doradas en los pergaminos del deporte más hermoso del planeta.

Lo imposible solo tarda un poco más, suele decirse y lo que parecía una utopía, el 2 de mayo del 2016 se ha hecho realidad. El cuento perfecto ha tenido su final ideal: Leicester campeón, en una liga lleno de multimillonarios, como los dos Manchester, Chelsea, y el propio Tottenham, que era que postergaba el tan esperado festejo.

Los Spurs igualaron 2-2 ante Chelsea en el Satmford Bridge y con dos fechas restantes, los Zorros sacan siete puntos de ventaja, que le bastan para ser los monarcas de una de las mejores ligas del mundo.

La historia de este equipo es tan increíble como cierta y es difícil valorar todas sus bondades como equipo y como institución. Hace un año parecían condenados al descenso, pero con siete triunfos en las últimas nueve fechas, lograron mantener en la máxima categoría, que hoy los premia con el primer trofeo importante.

Aunque la consagración no fue en el campo de juego, el festejo igual fue emotivo. Todo el equipo se reunió en la casa del goleador Vardy, que se convirtió en el epicentro de los descontrolados festejos luego del empate del Chelsea.

El DT, el italiano Claudio Ranieri, no estuvo en la celebración porque ya de antemano avisó que iría a su país a la hora del partido, para visitar a su madre.

A falta de dos fechas, el Leicester ha dejado sin chances a poderosos equipos y ha reivindicado una de las grandes esencias del fútbol: no importan los nombres, sí los hombres.