La construcción de una sociedad democrática requiere del aporte de todos los actores que tienen influencia en el sustento de la misma. Cada uno, desde su lugar, está embarcado en este esfuerzo colectivo que busca dimensionar los hechos en los que se pueda plasmar lo que se pretende como ideal al que se debe perseguir. Por eso es imperioso que estos emprendimientos estén en correlación directa a la necesidad de solventar cada una de las acciones que puedan garantizar una mejor calidad de vida de todos los ciudadanos.
La gente es consciente de este esquema y exige cada vez más a todas las autoridades. Las voces que se multiplican en las redes sociales, aprovechando las nuevas tecnologías de la comunicación, lo que deriva en que la elaboración de conceptos que apunten a alcanzar la verdad, que a pesar de ser un valor intangible y de establecimiento utópico, se solventa con voces que colaboren a delimitar los valores sociales.
Así como es frecuente escuchar críticas y cuestionamientos a los protagonistas políticos de los sucesos más importantes que hacen a la agenda diaria, también es crucial que el análisis interno se realice en otras instituciones que también poseen una influencia en la población. La Iglesia Católica es una de ellas, ya que su trascendencia es, fue y será de vital impacto en la decisión de un mayoritario porcentaje del pueblo paraguayo.
Desde hoy La Nación Investiga publica una serie de historias que tienen como protagonistas a actores centrales dentro del seno de la Iglesia. Éstos deben ofrecer respuestas ante escenarios tan complejos, más aún cuando el discurso que se viene sosteniendo es el de transparencia ante abusos de todo tipo. Lo aseguró el propio Francisco en una innumerable cantidad de casos, un proceso que lo inició su antecesor Benedicto XVI y que cuenta con el respaldo de la feligresía y el clero que desea purificar de este estigma que desde hace tiempo viene perjudicando la imagen de esta milenaria religión.
La transparencia es fundamental para mejorar la calidad de vida de la gente, y debe ser transversal a todos los organismos. Solamente así, desde el ejemplo, se puede soñar en apuntalar procesos en los que se tenga como eje central al ser humano. De lo contrario sería robar la esencia vital de las personas, eliminando la dimensión trascendente inherente al hombre. Esa misma exigencia que se atribuye a los políticos, la prensa, actores de la sociedad civil, debe ser incorporada como vara para medir las acciones de quienes pueden estar involucrados de alguna u otra manera en estos hechos.
El secreto y la oscuridad tienen que ser dejados de lado definitivamente. Este tipo de prácticas debe ser desterrado definitivamente de la usanza cotidiana. Un país que pretenda salir del atraso no solamente debe afinar su mirada crítica a las autoridades de turno, sino que el control que se establezca debe ser cruzado entre todas las fuerzas fácticas, con la participación cercana y cualitativa de la ciudadanía comprometida.
Así estaremos construyendo una patria mejor, priorizando a los sectores más vulnerables. Los niños y adolescentes, quienes se encargarán de tomar las riendas del país, requieren de esa conducción que oriente sus pasos. Mientras, debemos resguardarlos de los incautos miserables que bajo el manto de la impunidad se escudan en la oscuridad para seguir operando. El compromiso de todos es eliminar estas conductas, de lo contrario seguiremos llorando por los errores que duelen.