El jueves, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que establece la protección contra el castigo físico y tratos crueles, inhumanos o degradantes para niñas, niños y adolescentes. Este documento aprobado en general se analizará en la misma cámara dentro de ocho días, pues, de acuerdo a datos aportados por los mismos diputados, deberá ser modificado en parte.
El proyecto de ley establece que queda totalmente prohibido todo tipo de castigo físico aplicado contra niños y adolescentes, sea en el ámbito familiar o en cualquier otro, como el escolar, aunque los responsables de los mismos aleguen motivos como los de "corrección "y disciplina".
También incluye el proyecto, la promoción de acciones preventivas de estos deleznables hechos, que no son nada extraños aquí y en otros países también, desgraciadamente y son reflejados a diario en los medios digitales e impresos.
Es importante que se promulguen leyes para proteger a los niños víctimas de violencia física y de todo tipo de abusos. Aunque más de una vez se suele decir que no son suficientes las palabras escritas en los códigos y leyes para combatir los males que nos aquejan, vale la pena que estén tipificadas y advertidas las consecuencias de actos violentos contra los más débiles que se cometen a diario, tanto aquí como en casi todos los países del mundo, desgraciadamente.
La vulnerabilidad de los niños es algo que nadie discute. Los mayores que abusan de ellos, ya sea física como psicológicamente, tienen muchas veces como aliados, a la hora de salir impunes, a las propias zonas oscuras que las leyes vigentes permiten para que ellos escapen sin pagar, o pagando penas irrisorias, por el deleznable delito. El peor delito que una persona adulta puede cometer, pues los niños especialmente y también los adolescentes, están sometidos a su autoridad, ya sea ésta paterna o en instituciones educativas u otro tipo de espacios en los que muchas veces se mueven cómodamente quienes son abusadores.
La violencia física, el castigo al que son aún sometidos los más chicos dentro de muchos de los hogares que deberían protegerlos, es algo que está muy presente en las sociedades como las nuestras pero también en las llamadas más "civilizadas". Recordemos que el castigo físico "correctivo" en las escuelas y colegios de Inglaterra fue abolido por ley hace apenas unos pocos años.
La idea de que con golpes la enseñanza es más eficaz o que una "buena paliza" ayuda a que los más chicos aprendan a comportarse y a respetar las reglas de convivencia está tan internalizada en gran parte de nuestras sociedades, que la tarea de desaprender esa costumbre nos llevará como sociedad bastante tiempo y muchos esfuerzos.
Y ese tiempo y el esfuerzo deberán llegar convertidos en programas preventivos a las comunidades de todo el país. Estos programas deberán explicar claramente las consecuencias graves que puede tener todo tipo de maltrato hacia los niños y niñas. Desde las consecuencias físicas inmediatas, que hemos visto más de una vez, llega a costar la vida de las víctimas de castigo, como las que quedan para siempre en la psiquis y afectarán su crecimiento, su comportamiento y la manera en la que como adultos, replicarán esos abusos recibidos en la infancia y adolescencia.
Y, por supuesto, ningún programa o plan destinado a prevenir todo tipo de violencia contra esos sectores más vulnerables debe excluir a niños y adolescentes como actores principales de ese cambio cultural profundo y necesario. Cuando se les dan las herramientas para que ellos mismos aprendan a identificar desde los estadíos más tempranos las distintas manifestaciones de las mil caras de la violencia, podrán reconocerla. Y, cuando sean destinatarios de los cuidados de los adultos de su entorno más cercano, podremos decir que hemos cerrado el círculo del dolor que este flagelo causa en miles de vidas que quedan marcadas para siempre injustamente.
Y para lograr el éxito, deben involucrarse en esta lucha firme, no sólo a las familias sino a toda la ciudadanía y especialmente a aquellos que son parte importante de la formación de los más chicos, como docentes y guías espirituales o relacionados con prácticas deportivas o extracurriculares. Todos somos responsables por la vida de los niños, niñas y adolescentes de nuestro país y como tales, tenemos una gran batalla que librar en favor de ellos, pues de ello depende en gran parte el desarrollo de una sociedad saludable.