José Luis Sánchez

Veo en su edición del domingo 28 de febrero un artículo de opinión titulado "Lecciones a ser aprendidas viendo cómo se deshace la Unión Europea". El título me llama la atención y lo leo detenidamente. Un poco decepcionado por la ligereza de algunas de las afirmaciones, me permito expresar ahora mi propia opinión.

La idea de base de la Unión Europea es la cooperación entre países para lograr objetivos comunes de paz, respeto a los valores fundamentales, desarrollo socioeconómico y bienestar social, y eso a través de la solidaridad, el trabajo en común y la superación de posiciones estrictamente nacionales. Para transformar ese ideal en hechos concretos, se han creado instituciones específicas, que combinan las visiones de sus estados miembros con el interés general. Esa articulación ha funcionado con éxito durante más de 50 años, superando obstáculos y haciendo de la Unión Europea un actor económico y social de primer orden, en pleno respeto de la historia, culturas y tradiciones de cada uno de sus estados componentes. Afirmar que esto último no se ha hecho es sencillamente una tremenda inexactitud. Al contrario, la Unión Europea es ferviente promotora de lenguas, culturas, tradiciones … y del respeto mutuo. Su lema: "Juntos en la Diversidad" no es una casualidad. Jamás los jóvenes de 28 países que la componen se han sentido tan en su casa en el seno de la Unión como hoy. Jamás han conocido tanto de otros países. Jamás han apreciado tanto lo que está más allá de las fronteras. Eso es un componente básico para el entendimiento y la cooperación. Para la paz y la prosperidad, que la UE ha logrado en gran medida.

Cierto es que la Unión Europea se enfrenta hoy en día a retos importantes y complejos. Cierto es que, en ocasiones, no es fácil encontrar acuerdo entre 28 visiones de estados soberanos que pueden ser contrapuestas y que, además, afectan con frecuencia a cuestiones fundamentales. Cierto es que, a veces, los acuerdos en el seno de la Unión requieren tiempo. Pero en inmensa mayoría de las ocasiones, se logra aunar posiciones, y se sigue adelante.

En mi opinión, la solución a los desafíos actuales es más Unión Europea, no menos. La crisis de los refugiados sería menos crisis si las propuestas de la Comisión Europea de repartir debidamente el número de solicitantes de asilo hubiesen sido aceptadas y estuviesen siendo ejecutadas por todos los miembros. Europa está saliendo de una cruda crisis económica gracias a muchos esfuerzos, basados en una opinión generalmente compartida. Situaciones difíciles como las demandas británicas o la particular situación en Grecia, se tratan a través del diálogo entre líderes del más alto calibre. Así como el problema del terrorismo y las cuestiones multilaterales más estratégicas. Se puede hacer mejor, sí … con más visón común, con más acción común, con más Europa.

Personalmente, soy más optimista que el autor del texto del 28 de febrero. Considero que las dificultades actuales, aunque muy reales, no terminarán con la Unión Europea. Si un día lo hicieran, pienso que sería un tremendo error colectivo. Los Estados que la componen y los ciudadanos que la forman no olvidan (no deberían hacerlo) el valor añadido que la Unión ha aportado en seis décadas en los más variados campos: agricultura; ciencia y tecnología; libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales; comercio; energía; infraestructura; cohesión social y territorial; protección de los consumidores, etc.). Una de las construcciones de las que la sociedad moderna debería estar globalmente orgullosa, por sus muchas luces y sus relativamente pocas sombras, no tiene porqué desaparecer. Debe transformarse progresivamente para ser cada vez más eficaz y para responder mejor a los desafíos. Y eso en base a la receta que ha llevado a la UE a sus mayores logros: diálogo, trabajo, solidaridad y cohesión entre sus estados miembros. A mayores dificultades, más de todos esos ingredientes. Esa es la solución.

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