Por Marcelo A. Pedroza
COACH – mpedroza20@hotmail.com
Sigmund Freud en el año 1911 escribió un artículo que tituló "Los dos principios del suceder psíquico". Su intención era explicar el avance de la humanidad desde la búsqueda ciega de placer y satisfacción instintiva hasta la capacidad para reconocer las condiciones del mundo exterior y tomar en cuenta los factores de la realidad. La complejidad de la psiquis permite que toda obra sobre la misma no deje de deslumbrar a quienes se atreven a investigar y aprender sobre ella. Todo aporte intelectual abre corrientes de ideas y al mismo tiempo produce nuevos intereses en aquellos que se disponen a seguir colaborando para difundir y conocer su grandeza. El aparato psíquico será causa de aprendizaje en todas las épocas. Y la explicación de su universo seguirá movilizando a las generaciones del mañana.
Freud sostuvo que el principio del placer se origina en el sistema inconsciente y en el desarrollo de su teoría estructural posterior argumentó que dicho principio ignora las condiciones del mundo exterior, no comprende las relaciones causales y que, en la medida en que dispone de libre acceso a la esfera motora, es puramente impulsivo en el terreno de la acción e incapaz de evaluar las consecuencias de los actos que realiza. En contrapartida, para Sigmund en el principio de la realidad reinan las funciones que le permiten operar como tal y que son la percepción, el pensamiento con representación de palabras, la memoria, el control de la motilidad y las pruebas de la realidad, entre otras.
Ambos principios pueden tener efectos valiosos en el plano social. La presencia del placer que genera la cultura del esfuerzo cala tan profundo en quien la vive que su secuencia presencial es probable que surja de manera inconsciente y la impulsividad de querer crecer produzca un efecto que en el instante no es posible de ser medido. Hay que considerar al placer en su más amplia concepción y aceptar que su valoración positiva puede generar vivencias gratificantes. Placer deriva del latín placere, que puede enmarcarse como gustar. Hace mención a lo que nos llena de emoción a lo que nos invade de alegría o a lo que nos reconforta como personas.
El maestro en su escrito habla de lo inconsciente y de lo consciente. Y que de una u otra forma la primera hace mella sobre la segunda. Cree que al renunciar a un placer momentáneo, de resultados inciertos, se puede obtener un nuevo placer ulterior garantizado. Y considera que las restricciones exigidas por el principio de la realidad son experimentadas como contrarias a los impulsos y que eso es lo que provoca las causas de los conflictos individuales. Así ante los instintos que acaecen en busca de lo que consideran apropiado, aparece el aplazamiento o la inhibición o la transformación por lo que hay que hacer.
También es posible modificar la percepción y la interpretación de lo que puede ser considerado como causal inhibitoria y por lo tanto realidad que frustra o que posterga o que impide y descubrir el sentido del esmero en el trayecto que se vive, para que lo que parece inalcanzable o lejano o ausente se transforme vivamente en placentero a través de lo que se realiza en el presente. Un testimonio puede ser cuando a pesar de las adversidades que generan notables postergaciones el ser humano decide vivir intensamente lo que está sucediendo y aprender desde la experiencia que vive. Y ese despliegue consciente produce cuantiosas modificaciones favorables en la vida psíquica y social de los seres humanos. Y favorece la creación de una nueva realidad.
Aquí se tornan esenciales los intereses conscientes que pueden influir de forma tal que aquello que está oculto en lo inconsciente se adapte a lo que emite el ejemplo de lo que se presenta como real. Y por lo tanto se torne natural poder experimentarlo. Entonces es viable una realidad en donde el principio del placer esté presente en los hechos cotidianos. Por ejemplo, desarrollar con gusto el placer de escuchar, de admirar lo que está diciendo quien está contando con palabras y gestos algo que considera importante manifestar. O encontrar las razones que nos estimulan para desarrollar con gusto lo que estamos haciendo. Es un placer el hecho de leer, de hacer, de trabajar, de compartir opiniones, de disentir e igualmente dialogar. Ambos principios ayudan a construir la madurez en el aprendizaje de vivir. La convivencia democrática también puede utilizar los dos principios como motores de su andar.