Por Jaime Egüez

Director del Club de Ejecutivos del Paraguay

¿La vida en sí debe ser vivida en permanente apuro? ¿Acaso es esta una característica razonable del actuar humano? ¿Podemos, como empresarios o ejecutivos, hablar de estar constantemente apurados como un estado eficiente del accionar empresarial?

Son cuestiones interesantes a plantear, sobre todo desde la óptica que hoy en día parece que todo va más rápido y por lo menos parece que la generalidad pretende obtener cuanto puede en menor tiempo. Una de las razones esgrimidas es la cultura creada por los ingleses de que el "tiempo es dinero".

La verdad es que si bien esto se puede justificar desde algunas acciones concretas, lo sostenible es que el tiempo no se apura o se enlentece. El tiempo es simplemente tiempo. La decisión de cómo usarlo es esencialmente una decisión personal y por lo tanto el que controla el tiempo es la persona misma. Pero me dirán algunos, cómo puedo controlar mi tiempo si nunca me alcanza para lo que tengo que hacer.

Este grave problema se debe porque nosotros o con quienes interactuamos introducen excesivas tareas en nuestro tiempo. Hoy más que nunca vemos que si el día tuviera 36 horas y no 24, igual no alcanzaría para atender a la cargada e intensa agenda que enfrentamos. Y como conclusión de toda esta avalancha de tareas creemos que el mejor modo de administrar nuestra realidad es vivir apurados.

Arrancamos el día empujando a todos alrededor nuestro con las acciones que debemos realizar, nos quejamos del tráfico, del estacionamiento, de los clientes, de nuestros proveedores, de nuestro jefe y qué decir de nuestros colaboradores. Todos van lento para nuestra velocidad. Esto puede convertirse en una rutina, donde comenzamos a dedicar muy poco tiempo para cosas esenciales como comer cuando el cuerpo necesita, dejar de realizar ejercicio imprescindible. En realidad, ni siquiera hay tiempo para escuchar a nuestros hijos, y menos para visitar a nuestros padres.

Encontrar un espacio para nuestra espiritualidad es algo fuera de pensamiento, porque de esto nos encargaremos cuando veamos si hay otra vida. En la práctica, tiempo para ayudar a un tercero o hacer un servicio sin retribución se ha vuelto tan lejano como pensar hacer un viaje a Marte. La vida comienza así a ser un vagón en una montaña rusa sin frenos. Has perdido el control de tu vida y no te has dado cuenta.

La vida es algo valioso y debido a que es tan corta en el tiempo, merece ser vivida con una calidad que denote una planificación y una intencionalidad de sentir un propósito personal que transcienda la mera existencia. Aquellas personas que transmiten paz y eficiencia son aquellas que tienen su vida estructurada con tareas que ellas mismas eligieron según un propósito del cual están comprometidas.

Y es interesante mirar luego de años que estas personas no solo han construido familias más felices, empresas más eficientes y dignas, sino que también han hecho prosperar a todas las personas que les rodean. Son personas que tienen la plena seguridad de que su tiempo es útil y que el tiempo de los demás es igual de valioso por lo que en la mayoría de las veces interactúan bajo un código de respeto, planificación y anticipación a las acciones que quieran realizar. Si consideran un evento urgente, han construido tal calidad de redes de contactos y de relaciones interpersonales que sus interlocutores le permiten superar estos eventos sin ninguna complicación o demora, porque es una excepción a la regla.

Por esta razón, estar apurado en forma sostenida denota una falta de crecimiento personal, una falta de respeto al tiempo de los demás, e inadecuación a las circunstancias. Al final de varios años vamos comprendiendo que la ley fundamental de la vida es el equilibrio, pues el apuro constante tendrá consecuencias en la salud personal, en la sostenibilidad familiar y la del propio trabajo. Por eso, la vida nos exige plenitud, disfrute en su transcurrir y la construcción de legados. Vivamos entonces sin estar apurados permanentemente.

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