Por Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza@hotmail.com

En una obra magistral, titulada "Las relaciones del entre el yo y el inconsciente", Carl G. Jung (1875-1961), médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, esboza los fundamentos del pensamiento jungiano y los cimientos de su teoría. Se decide a escribir después de realizar investigaciones experimentales y de aglutinar todo cuanto sea posible en materia de aportes realizados por otros estudiosos predecesores y contemporáneos. El maestro Jung relata que a comienzos de la década de 1880 el doctor Josef Breuer (1842-1925), médico, fisiólogo y psicólogo austríaco, hizo un descubrimiento que se convirtió prácticamente en el punto inicial de la nueva psicología. Y cuenta que atendiendo a una joven histérica y muy inteligente observó que como no se registraban causas orgánicas para el trastorno que sufría, el caso debía considerarse histérico, es decir psicógeno. Las descripciones y las especificaciones que narra sobre los diferentes casos que expone, además del citado como puntapié inicial en este escrito, lo llevan a sostener que "… solo la conciencia del paciente es la que no ve o no oye, mientras que la función sensorial misma permanece normal. Este hecho está en directa contradicción con la índole de los trastornos orgánicos, que siempre afectan de algún modo la función".

El ser humano vive recibiendo información sensorial. La vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato, son sistemas sensoriales que forman parte del sistema nervioso. Por ejemplo, se puede ver aquello que forma parte del campo receptivo del ojo, que es quien delimita el alcance del mundo visible. Hay en cada vida una historia del desempeño de las funciones sensoriales.

La capacidad de evocar genera la posibilidad de colocar una vez más en el plano de la conciencia aquello que se oyó, o que se tocó, o se degustó. Lo visto por primera vez puede dejar huellas fieles para el resto de la vida. Lo percibido también es susceptible de ser recordado. Rememorar una lección aprendida quizás genere realizar un esfuerzo sensorial, que puede traer al presente lo alguna vez conocido. Eso acarrea que la memoria funcione y que despierte del letargo aquel contacto kinestésico o el aroma que reinaba en un lugar determinado. Se trata de invocar a los sentidos para dimensionar lo que hemos vivido o lo que estamos viviendo. Utilizarlos para atreverse a disfrutar de sus efectos.

Durante el relato de un hecho concreto que le sucedía a un paciente, el doctor Jung describe que "… estaba dormido, en estado de insensibilidad y parálisis". Luego manifiesta el estado de angustia en que se encontraba. Sus consecuencias fueron la falta de lenguaje, como también la perturbación del mismo. La parálisis del lenguaje también es una muestra de dolor.

Los hechos sociales también son hijos de los sistemas sensoriales. Es el sistema nervioso social el que comprende al conjunto de receptores que construyen su universo. La memoria de lo que ha ocurrido no puede dejar de existir. Debe ser fuerte, consistente, audaz en su capacidad de evocar a quienes han participado de tal o cual acontecimiento. El ojo lo vio a través de su campo receptivo, su mirada debe ser capaz de superar lo simplemente visto. Debe extenderse con inteligencia, debe integrar a los demás sentidos y también recurrir a los otros sentidos de los demás.

Fenómenos sociales que reinan en la superficie sensorial de la comunidad visibilizan una disposición a no reaccionar o a dejar que las circunstancias particulares que se presentan sigan sucediendo. A vivir dormidos, paralizados, sin emitir una palabra o emitiéndola sin aportar algo constructivo. Como así también existe una disposición que utiliza los sentidos para mantenerse memoriosos, atentos e involucrados responsablemente desde lo que es viable realizar.

Puede suceder que la conciencia ciudadana sea la que no ve o no oye o quizás no quiera ni ver ni oír. A lo mejor aquello escrito por Jung puede ser llevado al plano individual y así expresar que es probable que existan personas que solo no ven y no oyen lo que no quieren ver u oír, mientras sus funciones sensoriales permanecen en estado normal. Aunque habría que ver qué se considera como estado normal.

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