Por Alex Noguera
Editor / Periodista
Finalizar hoy la secundaria es llegar a un trecho del camino en la vida que se divide en tantas direcciones que no sabemos por dónde continuar. Y aunque esta encrucijada no es nueva para los que son padres, a los hijos de esta generación les resulta mucho más difícil de lo que fue para otros en el pasado.
Antes, al miedo de elegir mal no solo una carrera, sino una nueva forma de vida, se sumaba el desbalance entre excesiva juventud y falta de experiencia, que en muchos casos el progenitor "solucionaba" imponiendo la carrera que él elegía para su vástago. Y este, sumiso, como buen hijo, debía obedecer y firmaba así un pagaré perpetuo de insatisfacción profesional.
Pocos educadores de hoy y muchos menos jóvenes son conscientes de un cúmulo de variables que se produjeron en los últimos años y que incidieron negativamente, tanto en lo social como en lo académico. La irrupción de internet en la sociedad ahogó a los usuarios con excesiva información. Unos se convirtieron en meros operadores tecnológicos, otros en consumidores de distracción, otros perdieron la capacidad de estudiar y otros hasta de leer, cayendo en la comodidad de los audiovisuales, que son como la comida premasticada que solo necesita ser digerida, sin pasar por el proceso de la boca o del gusto; en este caso, extirpa el necesario proceso del pensamiento.
Esta reflexión es muy actual para quien leyó la publicación de un medio español que presenta una entrevista a Fernando Alberca, autor de "Tú también puedes ser Einstein". Entre los conceptos que aporta este escritor queda uno muy importante: "La adolescencia se ha extendido como mínimo hasta los 35-40 años". Y explica que los hábitos de los cuarentones son muy adolescentes porque sus opciones de ocio, su forma de enfrentar problemas y la sociedad de consumo los hacen que no toleren que sus deseos no se cumplan al momento. Se sienten inmortales, creen que nunca les va a pasar nada, que eternamente van a ser jóvenes y que siempre podrán remediar sus actos. Tampoco enfrentan grandes retos como el matrimonio, por temor a fallar. Es una evidencia palpable que el periodo de la adolescencia se está dilatando mucho por falta de seguridad, de autoestima, o de no haber alimentado un desarrollo interior profundo, opina Alberca, y lo más preocupante, también hace notar que el adolescente actual soporta conflictos que le obligan a madurar antes, por bullyings, o por separación de sus padres, o por ver cómo rehacen por cuarta vez su propia familia.
Transitamos por una época en la que el viejo se cree joven y el joven es un viejo, y en la que el pensamiento y el análisis son prácticas cada vez menos frecuentes.
En este escenario se encuentra el joven que termina el bachillerato: sin un padre autoritario que le imponga qué hacer y con muchas más opciones de estudio que las clásicas carreras universitarias, pues las necesidades del mercado se ampliaron hacia los mandos medios y los títulos universitarios tienen reducida salida laboral.
¿Qué hacer con los que rebotan en los exámenes de admisión? Esa pregunta responde un cuento acerca de cierto árabe que en un oasis lloraba recostado contra una palmera. Al escuchar tan tristes lamentos, un hombre se le acerca y le pregunta qué le sucedía. El árabe responde que había perdido su joya más preciada. El interlocutor se sorprende, pues nota que alrededor están desparramados abiertos varios baúles repletos de inmensos tesoros.
-"La joya que he perdido no tiene precio", explica el árabe viendo el rostro extrañado del hombre. "Esa joya es un día perdido, que jamás podré recuperar", dice.
Los que "rebotan", los que se encuentran indecisos acerca de qué dirección seguir en la vida, pierden joyas irrecuperables. Por eso, en vez de recriminarlos, hay que apoyarlos y guiarlos. Los viejos deben ser menos adolescentes y más profundos y los jóvenes deben aprender a ser menos viejos y disfrutar más de las joyas que les regala la vida.