Enrique Vargas Peña
Mañana se reúne el Equipo Económico Nacional para, según todos los indicios, abordar el tema del reajuste tarifario en la provisión de agua y en la provisión de energía eléctrica.
No pretendo discutir en este artículo las necesidades alegadas por ESSAP y Ande para solicitar la suba de las tarifas; lo que quiero discutir es el argumento esgrimido por algunos referentes de la administración de Horacio Cartes sobre por qué pretenden, dichos referentes, que las subas sean absorbidas por solamente el cuarenta por ciento de la población con mayores niveles de consumo: Para reducir lo que denominan "abuso" ("Acción y efecto de hacer uso excesivo, injusto o indebido de algo o de alguien") del consumo por los sectores más pudientes de la sociedad.
Es un argumento moralmente falso y económicamente peligroso. Es característico de dictaduras como la venezolana y no debe ser admitido en democracias como la nuestra.
Es moralmente falso no solamente porque los sectores más pudientes de la sociedad pagan por la energía que consumen y por tanto no existe la "injusticia" a la que se refiere la definición de abuso, ni el uso es indebido pues se realiza de acuerdo a las normas vigentes, ni es excesivo considerando que nuestro país es el mayor productor de energía eléctrica per cápita del mundo; sino que el argumento es moralmente falso principalmente porque esos sectores más pudientes están de hecho subsidiando a los menos pudientes e incluso cargan sobre sí el siete por ciento de robo puro y simple de la energía que la Ande tiene denunciado formalmente sin que el ministerio público haya procesado a ninguno de los ladrones de energía.
Víctor Romero, presidente de la Ande, explicaba la semana que pasó en la 9.70AM que ellos denuncian regularmente ante los fiscales a los ladrones de energía, desde empresarios inescrupulosos hasta asentamientos, sin que los agentes del Ministerio Público se hayan dignado a procesar a ninguno, brindándoles la impunidad que necesitan para seguir robando.
Y es económicamente peligroso porque implica desconocer el principal motor del desarrollo en las sociedades: El consumo.
No hay desarrollo sin consumo. Sin consumo no hay demanda, sin demanda ni hay producción, sin producción no hay trabajo y sin trabajo hay pobreza.
La remanida crítica al "consumismo" que caracteriza y unifica a los sectores religiosos y a la izquierda marxista carece de cualquier sustento técnico o científico y puede ser calificada, sin temor a equívocos, como un disparate ("contrario a la razón") sonoro y grotesco.
La historia del progreso humano es la historia del desarrollo del consumo. El ser humano pudo salir de la noche paleolítica por el aumento del consumo de proteínas logrado a través del dominio del fuego. Pudo salir de la Edad de Piedra por al alcanzar el consumo del bronce. Pudo entrar a economías monetarias por el consumo de artículos de intercambio comercial. Y así, desde el inicio de la aventura humana, el progreso está determinado por el consumo y hoy el consumo de energía eléctrica es un indicador central en la medición del desarrollo de cualquier sociedad.
Una sociedad con bajo consumo de energía eléctrica es una sociedad atrasada, una sociedad con alto consumo de energía eléctrica es una sociedad desarrollada y el hecho de que haya referentes de la administración Cartes hablando de abuso en uso de energía es indicio de que no hay claridad conceptual acerca del tema.
No está mal que haya gente que pueda tener cinco o seis acondicionadores de aire. Está muy bien. Lo que está mal es que el ochenta por ciento de la población paraguaya cocine aún hoy con carbón. No está mal que haya gente que pueda tener filtros eléctricos en sus piletas. Lo que está mal es que haya paraguayos que tengan que dormir aún hoy sin aire acondicionado. No está mal que haya gente que pueda tener tres o cuatro televisores. Lo que está mal es que aún hoy haya cortes permanentes en el suministro de energía eléctrica y que los beneficios de esta no lleguen con plenitud a toda la población.
Lo que está mal es que las industrias no puedan usar energía eléctrica con seguridad y plenitud. Lo que está mal es que no se puedan instalar industrias electrointensivas. Eso es lo que está mal, no que la gente use su energía, pues parece que hay que recordar a estos referentes de la administración que la energía eléctrica es nuestra, del pueblo paraguayo.
Todos los paraguayos deberían tener heladeras, lavarropas, cocinas eléctricas, aspiradoras, planchas, televisores, ventiladores, acondicionadores de aire, filtros y, en fin, los electrodomésticos que hacen que la vida sea más cómoda.
Aumentar el consumo y no bajarlo debería ser el objetivo de esta o de cualquier administración. El agua potable y la energía eléctrica deben llegar a más gente, no porque se impida a alguien consumir más, sino porque los servicios se expanden, crecen, son mejores y más accesibles.
Si el agua o la energía eléctrica deben subir, tienen que subir. Pero tienen que subir para todos los consumidores. Luego, de acuerdo a las necesidades se establece a quien hay que ayudar con subsidios.
Ninguna suba es simpática. Pero estos referentes de la administración Cartes se equivocan en el discurso que usan para tratar que sea digerible diciendo que la cargarán sobre el cuarenta por ciento más pudiente para reducir supuestos abusos.
La sociedad paraguaya no debería ser dividida, desde el sector público, en categorías tales como "esos y nosotros", "buenos y malos". Eso ocurre en las dictaduras; en las democracias el sector público sirve a todos por igual y sin distingos.
La suba será digerible si la sociedad percibe que ESSAP y Ande realizan acciones destinadas a terminar con los robos, en primer lugar, y con las pérdidas llamadas técnicas, en segundo lugar. La suba será digerible si la sociedad ve que los ladrones de agua y energía son enviados a la cárcel. La suba será digerible si se observa más transparencia, más eficiencia, más productividad, más capacidad.
Creo poder decir que los paraguayos no queremos, y no debemos, tolerar que se nos trate como la dictadura venezolana trata a sus propios ciudadanos, acusándolos de "trabajar para el enemigo" o de "ser explotadores". Aquí la administración trabaja para todos nosotros desde el máximo respeto, porque somos nosotros los que pagamos las cuentas.
No deberían olvidarlo.