Por Marcelo Alejandro Pedroza
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El impulso hacedor se encuentra ante un nuevo tiempo. Es el que el calendario presenta y su inicio estimula a vivenciar experiencias que permitan enriquecer la existencia. Es vital querer realizarlas, por lo tanto el aspecto anímico se torna fundante de las mismas. La intención propone la acción. Los propósitos se refugian en la fortaleza interior que los moviliza.
La exigencia conoce el valor del ser humano. Quienes alcanzan sus metas saben que ella se hace presente y que su estadía suele manifestarse sin interrupciones, siempre está. La exigencia necesita del entusiasmo porque encuentra un aliado para poder sostener la tarea que se está llevando a cabo. Estima, exigencia y entusiasmo se consideran mutuamente y se encuentran a menudo en cada acción que el ser humano realiza. ¿Qué protagonismo tienen en el oficio, la profesión o la actividad que cada uno puede realizar? El entusiasmo aviva las emociones audaces, las que se atreven a ir hacia el encuentro con la exigencia; lo que garantiza la satisfacción de haber dado lo que se tiene, lo que se siente, lo que se aprendió y se sabe hacer.
Lo que se quiere necesita de la disponibilidad sincera de aquél que ha generado esa expectativa de vida. Puede doler mucho la creación de deseos que carezcan de la elemental voluntad para afrontar lo que se viene. De ahí la noción de voluntariedad, ella sólo necesita que lo que está en juego se encuentre con una férrea actitud de logro. Además de generar las condiciones externas para que sea viable lo querido.
La existencia entusiasta emociona y estima. Se atesora de principios que cultivan la empatía, entonces puede apreciar lo que los demás expresan a través de sus comportamientos; se anima a socializar, crece entre otros, y se constituye en un ser que ayuda a que el prójimo pueda estar bien. El ambiente de exigencias superadoras se realiza entre todos. El ejemplo es el mayor de los maestros. El respeto cobija los vínculos y la disciplina fortalece las chances del éxito.
¿Hemos aportado lo nuestro?, ¿cuál ha sido el denominador distintivo de nuestras respuestas?, ¿qué lugar ha ocupado la exigencia personal en la vida de cada uno de nosotros? Todo tiempo puede ser oportuno para indagarnos interiormente y también, si es posible, dialogar con otros acerca de lo que se ha vivido o de lo que se está viviendo. La estima personal es determinante para convivir con la exigencia que se haya decidido enarbolar y practicar. Hay una estrecha relación entre la valoración interior y la misión que requiere de paciencia, templanza y fortaleza. ¿Cómo funcionan en nosotros estas virtudes?, ¿qué espacio le dimos en los proyectos finalizados, y le damos en aquellos que aún están vigentes?
La claridad ayuda a la meta. ¿Qué es lo que realmente se anhela lograr? El qué enmarca la obra, es lo que se pretende hacer. Trabajar, estudiar, jugar, cantar, escuchar, leer y muchos verbos más pueden constituirse como motores del emprender hacia el fin ideado.
La decisión del objetivo estipulado también contiene un para qué. ¿Cuáles son las razones que llevan a su consecución? ¿Por qué se plantea dicho eje conductual? Las causas pueden ser analizadas y la validez de cada una debe ampararse en la contundencia de sus raíces, todas focalizadas a engrandecer a los que vivan sus efectos. Es que un objetivo siempre está unido a lo colectivo. La satisfacción individual de su materialización repercute y sirve como estímulo en el entorno donde sucede. Es que para lograrlo, de una u otra forma, hay otros que colaboran para que sea posible su labor.
La definición de un proceso temporal ordena la secuencia de los pasos a dar. En todo camino es bueno dimensionar lo que se ha recorrido y lo que falta por andar. La flexibilidad, para crear las mejores condiciones dentro del trayecto, se transforma en un requisito virtuoso. Es en el devenir cotidiano en donde se aprende a darle valor a la presencia del objetivo perseguido y a comprender que a veces no es como se pensaba y sí es como se está desarrollando.
Testimonios que estimulan la relevancia del esfuerzo son necesarios para generar espacios ciudadanos exigentes que se sostengan del aprecio hacia la labor alcanzada. La estima colectiva conmueve.