Tokio, Japón | AFP.

Al ingresar el año nuevo, las fiestas viven su apogeo en Japón, el alcohol corre a raudales y los invitados más precavidos hacen acopio de estrafalarios brebajes, que prometen mañanas sin resaca.

La temporada de "bonenkai" (fiesta de fin de año) y "shinenkai" (fiesta de año nuevo), cuando amigos y compañeros de trabajo se reúnen alrededor de pintas de cerveza o copas de sake, viene acompañada de estas pociones mágicas, de las que Japón cuenta con una variedad sin fin. "Yo tomo siempre este tipo de bebida como precaución antes de salir", explica Makoto Yamauchi, un organizador de exposiciones de 54 años. "Compro unas diez cada mes, de media", explica este hombre, mientras acude a una fiesta en el animado barrio tokiota de Ginza. La primera posición en el palmarés de ventas lo ocupa "Ukon no Chikara" (El poder de la cúrcuma), dispuesta en tonalidades oro para todos y rosa para las mujeres. Su receta a base de cúrcuma, planta con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, garantiza una posfiesta sin problemas. Pero también se puede optar por sabores de sandía, almeja o cítricos, e incluso por una mezcla de hierbas, cúrcuma, ginseng y regaliz.

Al día siguiente, nada mejor que una sopa de miso (pasta de soja) o ciruelas rojas adobadas para eliminar las toxinas y recuperar la forma.

El mercado japonés de estos virtuosos brebajes debería alcanzar unos 21.440 millones de yenes (162 millones de euros, 177 millones de dólares) en 2015, una cifra en retroceso en un archipiélago que envejece.

A Misuzu, una joven oficinista de unos 20 años, le vuelven loca estos brebajes especiales, con una preferencia por las variantes bajas en calorías. "Es un remedio excelente para asegurarse un despertar suave", cuenta.

Muchas compañías llaman habitualmente a tener cuidado con los excesos a través de la mensajería interna o altavoces. A instancia de los poderes públicos, muchas firmas, como Panasonic, animan también a su personal a vigilar su peso. Pese a estas advertencias, las concurridas tabernas "izakaya" se llenan cada noche con los "salarymen", quienes a continuación, de regreso a casa, van haciendo eses en el metro, donde los mensajes ya alertan de una caída desafortunada en las vías.

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