Santiago, Chile | AFP.

Chile, el país más sísmico del planeta, ha tenido que dotarse de infraestructuras y viviendas capaces de minimizar los daños que causan sus frecuentes y fuertes terremotos. Ahora exporta su conocimiento antisísmico a América Latina y a otros países del mundo. "Ofrecemos soluciones mucho más enfocadas en la realidad local con estándares de seguridad tan buenos como los que podrían ofrecer en EEUU", dice René Lagos, uno de los ingenieros más reputados del país, cuya empresa -del mismo nombre-, lleva construidos más de 2.000 edificios, entre ellos el Costanera, que con 300 metros de altura y 64 pisos es uno de los más altos de América Latina.

Chile está en el grupo de países con mejores tecnologías antisísmicas del mundo, junto con EEUU, Japón y Nueva Zelanda, asegura. Pero a diferencia de éstos, que tienen una ingeniería "muy cara como servicio porque está muy vinculada a su realidad socioeconómica", Chile puede proponer soluciones "adaptadas a la realidad de países que no son del primer mundo", como Perú, Ecuador, Colombia, México -situados también en el cinturón de fuego del Pacífico y por ende de alta sismicidad- Italia, Bulgaria o incluso China.

A diferencia de los países más desarrollados que suplen la mano de obra gastando más en materiales, a los países latinoamericanos u otros europeos, como Italia, "les preocupa mucho la economía en el consumo de materiales, aún cuando requieran el uso de un poco más mano de obra", dice este ingeniero que se enorgullece de que "nunca se haya caído" ninguna de sus construcciones pese a haber experimentado todo tipo de terremotos. Sólo en los últimos 5 años, Chile tuvo tres terremotos de magnitud superior a 8. Cada año, los terremotos le cuestan al país una media de US$ 1.000 millones.

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