© 2015 Economist Newspaper Ltd, Londres 26 de diciembre, 2015. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

Cuando el primer ministro Mariano Rajoy y su conservador Partido Popular fueron elegidos en el 2011, España estaba en la lona por la crisis del euro y el estallido de una burbuja inmobiliaria. El desempleo había aumentado en más del doble, a 20 por ciento, en su camino a su nivel máximo del 26 por ciento alcanzado a principios del 2013, la economía estaba en una depresión prolongada y la mayor parte de las cajas (bancos de ahorros) de la nación eran insolventes.

Hoy España es un lugar más brillante. La economía sigue siendo más pequeña que en el 2008, pero se dispone a crecer en más de 3 por ciento en el 2015, el mejor desempeño entre las grandes economías de Europa Occidental. El desempleo está cayendo constantemente. La confianza del consumidor y las empresas es vigorosa.

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Como proclama Rajoy: "España ha pasado de ser un país al borde de la bancarrota a ser un modelo de recuperación que ofrece un ejemplo a … la Unión Europea".

Rajoy esperaba que esto le diera la victoria en una elección el 20 de diciembre, que tuvo lugar después de que este artículo fuera a la prensa. Puede atribuirse cierto mérito por la recuperación. Mientras otros países de la zona del euro vacilaban, su gobierno actuó audazmente. Ha puesto en orden a los bancos, reducido a la mitad el déficit presupuestario y hecho a España más competitiva al reformar los mercados laboral y energético del país. Tiene un buen argumento para otros cuatro años.

Sin embargo, muchos españoles también quieren la renovación política, y ante eso la respuesta de Rajoy es un gesto de desdén.

La crisis expuso el agravamiento de la corrupción y el nepotismo en el PP y en los opositores socialistas, que en gran medida han dirigido a España desde que la democracia remplazó a la dictadura de Franco. Ambos habían recurrido al financiamiento ilícito, y su abuso de las cajas y sus gobiernos regionales derrochadores contribuyeron al colapso nacional. De ahí que la crisis haya engendrado nuevas fuerzas políticas.

Podemos es una expresión de ira. Su líder, Pablo Iglesias, es un profesor de ciencias políticas izquierdista quien ahora pasa menos tiempo hablando sobre la lucha de clases y más elogiando al modelo social nórdico. Sin embargo, su entusiasmo por el desastroso experimento de Grecia con sus colegas ideológicos, el partido Syriza, es un mal augurio.

Una respuesta más constructiva a la crisis del euro radica en Ciudadanos, partido liberal en un país donde el liberalismo nunca sido fuerte. Su líder, Albert Rivera, de 36 años de edad, es novato, pero sus asesores proponen muchas políticas que España necesita.

Ciudadanos haría más que el PP para profundizar las reformas económicas, reducir la duplicación derrochadora en el gobierno e impulsar la débil productividad. Quiere un solo contrato laboral en lugar del convenio actual que deja a muchos jóvenes como contrataciones temporales. Como Podemos, quiere revertir la repartición entre PP y socialistas de las instituciones que deben ser independientes, incluido el sistema judicial, el servicio diplomático y las universidades. Se opone a la independencia catalana, pero, a diferencia del PP, reconoce que España es un país multicultural. A diferencia de Podemos quiere construir sobre, en vez de amenazar a, los logros de los últimos 40 años.

En víspera de lección, parecía probable que el próximo gobierno será una coalición, porque los sondeos de opinión sugerían que, aunque el PP de nuevo será el partido más grande en las Cortes, no conservará su mayoría. Ya que su partido está en el centro, Rivera pudiera tener el voto de desempate.

Debiera resistir la tentación de unirse a Podemos en un gobierno de centro-izquierda encabezado por los socialistas bajo su líder de peso ligero, Pedro Sánchez. Ese gobierno sería débil, y los socialistas han prometido echar atrás las reformas laborales del PP.

Más bien, Ciudadanos debería aliarse con Rajoy; a condición de que el próximo gobierno adopte la agenda anticorrupción sobre la cual ha hecho campaña. El populismo está en ascenso en la Unión Europea. Si los españoles la eluden y adoptan la reforma, su país ciertamente será un ejemplo para Europa.

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