Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza20@hotmail.com

Los encuentros pueden ser fuentes de testimonios. Ellos habilitan a compartir lo vivido, lo que se ha realizado, a contar el esfuerzo llevado adelante. A expresar el sentimiento del paso de los acontecimientos. Siempre hay un oído dispuesto a recibir el manantial que fluye de la oralidad espontánea y amena. La retroalimentación aflora naturalmente cuando el interés por el bienestar del otro se apodera del ambiente.

Los encuentros ocasionan la propensión a convivir con las emociones que no han sido manifestadas, que no han tenido la compañía de un atardecer, o que no se han animado a mostrarse. La belleza tiene tantas aristas que basta animarse a verla junto a quien está a nuestro lado; o incluso descubrir que son los propios asistentes al encuentro quienes representan a la misma.

Los encuentros se hallan cuando la sensibilidad se hace presente. Entonces los sentidos le dan paso a la percepción que interpreta un cariño, que imagina lo contado, que siente el dolor, que vive la alegría, que se abre hacia el otro y se atreve a contenerlo. Hay hechos que requieren ser hablados, y quizás éste sea el momento.

Los encuentros son propicios para vivir un tierno abrazo, un saludo afectuoso uniendo las manos con la intención de admirar la presencia del ser querido. La ternura impulsa a la reconciliación, es una puerta hacia la comprensión de que podemos querernos como somos, a ser tolerantes y compasivos.

La tristeza también hace parte de los encuentros. Cada cual puede impulsar encuentros en donde se alivie el dolor de los que sufren, en donde el cobijamiento se apodere del sufrimiento y permita acompañar a quienes están viviendo situaciones angustiantes.

Los encuentros pueden transformarse en oportunidades para estimular valores. La gratitud puede ser la reina de la reunión familiar, siempre hay reconocimientos que esperan el momento oportuno para dar a luz. Un abuelo emocionado es inmensamente feliz. Un encuentro entre hermanos alegra sus vidas. Los padres que sienten el respeto de sus hijos se regocijan de felicidad.

Los encuentros atesoran la amistad. Valor creador de sociedad, forjador de vínculos sanos. El afecto mutuo fomenta la cordialidad y anima la vida. Es reconfortante el apoyo generoso que surge de la amistad.

La tierra necesita de encuentros ejemplares entre los seres humanos. Los acuerdos deben cumplirse y los ejemplos deben testimoniarse. Deben realizarse encuentros para mostrar lo que se hace, solo para eso. La fuerza arrolladora de la práctica es la mejor manera de exponer. La tierra es la madre que nos contiene. En los encuentros podemos preguntarnos qué hace cada uno de nosotros por ella.

En los encuentros podemos dialogar acerca de nuestras cualidades positivas como sociedad. Qué nos caracteriza en esta época, qué aportamos para que así sea, qué hechos trascendentes nos han sucedido, qué protagonismo tiene la educación en los espacios que compartimos con los demás.

Los encuentros enriquecen la existencia. Vivimos constantemente encontrándonos. Descubriéndonos unos a otros, hallándonos responsables de lo que nos conecta entre nosotros.

Los encuentros pueden fortalecer las coincidencias. Qué nos identifica como integrantes de un grupo, de una organización, de una ciudad; qué tenemos en común y cómo lo utilizamos para fomentar la convivencia. Hay que generar encuentros que prioricen lo que construye. La ciudadanía evoluciona hacia la creación de hábitos que revelen conductas focalizadas en lo provechoso para todos.

Encontrarse requiere movilizarse. La acción de ir hacia el otro, de estar en tal o cual punto de encuentro, de voluntariamente coincidir en un territorio, en una casa o en algún otro lugar. Si nos encontramos dispuestos a unirnos no habrá obstáculo que pueda impedir dicho fin.

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