Por José Altamirano, Ex ministro de la Corte Suprema
Director del Instituto de Desarrollo del Pensamiento Patria Soñada
"…burla burlando…" este es el número 30 de estos breves escritos redactados no por pedido de una Violante sino dando respuesta al impulso interior del ciudadano pasajero que soy y cuyos contenidos me han sugerido el deseo de participar con el público en general el resultado de mis observaciones, de mis vivencias, de mi anhelo vehemente de un Paraguay mejor.
El afán de arar con optimismo y de cultivar con esperanza me motivan a seguir sin volver la mirada atrás, salvo de vez en cuando para no olvidar el origen y la experiencia ganada, en ejercicio del culto que pocos profesan, atreviéndome a dar siempre el paso siguiente; y así, siguiendo el consejo de Antoine de Saint-Exupéry de hacer de la vida un sueño y del sueño una realidad, se facilitaron las realizaciones.
No es fácil percibir y valuar la dimensión del aporte. ¿Poco, regular, bastante, nulo?, no sé, aunque sí sé que no es apropiada la autoevaluación y que en esta tarea importa más la buena fe puesta en el propósito y la graciosa devolución de lo recibido sin oculta pretensión de comedida gratificación.
Hay tanto por hacer, hay tanto por mejorar, ¡hay tanto por corregir!, y carecemos de referentes varón y mujer; carecemos de modelos, carecemos de élites (V. Pareto – G. Mosca), de élites jóvenes, de élites de jóvenes gobernantes y no gobernantes, innovadores, emprendedores, creativos, visionarios. Entonces hago cuanto puedo, consciente de mis limitaciones, sin demasiadas pretensiones respecto al alcance o incidencia de estos escritos.
El Paraguay y los paraguayos tenemos en cada rincón del territorio nacional una razón para admirar la generosidad de la naturaleza, la prodigalidad, la profusión, casi el derroche de su dación. Es probable que la proximidad, por tener cotidianamente todo a mano no la advirtamos, no la valoramos adecuadamente y, lo que es peor, no la cuidamos. El Paraguay tiene también una población (los paraguayos) vigorosa, mayoritariamente joven, integrada sin odiosas diferencias ni encendidas intolerancias debidas a pertenencias sociales, a razas o a credos, con una historia heroica, pero que lamentablemente en todo denota la impronta de una débil pertenencia, de una baja autoestima.
Con estos formidables presupuestos, sin embargo, pese a las muchas oportunidades que el devenir histórico nos ha regalado, no acabamos de acertar los rumbos. Esta percepción me conduce a sostener la necesidad de élites, de élites de innovadores, de visionarios con perfiles de conductores, capaces de aglutinar voluntades y esfuerzos para obtener las ventajas particulares de las ventajas comunes, desechando las mezquindades particulares en la búsqueda del bien común. Es tan manifiesta esta carencia de élites jóvenes, de élites de jóvenes bien formados intelectual, cívica y éticamente capaces de otear el horizonte de la patria, al punto que la necesidad se torna cada vez más patente frente a tantas cosas feas, destructivas (py'a rasy, resentimientos, egoísmos, individualismos extremos, los vyrorei's que nos desangran, etc.) que enturbian nuestras visiones y nos impiden salir de las dificultades. Precisamos de élites de jóvenes que han logrado arrancar de sus pechos estos males, que estén predispuestos al sí se puede, con py'aguapy, en armonía y paz, y fundamentalmente que estén determinados a llevar a la realidad las legítimas y postergadas aspiraciones del pueblo.
En el Paraguay los paraguayos podemos vivir con bienestar, en armonía y paz, sólo que estos preciados dones no se nos darán por azar, si no los deseamos de verdad, si no los buscamos y no aportamos día tras día una porción de nuestra colaboración para el común. Ningún cambio se produce de un día al otro, pero sí un día tras otro, acumulando pequeños logros, avanzando por los andariveles apropiados, amarrados de la tensa maroma que señala el destino, como devotos del culto de atreverse siempre.
Esta situación no variará si la sociedad toda, si las universidades, si las organizaciones políticas, si las organizaciones intermedias no producen líderes; no capacitan, no formen a las nuevas élites. La afirmación acoge lo dicho por Teilhard de Chardin "Nada en el universo es capaz de resistir al ardor convergente de un número bastante de inteligencias agrupadas y organizadas". Nuestro querido país precisa de jóvenes líderes, innovadores, cívica y éticamente formados, en un número bastante, para agruparlos y organizarlos, y podemos estar seguros que así encontraremos los verdaderos rumbos y nada será capaz de resistir a su convergente ardor.